No tiene número. El edificio está en la calle Francisco Cárter . Delante, el colegio de las Misioneras Cruzadas. Su inquieto director, José Miguel Santos, ha ... sido la otra cara de la alfombra roja de los Goya llevándose los retazos que quedaban de ella a su centro escolar y haciendo sentir a sus niños que son estrellas por un día. Todo el mundo debiera tener derecho a un minuto de gloria. Un poco más arriba, los niños de la ludoteca del centro social 26 de febrero, que coordina la Asociación de Animación Malacitana, su alma mater Dani Fernández y su secretaria Tabita Heredia.
Una gran mesa. Niños jugando, dibujando y charlando animadamente como si lo hicieran en la plaza del pueblo. Fernández lo explica: «Aquí entran y salen como si estuvieran en la calle». Se lo dice al portavoz socialista en el Ayuntamiento de Málaga, Dani Pérez, y a su equipo de concejales, Lorena Doña, Alicia Murillo y Pablo Orellana. Hoy van a hacerle entrega de un regalo, de lo que podría ser su presente de Reyes Magos. Nunca es tarde si la dicha es buena. «Queríamos colaborar con la ludoteca y con el buen trabajo que hacen con los chavales y decidimos regalarles entre todos, concejales y técnicos del grupo, una mesa de ping y pong y los equipos para jugar», afirma Dani Pérez. A su lado, Alicia Murillo, la economista del grupo, explica que ha costado 220 euros, y que la aportación viene directamente del bolsillo de cada uno de ellos.
Las voluntarias, que realizan un curso de monitora en la escuela oficial de tiempo libre, Marina, Marta, Isa, Ilham, Inma y Carmen se presentan mientras Doña y Pérez deciden echar una partidita de ping pong con Hiba Zahara Erbib, de 12 años y Dauda D., de 8 años. A fuerza de hacerlo, deletrean sus nombres con destreza. Los dos han nacido en España, pero sus familias son de Marruecos y de Senegal, respectivamente. La habitación, llena de juegos que se apilan en las paredes, empieza a llenarse por arte de birlibirloque de niños que llegan al olor del chocolate con churros que ha traído el grupo socialista para merendar. «Lo ves, entran y salen cuando quieren, eso es lo mejor de aquí. Si la madre nos lo deja y nos dice que no se vaya sin permiso, así lo hacemos», explica Dani Fernández. Da gusto hablar con él.
Hiba Zahara va todas las tardes a la biblioteca del centro a hacer los deberes y cuando los termina echa un ratito en la ludoteca. «Es mejor estudiar aquí, hay más ambiente», dice resuelta.
Mientras tanto Dauda, que tiene un buen saque, acaba dándole con la pelotita a uno de los invitados. Risas. Carcajadas. «Perdona, ehh», dice riéndose pero avergonzado. Tras la anécdota, llega su hermano, que se suma feliz a la merienda. «Habíamos pedido una vídeoconsola», explica Fernández, pero el grupo nos dijo que mejor un juego con el que hacer deporte. Dani Pérez sonríe y abunda: «Claro, nosotros queremos fomentarles el deporte, así los días que haga bueno podrán sacar la mesa de ping pong a la calle». Este regalo, como explican, lo quieren enmarcar en lo que llaman la responsabilidad social corporativa del grupo, que cada año quieren dedicar a una buena obra.
Los niños (y niñas) salen a jugar al fútbol al patio trasero. Unisex. Los cables de la luz hacen malabarismos entre los edificios, que mudan la piel a desconchones. «La desigualdad está a la orden del día en este barrio», apuntan. Atardece en La Palmilla.
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