Borrar
Rocío Reina pasea feliz junto a su pareja y sus dos hijos de año y medio, a los que tuvo tras dejar atrás un cáncer de mama. Migue Fernández
Padres pese al cáncer

Padres pese al cáncer

Cada vez son más los pacientes que congelan sus óvulos o esperma en la Unidad de Reproducción Asistida del Materno Infantil ante el riesgo de que el tratamiento oncológico o de cualquier otra naturaleza médica comprometa su fertilidad . Es gratis y sin esperas

Martes, 4 de febrero 2025, 00:26

Tenía 32 años cuando un cáncer de mama se cruzó en su deseo de ser madre. El año maldito de la pandemia acababa de echar a andar cuando Rocío Reina (Málaga, 1987) se topó con su propia realidad: un nódulo en su mama derecha durante una autoexploración en la ducha sembró de incertidumbre los propósitos para 2020. En ese momento, tiró de experiencia, porque como médico de familia sabía que a esa edad y sin antecedentes familiares había muchas posibilidades de que fuera un fibroadenoma (nódulo mamario no canceroso), pero las pruebas posteriores (mamografía, ecografía y una biopsia) confirmaron que la tumoración era maligna. «Sentí que la vida se detenía», expresa Reina que rememora esos días en los que en la consulta de oncología preguntaba por el pronóstico de su enfermedad, pero también si podría ser madre algún día si todo salía bien.

Fue entonces cuando la derivaron a la consulta de reproducción asistida del Hospital Materno Infantil para informarle de los efectos que los tratamientos, como la quimioterapia o la radioterapia, tienen sobre la fertilidad. Aún era pronto para saber a cuál de ellos se sometería, pero sí necesitaba conocer todas las opciones a su alcance para cumplir con su deseo de ser madre.

No siempre ocurre. El miedo a la enfermedad bloquea a los pacientes, centra todos sus pensamientos y no reparan en que tras superarla pueden retomar los proyectos de vida que aparcaron. «Hace unos años ser un paciente oncológico era pensar que te quedaba muy poco de vida y hoy en día, afortunadamente, muchos cánceres están en remisión y tienen una supervivencia muy larga», asegura la embrióloga Ana Ruiz, quien pone en valor el esfuerzo que se hace entre especialidades para que el paciente sea informado de que en la sanidad pública es posible preservar su fertilidad (con la congelación de óvulos o semen) antes de someterse a un tratamiento oncológico, de forma gratuita y sin listas de esperas. «Se hace inmediatamente, sea el día de la semana que sea», recalca Ruiz, quien trabaja codo a codo en la unidad con la también embrióloga y médico especialista en análisis clínicos, Isabel Castro.

El proceso es diferente en función del sexo y de la edad del paciente. El Materno Infantil de Málaga es referente en Andalucía en la criopreservación de tejido ovárico en niñas diagnosticadas de cáncer. «En este caso, la paciente se deriva desde pediatría a cirugía pediátrica, se estudia el caso, se reúne un comité y si cumple los requisitos, entonces el cirujano pediátrico extrae una cuña ovárica, se manda al banco de tejido y se congela», detalla Ruiz.

«Si es una mujer ya en edad adulta, mayor de 16 años, que se ha desarrollado y hay posibilidades de hacerle un reconocimiento vía vaginal, en función del tiempo que tiene hasta empezar su tratamiento oncológico puede decidir si hacerse o no el proceso de vitrificación». Éste, explica la doctora, conlleva un tratamiento hormonal con FSH para estimular el ovario y así aumentar la producción de ovocitos. Se pincha y su administración es similar a la insulina. «La paciente tiene que ponerse esa medicación todos los días, a la misma hora, durante 10 u 11, pero cada tres días tiene que ir al hospital para que el ginecólogo haga un control ecográfico, vea cómo va respondiendo el ovario y si es necesario aumentar la dosis o introducir algún medicamento más. En ese seguimiento, va viendo si el ovario tiene suficientes folículos (cavidad donde está el ovocito) como para que la punción sea rentable. Si es así, le pone la última medicación y a los dos días la paciente entra en el quirófano donde se le hace la punción –siempre con anestesia–. Con la ayuda de una ecografía transvaginal, se van pinchando esos folículos, se aspira su contenido y ya en el laboratorio, en ese líquido folicular, buscamos los ovocitos, los recolectamos, los cultivamos y los congelamos», detalla Ruiz.

La ginecóloga Ana Cerezo (izquierda), junto a la embrióloga Ana Ruiz, en la Unidad de Reproducción Asistida del Materno Infantil de Málaga. Marilú Báez

«Hace unos años ser un paciente oncológico era pensar que te quedaba muy poco de vida; eso hoy ya ha cambiado»

Ana Ruiz

Embrióloga

En el caso de los varones, si es un niño que aún no se ha desarrollado y no eyacula, «no podremos hacer nada», aclara. En el caso de un varón adulto, la congelación de semen se hace en el banco de tejido después de que aquí lo hayamos valorado».

El tiempo en esos casos es oro, porque el tratamiento oncológico es una prioridad, «de ahí que acortemos los plazos lo máximo posible». Esta es la razón, según Ruiz, de que cada vez sean más mujeres las que optan por preservar su fertilidad y siempre con el consentimiento del oncólogo, «ya que si, por ejemplo, fuera un cáncer de mama con receptores positivos y la mujer se quedara embarazada, esa subida de hormonas le podría reactivar el tumor».

En este sentido, la ginecóloga Ana Cerezo advierte de que la criopreservación no es una garantía total de que estos pacientes vayan a ser padres, «pero es una posibilidad que se les brinda y es un baza que tienen guardada por si algún día quieren usarla», apunta. Las tasas de embarazo se sitúan entre el 38 y el 40%.

Asegura que tras un tratamiento oncológico siempre conviene esperar. «Hay mujeres que recuperan por completo la función ovárica y a otras le disminuye esa reserva, por eso como no sabemos cómo va a responder cada persona a ese tratamiento, lo ideal es actuar antes de que lo reciban para anticiparnos a los posibles efectos secundarios».

En cualquier caso, son más hombres los que deciden congelar sus células reproductoras que las mujeres, «quizá por la facilidad y rapidez del proceso o porque cada vez la incidencia del cáncer es mayor», desliza Ruiz.

3 laboratorios hay en la unidad de Reproducción Asistida

Andrología, criobiología y embriología. Cada uno mantiene unas condiciones de acceso y ambientales muy estrictas (temperatura, esterilidad, humedad o nivel de partículas). Además, hay dos incubadoras 'time lapse', con cámaras de vídeo que registran cualquier incidencia en el desarrollo embrionario, lo que facilita la selección de los mejores embriones para su posterior congelación.

Pero la cartera de servicios de este laboratorio es más amplia y oferta todas las técnicas de reproducción asistidas, siempre que sean por una causa médica, ya sea cáncer, endometriosis severas, fallo ovárico oculto y personas transgénero. Además, realiza inseminación artificial y fecundación in vitro, y donación de ovocitos y de semen, «porque si una mujer se ha quedado sin reserva ovárica puede recibir también ovocitos de donantes antes de los 40 años». Esa es la edad límite para entrar en la unidad, «aunque en el caso de la preservación de ovocitos, lo ideal es hacerlo antes de los 35», aclara Cerezo.

En datos, el laboratorio tiene actualmente 679 ovocitos congelados para preservar la fertilidad de 98 pacientes. La media anual desde que empezaron hacerlo en 2015 (solo cinco pacientes) ha ido aumentando hasta registrar 26 pacientes el pasado año, en parte por razones oncológicas, pero también por la incorporación de pacientes transgénero al programa. En cuanto a los hombres, la media de 25 a 30 pacientes anuales se duplicó en 2024.

Con respecto a la utilización de estos gametos criopreservados para preservar la fertilidad, el pasado año recurrieron a ellos cinco mujeres, de las cuales, tres se quedaron embarazadas. Por su parte, 49 pacientes usaron el semen criopreservado, dando lugar a 13 embarazos.

Una vez congelados estos gametos, no tienen caducidad. Se pueden almacenar durante años y no hay problema. «El límite lo pone el oncólogo, que es quien decide cuándo la paciente está preparada para intentar quedarse embarazada, y la propia edad de la mujer. Antes, había que esperar al menos cinco años tras haber acabado con el tratamiento oncológico para someterse a uno de fertilidad, pero ahora los tiempos se van reduciendo», apunta Ruiz.

Llegado el caso y superada la enfermedad, añade la ginecóloga Ana Cerezo, lo primero que se les dice a los pacientes es que intenten el embarazo naturalmente. «Aunque cuando vienen por no haberlo conseguido, lo hacen con esperanza y con optimismo porque saben que ahora tienen una posibilidad real de lograrlo gracias a la preservación que hicieron en su día». Y cuando se hace la magia entre las cuatro paredes de este laboratorio puntero de Málaga y se produce el embarazo no sólo es un éxito a anotar en el 'haber' de sus profesionales, sino un logro «emotivo y gratificante, porque significará que la paciente ha dejado atrás la enfermedad», expresa Cerezo.

«Sentí que la vida se detenía cuando me confirmaron que era cáncer y tuve que aparcar el sueño de ser madre»

Rocío Reina

Madre tras superar un cáncer de mama

Cada vez son más los hombres y mujeres que piensan en su fertilidad antes de someterse a tratamientos agresivos como son la quimio o la radioterapia. Y aunque la finalidad es procurar la posibilidad de tener descendencia con sus gametos, «hay aspectos psicológicos que entran en juego en la preservación que mejoran la calidad de vida del paciente», según Encarnación A. Hijano, psicóloga de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF).

Fue el caso de Rocío Reina, que superado el miedo y el impacto emocional que supuso el diagnóstico de cáncer vivió con esperanza su recuperación tras haber congelado sus óvulos. Fue su ilusión y su motivación para salir adelante; sabía que si superaba el cáncer, tendría la oportunidad de cumplir su sueño de ser madre. Dos años después de acabar el tratamiento, su oncólogo le dio luz verde para que lo intentara.

No lo consiguió de forma natural y tras ser derivada a la Unidad de Reproducción Asistida del Materno donde tenía sus ovocitos congelados quedó embarazada por fecundación in vitro con el semen de su pareja. «Tras implantarme dos embriones, lo conseguimos a la primera», expresa con una alegría rebosante. En julio de 2023, nacieron sus pequeños (una parejita) después de una gestación «buenísima». Hoy Rocío sigue yendo a sus revisiones y el miedo a una posible recaída nunca termina de irse, pero se siente afortunada y «doy gracias a la vida y a la sanidad por estar sana y tener dos hijos maravillosos».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariosur Padres pese al cáncer