Francisco José Sánchez Heras, en la terraza de su despacho en la sede central de Cáritas, en la rampa de la Aurora. Migue Fernández

«Aquí nadie tiene que rezar un padrenuestro para recibir ayuda; eso es lo que nos hace grandes»

Francisco José Sánchez Heras, director de Cáritas Diocesana en Málaga

Domingo, 3 de marzo 2019, 00:57

Al frente de Cáritas Diocesana en Málaga desde hace ocho años, Francisco José Sánchez Heras (Benaoján, 1979), ha visto (casi) de todo. En su memoria permanece aún vivo el recuerdo de los momentos más duros de la crisis, cuando las colas de los que ... se quedaron sin nada daban la vuelta a todas y cada una de las 150 Cáritas parroquiales que trabajan en la provincia. Por eso la suya es una voz más que autorizada para recordar a los que, a pesar de los brotes verdes, «han ido quedando por el camino».

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Sin perder esa función innata de seguir «llegando a todos», también en Cáritas es ahora tiempo de celebrar: cincuenta años ayudando en la provincia de Málaga bien merecen una reflexión sobre el pasado, el presente y sobre todo el futuro de esta institución de la Iglesia. Convertida en una herramienta imprescindible de la ayuda que siempre llega, es hora también de sumar al reconocimiento social el institucional. El último: la Medalla de Andalucía a Cáritas regional con motivo del 28F.

La institución celebra su 50 aniversario en la provincia convertida en uno de los agentes de ayuda más eficaces. «Seguimos siendo necesarios», dice su director

–¿Qué balance general hace de este medio siglo de Cáritas en Málaga?

–El balance es de mucho agradecimiento a toda la gente que ha hecho posible este aniversario, a las personas voluntarias que han dedicado su vida durante estos años. Verdaderamente en Málaga cumplimos 50 bajo el nombre de Cáritas, pero podría decirse que son 75 porque lo primero que empezó fue el Secretariado de Caridad bajo Acción Católica. Aquello estaba muy bien organizado y no se da el paso a llamarse Cáritas hasta el 68, pero prácticamente desde el año 44 ya se atendía a los pobres en Málaga. También fue importante la Ayuda Social Americana, con productos de allí que paliaban las necesidades en la posguerra española. Estados Unidos no se fiaba de canalizar esa ayuda estado-estado y se hacía a través de nosotros; de ahí esa credibilidad que, con toda la humildad, siempre ha tenido Cáritas: la fiabilidad de que la ayuda llegaba a los pobres.

–¿No se fiaban de la dictadura?

–Efectivamente, por eso se hacía a través de entidades religiosas. Hay que reconocer que la política también tiene sus intereses; eso se sigue viendo hoy en día en el tercer mundo, donde los gobiernos manejan las ayudas internacionales en función de lo que les conviene. La ayuda de Cáritas a Cáritas no tiene que pasar por la administración, porque los gobiernos pueden utilizarla, manosearla y tener una herramienta más de control.

El panorama de antes y ahora no tiene nada que ver, pero seguro que Cáritas sigue siendo necesaria

–Hay gente que piensa que no deberíamos estar ni siquiera, y otros que somos un incordio, sin embargo seguimos siendo necesarios porque aún hay dolor y sufrimiento en nuestro mundo. Y Cáritas tiene otra particularidad: somos una entidad que depende íntegramente de la Iglesia, que no está centralizada ni es monolítica, sino que estamos presentes en cada barrio y cada pueblo.

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–¿Y por qué dice que para algunos es un 'incordio' esa labor?

–Pues porque la pobreza molesta, y recordar que hay pobres también. Porque cada vez tendemos más al individualismo, y porque nuestra 'hiperposmodernidad' nos lleva a la aporofobia (el miedo al pobre). Por desgracia ha ido calando el mensaje de que ellos son los culpables de su pobreza, que están así porque quieren. No queremos que molesten, y nos acostumbramos a que ya hayan formado parte del paisaje. Y eso nos duele en el corazón, porque los pobres tienen dignidad y en una sociedad desarrollada los más débiles tendrían que ser el centro de nuestro mundo; al igual que una madre siempre está pendiente del hijo que tiene más dificultades. Necesitamos un rearme ético, porque a los extranjeros ricos que vienen a invertir no les tenemos miedo...

Dibújeme ese panorama de la pobreza en Málaga. En su última memoria se atreven a hablar por primera vez de escenario postcrisis...

–Sí, pero aún siguen los efectos. Nosotros lo comparamos con un terremoto: la crisis ha sido el seísmo, cuando sucede la gente se vuelca y llega la ayuda de emergencia, pero después de los temblores hay gente que sigue bajo los escombros y que lo ha perdido todo. Ya no estamos en aquel pico, se nota que han disminuido las atenciones, pero sigue habiendo mucha gente sepultada bajo esos restos. Ahora nos preocupa la desigualdad que se ha generado.

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Y en este escenario, ¿cuáles son los retos de futuro de Cáritas?

–El primero de ellos y uno de los más importantes es el de las migraciones: queramos o no esto es un signo que nos avisa de que estamos no ante una época de cambios, sino ante un cambio de época. La pobreza del tercer milenio está provocada por estos flujos, que siempre han estado ahí pero que ahora son de una mayor intensidad: si ahora en un 'clic' un padre es capaz de ver que en determinados sitios los niños viven dignamente y él tiene a los suyos de aquella manera, pues hace lo que sea, hasta meterse en una patera y beberse el pipí del compañero para sobrevivir. Y ahí tienen que entrar en juego la hospitalidad de los países y de la ciudadanía. Hace diez años pensábamos que los inmigrantes iban a solucionarnos el problema demográfico y que eran una tabla de salvación; hoy nos sobran aunque seamos un país de tránsito. Otro de los problemas importantes a los que nos enfrentamos es el de la precarización de la sociedad: hay una bolsa de pobreza que está estancada en la precariedad, no termina de salir porque el empleo hoy en día no es garantía de superar la pobreza. Y ya que hablamos de retos también hay que referirse al problema la vivienda en Málaga, que es mucho más que tener cuatro paredes: la vivienda se ha encarecido, pero sigue siendo un bien necesario para muchas familias que teniendo la ayuda aprobada no encuentran una salida. Igualmente preocupante es la inserción laboral, ya que no por mucho crear empleo podemos decir que las personas estén integradas. Y en este punto hay una evidencia demostrada: lo que se destruye en bienestar cuando estamos en épocas de crisis no se reconstruye al mismo ritmo cuando empiezan las vacas gordas.

Me hablaba de las migraciones, ¿qué piensa del discurso creciente de que no hay sitio para todos?

–Es verdad que ese mensaje está calando, y mucho. Nosotros de hecho tenemos una campaña específica para luchar contra los bulos de la inmigración, insistiendo en que aquí no sobra nadie y que la casa común es de todos. Es tremendo: mira que yo vivo en un ambiente que tiende a la generosidad y a la entrega y veo a mucha gente con ese discurso, que es egoísta y además ignorante con lo que ha sido historia de la humanidad.

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Que haya menos pobres pero más vulnerables. ¿No es especialmente preocupante?

–Sí, es la cronificación de la pobreza: personas que tienen muy difícil reincorporarse al mercado laboral por edad o por su cualificación. Y porque además durante la época de bonanza vivían en un mundo aparentemente maravilloso pero en realidad precario: ingresos suficientes pero en una ocupación poco cualificada, una administración doméstica que no respondía a una solidez del empleo... Ahora hay que construir de nuevo cuando todo eso se pincha.

«La pobreza molesta, y recordar que hay pobres también: pensamos que están así porque quieren»

el miedo a los pobres

«Queramos o no, son un signo de que no estamos en una época de cambios, sino en un cambio de época»

las migraciones

–¿Y cómo se aborda la ayuda, desde cero, a personas que disfrutaban de cierto bienestar?

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–Hay que reconocer que dar de comer debe ir más allá de lo material. Muchos identifican la caridad de Cáritas como algo paternalista, pero eso muy interesado e ignorante. En estos cincuenta años hemos promocionado también a las personas, de hecho multitud de cooperativas se crearon al amparo de Cáritas y siguen funcionando. Aun así, hay que admitir que a veces hay que poner tiritas: no se puede arreglar el problema estructuralmente, pero la ayuda es ágil e inmediata. Nosotros no decimos «vuelva usted mañana», porque a las personas hay que darles el pan y las rosas: el comer y el sentido de la vida. La pobreza es muy compleja y no se refiere sólo a lo material; también a los valores, a lo cultural, a las perspectivas para salir adelante.

Es decir, que además de la ayuda hacen seguimiento...

–Las palabras son acoger y acompañar, y en el acompañamiento es donde Cáritas echa el resto. Nosotros tenemos una proximidad con las personas, conocemos sus vidas internamente y podemos decir esta ayuda sí o esta no, porque las soluciones no llegan sólo con una entrevista ni con una ayuda económica, hay que hacer un seguimiento.

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–¿Todo el mundo se deja ayudar?

–No, todo el mundo no. En Cáritas somos muy bien vistos cuando damos cosas, pero a veces hay que decir no. No todo el mundo reconoce que es responsable, en parte, de su situación. Hay gente que forma parte del grupo de los incapacitados sociales, que se han convertido en dependientes, sólo como receptores de derechos y no de deberes, por eso hay veces que hay que decir «hasta aquí hemos llegado». Nos critican mucho por eso, pero es que Cáritas conoce tanto a las familias que es capaz de decir: «Mira, tú vienes a pedirme ayuda para una lavadora pero es que en tu casa hay». Salir de la pobreza necesita del compromiso no sólo de los ayudantes sino también de las personas que reciben la ayuda. La dignidad de la persona está en el centro de todo, pero no por eso puedes esperar que te las den todas. Las artimañas en el mundo de la pobreza son grandes y la experiencia nos dice que el que más grita es el que más se lleva; y eso no nos gusta.

–¿Cuál es el reto más complejo para una persona en el tránsito de la exclusión a la integración?

–Yo hablaría de dos. En primer lugar la propia resistencia de la persona a vivir en libertad y en otro contexto, ya que la pobreza y la exclusión acostumbra a la persona y le da seguridad. Cuando tú le dices a una madre que se tiene que levantar temprano para asear a sus hijos y llevarlos en condiciones al colegio es como un salto al vacío, un cambio total de mentalidad; y eso es muy complicado. Y la otra parte difícil es que la sociedad tenga la capacidad de abrir las puertas.

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Me habla de madres. ¿El perfil del pobre sigue siendo el de una mujer, joven y de nacionalidad española?

–Sí, y además insistiendo mucho en lo de joven. Esa realidad tiene mucho que ver con la transmisión de la pobreza de padres a hijos, y también con la feminización: cuando una mujer joven, con dos hijos pequeños por ejemplo, tiene una ruptura familiar y matrimonial y no tiene empleo porque antes vivía de los ingresos de la pareja y no hay una buena relación, entra en el círculo de tener que pedir. Los padres dejan de poder echar una mano, los hermanos tampoco... y entra en la pobreza con la dificultad añadida de encontrar un empleo teniendo cargas familiares.

«Muchos identifican nuestra caridad como algo paternalista, pero eso es interesado e ignorante»

las ayudas

«Hay veces que hay que decir 'hasta aquí hemos llegado': salir de la pobreza necesita compromiso»

uso y abuso

En 2017 atendieron a más de 11.000 personas. ¿Cómo recuerda los picos más duros de la crisis donde los picos llegaron a 70.000?

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–Fue muy duro ver cómo en las parroquias las colas daban la vuelta y cómo nuestros equipos tenían que duplicar los días de atenciones. Era muy difícil dar esperanza en esas circunstancias, con gente escondiéndose en la sala de estar de las parroquias para que no la vieran sus vecinos. Pero por otro lado me quedo con la enorme solidaridad de los que ayudaron: no sólo económica, también de socios y sobre todo de voluntariado, y ver cómo íbamos buscando soluciones entre todos.

–¿Volveremos a eso?

–No sería extraño que pudiéramos repetir la historia, no.

–¿Qué nos hemos dejado por el camino?

–(Se toma un tiempo para responder). Una cosa está clara, y es que ya no somos los mismos. Hemos perdido musculatura ética y moral, porque hemos asumido que son picos a los que hay que acostumbrarse, donde los más débiles se quedan atrás y los más fuertes sobreviven. Por eso te digo que eso nos condena a repetirlo.

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«Cáritas no es una ONG ni una asociación. Cáritas es la Iglesia». Lo decía el obispo en la presentación de su última memoria. ¿Cuál es la diferencia que quieren marcar con respecto al resto?

–Estamos inscritos en el registro de ONGs porque es la mediación civil para intervenir, pero no somos una ONG, sino la Iglesia. Tampoco somos un grupo de buena gente que se asocia en defensa de la justicia social, y creo que eso a veces se utiliza de manera interesada.

–¿Por qué?

–Porque gusta disociar las ideas: como que Cáritas es ese grupo de buena gente y la Iglesia es otra cosa. La parte de la Iglesia sigue molestando, y se tiende a ver a Cáritas como la cara amable. Y no, somos la misma Iglesia, con nuestros errores y nuestros aciertos, y tenemos la misión de evangelizar a través de nuestras obras.

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«Hemos perdido musculatura moral y asumimos que los más débiles se quedan atrás»

el 'después' de la crisis

«La parte de la Iglesia sigue molestando, y se tiende a ver a Cáritas como la cara amable»

cáritas y la iglesia

Hablemos de los errores. ¿Cómo valora el encuentro reciente en Roma para abordar el problema de la pederastia en la Iglesia?

–El encuentro ha sido un hito histórico. Haber congregado a más 100 conferencias episcopales de todo el mundo ya señala la envergadura del problema. Hay que destacar la valentía y lucidez de Papa Francisco para convocar este encuentro, abordar el problema sin tapujos, dando la voz a las víctimas y planteando medidas muy directas y concretas para toda la Iglesia. Me pareció impactante el discurso con el que el Papa clausuró el encuentro, volviendo a pedir perdón y llamando a luchar contra el abuso de menores en todos los ámbitos y a extirpar este mal de nuestra sociedad.

Precariedad en el empleo, difícil acceso a la vivienda, escasez de políticas de apoyo para la conciliación familiar... ¿No cree que estos rasgos de la nueva sociedad son una amenaza generalizada para todos?

–Totalmente, y después de la crisis más. Y eso es peligroso. Los seres humanos cada vez somos más vulnerables, porque construimos nuestra vida sobre el tener y no el ser; porque necesitamos estar constantemente dando la talla y porque nuestros vínculos humanos han quedado relegados a un segundo plano. Y lo que nos llena de sentido es otra cosa: tenemos casos reales de gente en Cáritas que teniéndolo todo han terminado en nuestro centro de Calor y Café.

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–¿Cómo ha funcionado ese centro en el último año y medio? ¿Hemos bajado de las cien personas durmiendo en la calle al día?

–Sí, hemos bajado porque se ha abierto ese centro. Dicen que ahora duermen en la calle 85 personas, pero es que nosotros tenemos 25 plazas que son los que hemos sacado de la calle por las noches. Hacen falta más recursos por parte de las administraciones. En el caso del centro, el balance está siendo muy positivo aunque la mala noticia es que Calor y Café sigue siendo necesario.

Dígame, para el centenario de Cáritas en Málaga le gustaría que el titular fuera...

–Que Cáritas sigue siendo la ternura de la Iglesia a los más débiles sin distinciones ni chantajes: aquí nadie tiene que pasar por un sagrario ni rezar un padrenuestro para recibir la ayuda, y eso nos hace muy grandes.

«La gran celebración de Cáritas será con sus voluntarios»

Metido de lleno en los actos de celebración del 50 aniversario de Cáritas en Málaga, Sánchez Heras tiene clara cuál ha sido la clave de haber llegado tan lejos en este medio siglo: sus voluntarios. Hoy suman más de 1.500 en la provincia, y serán ellos los protagonistas de uno de los actos centrales del aniversario, que tendrá lugar en la Catedral. El pasado mes de enero arrancaban el calendario de la conmemoración con un ciclo de conferencias, y en las próximas semanas se pondrá en marcha una exposición itinerante de fotografías por Málaga y Melilla con los hitos más relevantes de esta historia que, en palabras de su director, «es el testimonio del amor de la Iglesia».

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