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Frente a la tentación demasiado poderosa de comparar la rutina de la familia Castillo Cobos con la disciplina militar, una frase al otro lado del teléfono confirma la certeza de que, si se quiere, todo acaba fluyendo. La enuncia Juanjo, el cabeza de esta familia ... numerosa con diez hijos de entre 2 y 22 años. «Mira, llevamos veinte minutos hablando; yo estoy en medio del salón y no has escuchado ni un ruido», celebra. Ese salón, con terraza ganada desde hace años para hacer más con menos, es el centro neurálgico de un hogar con dimensiones «normalitas» que pone a prueba la intendencia si se tiene en cuenta que este piso ubicado en Carretera de Cádiz y a 300 metros del paseo marítimo tiene tres habitaciones y, efectivamente, al otro lado no-se-escucha-un-ruido cuando el reloj marca las siete de la tarde. «Cada uno se busca la vida como puede; hay que echarle imaginación», confirma a modo de titular para dibujar esa armonía.
Algunos terminan las tareas escolares, los más pequeños juegan, otros «tocan la guitarra» para poner banda sonora al encierro y Juanjo, profesor interino de Geografía e Historia en el IES Picasso, acaba de terminar la intensa jornada de clases virtuales tras la ronda diaria de consultas vía email y whatsapp con sus alumnos de Secundaria y Bachillerato. «Son un grupo estupendo, estamos en contacto permanente y la verdad es que confío en ellos; los quiero como si fueran hijos míos...».
Los de verdad recibieron hace unos días, después de seis semanas encerrados, la noticia de que los niños podrán salir a la calle con ciertas condiciones a partir del domingo, y ahora las charlas en casa se aderezan con esa emoción contenida por estar de nuevo al aire libre. Pero no todos podrán disfrutar de ese pequeño margen. Juanjo pasa lista a esta amplia familia que tiene su otro gran pilar en Visitación (Visi para todos), su mujer, economista de profesión pero ahora dedicada a la casa y a los niños: Visi (22 años), Felicidad (20), Juan José (19), Pedro (16), David (15), Clara (12), Isaac (10), Rubén (8), Esther (6) y Pablo (2).
Desde Clara para abajo podrán salir desde el domingo siguiendo las recomendaciones. «El resto tendrá que esperar, pero se les explica y no hay ningún problema», observa Juanjo haciendo parada en los casos de Pedro y David, «que son quizás los que peor lo llevan porque son muy activos y deportistas y echan de menos el aire libre (...). Aunque eso ya nos pasa a todos, también los pequeños extrañan las patadas al balón y hasta yo quiero ya montar en bici, que tengo 52...», bromea. Mientras llega el momento, los días en familia pasan «con imaginación y esfuerzo, y con la ayuda de Dios vamos llevando bien esta etapa de nuestras vidas».
Esas rutinas empiezan muy temprano en la casa de los Castillo Cobos, donde es imprescindible cierta disciplina para empezar a funcionar. En un momento, «las literas se recogen, se dejan las habitaciones despejadas y ya empieza cada uno con la actividad que le toque». La mayoría, estudio, con los tres hijos mayores ya en pleno ciclo universitario: «Visi hace Magisterio; Felicidad, Filología Hispánica y Juan José, Psicología». El resto, salvo el pequeño Pablo, se engancha a las clases virtuales dependiendo del curso. Pero antes toca desayuno. La pregunta es inevitable: «¿Que cuántos litros de leche gastamos al día? La verdad es que nunca los he contado, pero fácil tres. Y tres o cuatro barras de pan directamente», se ríe Juanjo mientras pone cifras a un hogar donde se baja a la compra «cada dos o tres días porque tampoco hay espacio para guardar tanto...». A esa lista de la compra de las últimas semanas también se han sumado los ingredientes de tres tartas para los tres cumpleaños que han celebrado en confinamiento. «En breve le toca a Pablo, el chico», dice Juanjo con la sospecha de que quizás también toque soplar las velas en casa.
La enorme mesa del salón hace las veces de despacho, que Juanjo comparte con algunos de sus hijos mientras estudian. Y a partir de ese espacio central se desarrolla el resto de la vida familiar, «desde ver juntos una película los fines de semana, que nos encanta; a las comidas, en las que ya antes de el encierro solíamos coincidir. Estamos acostumbrados a estar juntos, por eso llevamos la cuarentena relativamente bien». «Aunque con tantas edades pasa casi de todo», añade Juanjo para entrar en los 'casi de todo' de los últimos días: durante el confinamiento «han pasado cuatro la varicela, que en realidad tampoco sabemos si ha sido 'lo otro' -dice en referencia al coronavirus-; y varios ataques de ansiedad entre las dos mayores, agobiadas por los estudios y el futuro...». Pero por el momento toca esperar y hacer planes a corto plazo: el primero, ver cómo se organizan para ir saliendo a la calle por turnos. Y sobre todo, preparar la cuarta tarta del encierro. Que pese a esto, lo importante es soplar.
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