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Miles de personas se han echado este 8M a las calles, convencidas de que la causa lo merecía. Mujeres de todas las edades –y también hombres– reivindicaron la importancia de asimilar que el feminismo «no es lo contrario al machismo», como ponía de manifiesto Pepa, de 75 años. Lo que persigue este movimiento es la igualdad, decía Fernando, quien acudió a la marcha junto a su hija pequeña, aunque desde determinados sectores se hayan empeñado en demonizar el término.
«Este mensaje tiene que quedar muy claro y uno de los principales retos es precisamente educar para que no haya confusión sobre esto», apuntaba al respecto Vanessa, de 35 años, quien asistió a la cita con motivo del Día de la Mujer con la convicción de que «hay que luchar unidas» para derribar los muros y acabar con las formas de violencia impuestas por el patriarcado.
Un sistema que «se mantiene porque a muchos hombres no les interesa decir adiós a sus privilegios», opinaba Marina, de 16 años, quien estuvo con su madre y su prima en la que fue su primera marcha del 8M. Si bien, el principal enemigo del feminismo es el patriarcado, hay desafíos que afrontar, como el abolicionismo, los techos de cristal o suelos pegajosos.
Para Ana, de 27 años, la «interseccionalidad» continúa siendo una asignatura pendiente del movimiento feminista. «No puede acoger únicamente a mujeres cis y blancas, olvidándose de las mujeres racializadas, trans o discapacitadas», subrayaba, haciendo hincapié en que en este momento «existe una brecha que no beneficia a nadie».
Laura, que es parte de la Comunidad Negroafricana y Afrodescendiente de Málaga (CNAE), coincidía al indicar que uno de los principales problemas sigue siendo la falta de espacios «para nuestras reivindicaciones porque tampoco incluyen nuestras voces». En esta lucha por la igualdad, todavía hay pasos que dar para no dejar a ninguna atrás.
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