Como levanta pasiones, filias y fobias, los que tienen otras inquietudes políticas apenas se pararon a analizar lo que expresaba Pablo Iglesias cuando la noche ... de autos decía adiós a la política de primer nivel tras las elecciones de Madrid. La frase, para afirmarla uno mismo, tiene su aquel: «Dejo la política, ya no sumo». Si alguien no suma, puede dejar el marcador tal como estaba, o incluso restar. Para un personaje como Iglesias, que supuso todo un revulsivo para el panorama político español cuando surgió Podemos en las elecciones europeas en 2014, tuvo que ser un trago. Mariano Rajoy, cuando le descabalgaron del Gobierno, fue más positivo consigo mismo: «Es lo mejor para mí y para el PP. Y creo que también para España». Albert Rivera, dijo, también en clave personal, que «la vida es mucho más que la política». Iglesias y Rivera, dos liderazgos relativamente recientes, que se amortizaron muy pronto frente a Rajoy. Es la era de las nuevas tecnologías, todo llega rápido, de forma explosiva y novedosa, y muchas veces se va de la misma forma. La cuasi eternidad que supone el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, una raya en el agua.
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El edil de Adelante Málaga, Nicolás Sguiglia, lo explica de forma sencilla: «La política institucional tiene fecha de caducidad». Lo dice a colación del proyecto que compatibiliza por las tardes con su labor de concejal y con el que está ilusionado. Desde enero da clases para cumplimentar la parte práctica de un máster de profesorado sobre Formación y Orientación Laboral (FOL). Antes estudió Sociología y Ciencias Políticas en la UNED e hizo otro máster de Derechos Humanos y Desarrollo en la Pablo de Olavide. Hasta que acabe el curso, en junio, dedica tres tardes a la semana a los niños y no tan niños del Instituto Rosaleda. Desde los 18 años hasta los 40 y más, que se están reciclando en el mercado laboral, explica. Alumnos de soldadura y calderería, gestión del agua, y agencias de viajes.
Sus oyentes, unos 45, no saben que Sguiglia es un munícipe. Él no quería que hubiese sesgo político en sus clases, que no estuviese asociada la marca de su partido, Podemos, a sus tareas en la enseñanza. «No quiero que interfiera en la manera de escucharme, con menos atención, con prejuicios; creo sinceramente que podría alterar la dinámica pedagógica». Y ahora, ¿cuándo se enteren? «Pues nada, si lo leen, soy yo», dice entre risas.
Sguiglia es pareja de una exconcejal de IU en el Ayuntamiento (Ana García Sempere), formación con la que Podemos es coalición, tiene una hija, y suele comentar lo que le importa la educación de las nuevas generaciones. Él quiere que aprendan a reflexionar y a expresar sus ideas. De hecho, en los plenos es uno de los que más disfruta con la dialéctica, lo que se nota en sus intervenciones. Su objetivo es que sus alumnos conozcan cómo deben ser sus condiciones laborales, sus derechos, la prevención de riesgos en el trabajo así como a hacer su currículo y buscar activamente empleo, la asignatura que imparte. Sguiglia está satisfecho de su ocupación como concejal, pero quiere ver más allá de lo que vive ahora. No es esa es la actitud de la mayoría de los que se sientan junto a él en el salón de plenos. Hoy por hoy su caso no es común. Una rara avis.
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