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Los retrasos en el ritmo inicial de vacunación han disparado todas las alarmas. Algunos países han puesto encima de la mesa la posibilidad de inyectar la primera dosis a un mayor porcentaje de población a costa de retrasar la administración de la segunda dosis ... requerida por la farmacéutica Pfizer, que establece que su producto ha de suministrarse en dos dosis con 21 días de diferencia. Reino Unido ya ha tomado esta decisión con el objetivo de inmunizar al máximo número de personas posibles, Alemania lo está estudiando y Dinamarca ha ampliado a mes y medio el tiempo entre la primera y la segunda dosis. En España, el Ministerio de Sanidad descarta retrasar la inoculación de la segunda dosis para aumentar el número de vacunados con una sola dosis. «Los ensayos no fueron diseñados para valorar la eficacia de una única dosis y nuestra apuesta son dos dosis», aseguró ayer la secretaria de Estado de Sanidad, Silvia Calzón, en sintonía con lo que anticipó el lunes el ministro Salvador Illa.
También la Agencia Europea del Medicamento (EMA) desaconseja retrasar más de 42 días la segunda dosis de la vacuna, aunque no ha prohibido a los países ampliar los plazos más allá de los 21 días prescritos por Pfizer. Este periódico se ha puesto en contacto con la farmacéutica, que recuerda de que «el análisis primario de eficacia final de nuestro estudio clínico de fase 3 demostró una tasa de eficacia de la vacuna del 95 por ciento en los participantes a partir de los siete días posteriores a la segunda dosis» y advierte de que, aunque parece que parte de la protección de la vacuna comienza después de la primera dosis (52 por ciento), «es posible que las personas no estén protegidas hasta al menos siete días después de su segunda dosis de la misma vacuna». Desde Pfizer insisten en que «se requieren dos dosis de la vacuna con 21 días de diferencia para proporcionar la máxima protección y esto se correlaciona con el nivel de anticuerpos neutralizantes». Por eso aconsejan a los profesionales sanitarios «que sigan las directrices oficiales sobre la administración de la vacuna».
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Especialistas en enfermedades infecciosas como José Manuel Bautista, catedrático en la Universidad Complutense de Madrid y secretario científico de la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular, apoyan la tesis de Pfizer: «Puede ser un error fatídico retrasar la segunda dosis de la vacuna porque se podrían generar mutantes de escape del virus por la presión de anticuerpos relativamente baja de la primera dosis. Creo que es importante administrar la segunda dosis sin demora». Preguntado por este periódico, Bautista considera que la decisión de países como Reino Unido es «arriesgada» cuando menos: «En los ensayos hubo casi un 50 por ciento de personas que se infectaron tras la primera dosis. No parece suficiente para combatir el virus. Si se producen mutaciones que le hagan escapar de la inhibición de la primera dosis se corre un riesgo grande». El bioquímico cree que el esfuerzo debería centrarse «en producir más vacunas y vacunar a un ritmo mucho más alto», aunque recuerda que el nivel de protección de la vacuna de la gripe «no es muy alto» y apenas alcanza el 60 por ciento: «Se considera que la protección de un montón de gente, aunque sea a ese nivel, es suficiente, pero la gripe no es pandémica como este coronavirus». Lo excepcional de este virus, insisten los expertos, es su altísima capacidad de transmisión muy por encima de la de otros virus de la familia de los coronavirus.
Otros especialistas consideran en cambio que las circunstancias extraordinarias de esta pandemia justifican un aplazamiento entre ambas dosis al entender que resulta más eficaz una estrategia consistente en vacunar al mayor número posible de gente, aunque sea con una inmunidad cercana al 50 por ciento, que garantizar la inmunidad casi total de un grupo de población más reducido. En esta teoría se apoyan Reino Unido, Dinamarca y Bélgica, países que, ante la escasez inicial de vacunas mientras aumenta la capacidad de producción, y a la espera de que la Unión Europea autorice otras vacunas como la del laboratorio estadounidense Moderna o el prototipo británico de AstraZeneca y la Universidad de Oxford, han modificado sus estrategias de vacunación al abrir la puerta a una demora de plazos entre ambas dosis. El virólogo belga Pierre Van Damme planteó incluso que se administrara sólo la primera dosis para inmunizar al mayor número posible de gente, o dejar la segunda para seis meses después, cuando haya producción suficiente.
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