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De aquella niña que salió del Altozano con su madre y su vecina y amiga Katy camino de Madrid no queda nada. Marisol no existe más que en el recuerdo de quienes fue musa de infancias y juventudes perdidas y en las hemerotecas, fonotecas y ... filmotecas. Fue un fenómeno internacional que llenó de gloria y dinero a muchísima gente, quizás demasiada, incluso a quienes no lo merecieron jamás, y que consiguió ser la niña más querida de España. La Academia de Cine decidió otorgar el Goya de Honor a Pepa Flores. La duda está en si irá o no a recogerlo, pero el premio está ahí y es, sin duda más que merecido.
Feliz en Málaga, donde goza de un anonimato que sus paisanos le conceden generosos sabedores de que tras el bullicio vivido necesitaba de paz y tranquilidad, con su marido Máximo, con sus hijas y sus elegidos y buenos amigos, Pepa Flores vive apacible y tranquilamente. Atrás quedaron las multitudes, las cámaras y los flashes, las discográficas y las revistas del corazón. Disfruta de Málaga y del mar. De su tierra, pero no puede luchar contra la historia: fue y es un mito.
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