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Desde ayer lunes también se aplica el pasaporte covid en Andalucía para entrar a los negocios de hostelería y restauración. Esto significa que solo pueden ingresar al interior de los establecimientos los clientes que pueden demostrar que están vacunados con la pauta completa, recuperados o en disposición de un test negativo que pruebe que no tienen el coronavirus. Los trabajadores son los encargados de comprobar que se cumpla uno de estos requisitos en la puerta. En Málaga capital, el primer balance de esta medida impuesta por la Junta de Andalucía para contener la pandemia permite hablar de una jornada sin incidencias reseñables por parte de los clientes, que han aceptado esta media de buen grado. Y también de algunas dificultades en su aplicación. Sobre todo, por la caída del sistema de Salud Andalucía, que impidió a los trabajadores escanear los respectivos códigos QR. Un problema que se logró solucionar sobre el mediodía. Los hosteleros ven el pasaporte Covid como mal menor: principal es evitar nuevas restricciones.
Si realmente servirá de algo se verá en las próximas semanas. En un principio, decaerá el próximo 15 de enero. Las terrazas, aunque existe la recomendación por parte de la Junta de que se realice, están excluidas de este control.
Carlos Muñoz es uno de los camareros del Bar Plaza, en la Alameda Principal. La entrada a este negocio donde se sirven desayunos desde primera hora de la mañana, recuerda ahora un poco al de una discoteca. Una cinta separadora y un cartel avisan de que los clientes que quieren pasar para dentro tienen que mostrar un certificado con uno de los tres supuestos mencionados.
Muñoz, al igual que el resto de sus compañeros, está obligado a cotejar la información con un correspondiente documento de identidad, como pueden ser el DNI o el carnet de conducir. Carlos mira el reloj, que marca las una y media. «Por ahora, solo un cliente se ha marchado porque no ha querido o porque no puede mostrar el certificado de vacunación», explica a SUR.
Elvira García, una clienta que llega para «tomarse un café», es uno de los muchos testimonios recabados que refrendan que el pasaporte Covid se ha estrenado con una buena aceptación general. «Yo lo veo bien. Creo que ofrece más seguridad a los clientes y también en los trabajadores. Además, creo que puede servir para que algunos de los que no estén vacunados, se decidan y den el paso de ser solidarios», manifiesta.
Las dudas sobre la viabilidad de que los establecimientos podrán controlar a todos sus clientes se tendrán que resolver en los próximos días y en los momentos más álgidos de la Navidad. La afluencia de clientes de un lunes, jornada laboral, no se puede comparar con la de los fines de semana o días festivos.
Belén Calvo, camarera en La Farola de Orellena, confirma que «por ahora nadie ha puesto problemas». Según explica, la mayoría de clientes que han decidido entrar al interior ya tenían el certificado en el móvil, listo para enseñarlo.
Nicolás Moreno y Julia Torres, un matrimonio que ha parado para tomar una caña, avalan el pasaporte: «Nos sentimos más seguros sabiendo que las personas que entran están todas vacunadas», coinciden ambos y asientan con la cabeza. «Lo que no sería lógico es poner más restricciones a la hostelería. Con lo que han padecido en estos dos años», añaden.
La solicitud del pasaporte Covid para entrar a restaurantes y bares equipara a Andalucía con otras comunidades autónomas y otros países del entorno europeo, como pueden ser Italia, Alemania o Holanda, donde esta medida lleva meses en vigor. En todos, los contagios se han multiplicado de manera exponencial.
Evelyn y Daniel, dos turistas holandesas, de vacaciones en Málaga, que se encuentran en una terraza en uno de los restaurantes del Muelle Uno, ponen en duda la utilidad del pasaporte: «En Holanda llevamos meses con él y desde hoy el país ha vuelto al confinamiento».
Aunque el primer día haya discurrido sin incidencias, el pasaporte Covid significa un esfuerzo añadido para los hosteleros, que ahora también tienen actuar de vigilantes de seguridad. Imram es el encargado del restaurante griego Saloniki y reconoce que le da cierto reparo pedir el DNI a los clientes. «Nuestra misión es hacer sentir al que viene que está en su casa, no la de ponerle reparos para entrar», explica.
Sobre todo, teme la pérdida de muchos clientes extranjeros. «Los centroeuropeos ya son muy reacios o reaccionan mal en muchas ocasiones cuando les avisamos de que tienen que ponerse la mascarilla para ir al servicio. Imagina pedirles un documento de identidad», augura momentos incómodos.
Javier Frutos, el presidente de la Asociación de Hosteleros de Málaga (Mahos), apeló al cumplimiento de la medida por parte del gremio. «Creo que vamos a ser responsables y se cumplirá con normalidad. Puede que los primeros días haya un poco más de problemas en su aplicación, pero nada más», expresó Frutos a este periódico.
A pesar de que Mahos se haya mostrado a favor del pasaporte Covid, también hay hosteleros que critican que la medida es «incoherente» porque solo aplica a la hostelería y la restauración, pero deja al margen a comercios y grandes superficies. «La hostelería siempre tiene la culpa de todo. Para qué sirve que yo aquí controle el pasaporte covid si el cliente luego se puede ir a un centro comercial o meterse en una aglomeración», se pregunta Miguel Valdivia, dueño de la Taperia Valdivia, en Ciudad Jardín.
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