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Nuria Triguero
Domingo, 30 de septiembre 2018, 00:39
Un día están en un entorno seguro y protegido, con todas sus necesidades cubiertas. Al día siguiente se ven en la calle, solos. Este es el abismo al que se enfrentan los jóvenes marroquíes y subsaharianos que llegaron a España de forma irregular siendo adolescentes –oficialmente denominados MENA: Menores Extranjeros No Acompañados– en el momento en que cumplen 18 años y termina su estancia en centros de menores. La desprotección de este colectivo ha sido denunciada por el Defensor del Pueblo y organizaciones no gubernamentales. Y es que aunque sobre el papel existe una red de apoyo para facilitar la transición de estos chavales a la vida adulta –el Programa de Mayoría de Edad de la Consejería de Igualdad–, la realidad es que los recursos son absolutamente insuficientes. No hay bastantes viviendas donde alojarles hasta que consigan independencia económica, por lo que muchos se ven obligados a elegir entre dormir en la calle o en albergues para personas sin hogar.
Y esto sólo es una parte del problema: las trabas burocráticas les ponen muy difícil conseguir un trabajo, ya que la mayoría de estos jóvenes sale de los centros de menores en situación de «residencia temporal no autorizada a trabajar». Eso quiere decir que para conseguir un permiso de trabajo necesitan que una empresa se comprometa a hacerles un contrato de un año a jornada completa. Este círculo vicioso hace que muchos acaben en situación de irregularidad administrativa, pues para renovar el permiso de residencia necesitan facilitar un domicilio del que carecen.
A este oscuro panorama se enfrentan cada año más de un centenar de jóvenes –la inmensa mayoría varones– en la provincia, a juzgar por las cifras que maneja Málaga Acoge. «En lo que va de año llevamos 96 MENA atendidos», explica Irene Peñalver, técnica de empleo en esta ONG. «Son chavales marroquíes o subsaharianos que salen de centros de menores de Málaga y Melilla al cumplir 18 y no están preparados en absoluto para llevar una vida autónoma», incide. La asociación gestiona dos pisos cedidos por el Ayuntamiento donde da cobijo a chicos que acaban de perder la tutela de la Junta, además de otras dos viviendas en colaboración con RAIS Fundación para los chavales que dan el último paso hacia la autonomía. También otras ONG como Mundo Infantil ofrecen alojamientos de este tipo, aunque son a todas luces insuficientes para cubrir la demanda. «Las alternativas que les quedan a los que no consiguen plaza son duras: la calle o el albergue», resume Peñalver.
Conseguir trabajo es un objetivo perentorio para estos chicos, puesto que representa el puente que les salva de entrar en la clandestinidad. «Si no consiguen encarrilarse pronto hacia el mercado laboral, son carne de cañón», advierte Peñalver. Este año la Obra Social La Caixa y Fundación Cajasol han creado, dentro del programa Incorpora Joven, una línea específica para promover la inserción laboral de inmigrantes extutelados que en Málaga desarrollan ONG como Málaga Acoge, Arrabal-AID y Prodiversa. «Está dando muy buen resultado, sobre todo las acciones formativas con prácticas en empresas», apunta.
irene peñalver, málaga acoge
Álvaro garcía, arrabal-aid
a. j., extutelado de sierra leona
El proyecto tiene tres líneas de actuación. Una es la orientación laboral, que se convierte de facto en «orientación para la vida, porque estos chicos están muy perdidos cuando salen de los centros de menores y necesitan un referente adulto», apunta Irene Peñalver. Otra es facilitar el retorno educativo. «El año pasado se matricularon más de 30 jóvenes para terminar la ESO. Que tengan el título es fundamental porque así les pueden hacer un contrato de formación», apunta Peñalver. La tercera pata consiste en acciones formativas con prácticas en empresas. Málaga Acoge ha completado ya un curso de ayudante de cocina y otro de camarero y en octubre iniciará otro de comercio, con 15 plazas cada uno. «Ahora mismo se están tramitando cuatro permisos de trabajo de chicos que lo han hecho tan bien en las prácticas que las empresas les quieren dar una oportunidad», añade esperanzada.
Desde Arrabal-AID también muestran su satisfacción con los resultados de estas acciones formativas. Esta organización desarrolla ahora el primer curso para jóvenes extutelados, que es de reutilización y reciclaje de aparatos electrónicos. Los 12 participantes están ya realizando las prácticas en la empresa malagueña Imán Medioambiental. Uno de ellos es A. J. Nació en Sierra Leona y llegó a Málaga a los 16 años. Ahora tiene 18 y se considera afortunado, ya que desde que salió de la Ciudad de los Niños tiene plaza en un piso tutelado. Pero en su semblante, demasiado serio para su edad, se percibe el agobio de saber que el tiempo se le agota. «Tengo que conseguir un trabajo antes de que me tenga que ir del piso», explica. Esta urgencia le obliga a aparcar por el momento su sueño, que es estudiar Informática. A A. J. se le da bien estudiar: sacó la ESO con una nota media de 8,55. También tiene facilidad para los idiomas: habla inglés, árabe, francés y español. Ahora exprime al máximo su tiempo: por la mañana hace las prácticas del curso de electrónica, por las tardes va a un curso de la Fundación Laboral de la Construcción y en el poco tiempo que le queda está sacándose el carné de conducir.
Álvaro García, técnico del programa Incorpora Joven en Arrabal, destaca las «enormes ganas de trabajar» de A. J. y el resto de jóvenes inmigrantes a los que atiende. «Saben que son la esperanza de sus familias y tienen ganas de comerse el mundo», afirma. De hecho, confía en que varios de los participantes en el curso de electrónica acaben siendo contratados por la empresa donde están haciendo las prácticas, ya que «están muy contentos con ellos». A finales de agosto empezará otro curso de ayudante de camarero y 'office' en el que participarán otros 12 alumnos.
Iniciativas como la de Incorpora Joven dan esperanza a este colectivo, pero no solucionan su gran problema: la falta de permiso de trabajo. «Es un sinsentido que se tutele a unos niños durante años, se invierta tiempo y recursos en ellos y cuando ya pueden devolver esa inversión a la sociedad, se les ponga un muro. Son chavales que tienen una actitud excelente y si se les diera una oportunidad, en seguida encontrarían su camino», reflexiona Irene Peñalver.
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