Aquel día iban a comprar una mesa más grande para el salón. Quedaban unas semanas para Navidad, habían echado cuentas y a los niños –por custodia– les tocaba con ellos. La señora con la que habían cerrado la venta se retrasó un par de horas, ... así que decidieron hacer tiempo en el local cercano de camas elásticas para que Álvaro (11), el pequeño de los hijos de ella, disfrutara un rato con aquellos saltos imposibles «porque nunca había ido a un sitio de esos».
Publicidad
20 minutos duró aquella primera vez para Álvaro y última para Antonio.
Antonio Robledo (39), Nono para todos, se despertó el 4 de enero. Había pasado la Navidad sin niños, ni mesa, ni gran familia reunida, ni chin-chín. También había pasado una voltereta. Y, con ella, una mala caída, la rotura de la quinta vértebra cervical, el daño en la médula y el diagnóstico. Había pasado el miedo de sus padres y de su pareja, Eva Ordóñez (46), convencidos de que, al verse ahí, él diría «hasta aquí»: «Por mi forma de pensar y de ver las cosas creían que no iba a querer vivir. ¿Pero sabes qué? Que es ahora cuando más ganas tengo».
Nono habla en su silla de ruedas. En realidad, Nono lo hace todo en su silla de ruedas. Aquella voltereta lo dejó tetrapléjico y llenó titulares unos cuantos días. De aquel 29 de noviembre han pasado diez meses y esa enorme mesa de Navidad se ha convertido ahora en una pequeña, como de playa y con hule de colores chillones donde Eva y Nono desayunan a diario y tratan de reconstruir los pedazos.
Que la vida se te da la vuelta en un segundo, como en una mala voltereta, lo lleva grabado a fuego el «tío coqueto y siempre hecho un pincel que adoraba el fútbol y tenía varios trabajos para llevar el dinero a casa sin hacer daño a nadie» –se define Nono. Lo lleva también su pareja desde hace cuatro años, convertida ahora en esa red que le faltó a Nono y que «nunca, nunca» –dice–, tuvo la tentación de «salir corriendo». «Al contrario, esto nos ha unido mucho más».
Publicidad
Del revés también todos los planes: los de él, con su trabajo de instalador de persianas de aluminio por las mañanas y vendedor en un puesto de castañas por las tardes; y los de ella, con sus «horillas limpiando en casas» y vendiendo pollos asados en el barrio de la Cruz Verde. Allí nacieron y allí volvieron a encontrarse después de que sus anteriores relaciones fracasaran y antes de que decidieran que sí, que merecía la pena esa segunda oportunidad a la que él aportaba dos hijos y, ella, tres y una nieta.
«Cuando pasó» estaban ahorrando para casarse y ahora hace meses que no saben lo que es tener un euro extra para darle el 'sí, quiero (y, sobre todo, puedo)' a un respiro.
Ella le acerca a la boca la pajita del colacao caliente y abre la enorme caja de pastillas ordenadas por días, colores e indicaciones. «Son quince diarias», dice Eva cogiendo la que toca y con el desparpajo de quien lleva toda la vida moviéndose entre analgésicos, camas articuladas, sillas eléctricas, sillas de ducha, pañales, empapadores, cremas antiescaras, sondas o bolsas colectoras. La diferencia es que toda esta vida está concentrada, como las pastillas, en una dosis de apenas tres meses, cuando a Nono le dieron el alta y salió del cascarón del Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo. Allí aterrizó unos días después del accidente. Llegó en helicóptero y aún sedado, con el diagnóstico a negro que nunca se espera pero que siempre sobrevuela de que en Carlos Haya ya poco podían hacer por él. Faltaba entonces una semana para la Nochebuena, pero Eva sólo recuerda las dos noches perras durmiendo con sus suegros en el coche a las puertas del hospital y esperando, si no el milagro, sí la noticia de que Nono había despertado.
Publicidad
antonio robledo, nono (39 años)
eva ordóñez (46 años)
Los milagros pequeños llegaron con la ayuda de una empresa malagueña que sufragó el alquiler de un piso en Toledo donde Eva tuvo techo los seis meses de la convalecencia de Nono; con los detalles sencillos de Gregorio, el taxista que cada vez que la veía bajarse sola y de noche del hospital la llevaba a casa aun sabiendo que no podía pagarle; con el vínculo con Soraya, la enfermera «y más que una amiga» que cuando baja a Málaga «ya se queda en nuestra casa» o, en fin, con los 50 euros que Ángel, el celador, les puso encima de la mesa para que llenaran la nevera en el primer permiso de Nono.
El milagro mediano llegó el día en que él movió las manos por primera vez, con ella agarrándolas fuerte en la UCI y susurrándole una canción mientras contenía el sigue-sigue-sigue.
El milagro grande aún no ha llegado. Tampoco lo esperan más allá de ganar tiempo para que en estos dos años Nono avance todo lo que pueda en su rehabilitación, porque los médicos dicen que, una vez pasado ese tiempo, la parálisis que hay es la que queda.
Publicidad
«En el Hospital de Parapléjicos hemos llorado mucho, pero también ha habido tiempo para las risas», bromea Nono. Como lo malo se intuye, prefiere tirar de lo otro. Lo hace rápido, encadenando una anécdota con otra como quien recuerda batallitas con antiguos colegas entre cervezas y cigarrillos. De lo primero no gasta; de lo segundo, sí. «Eva me tiene hasta que encender el cigarro cuando me apetece uno», dice ajustándose al dedo índice un «invento que encontré en Amazon» en forma de anillo y con un pequeño hueco para poder fumar sin ayuda.
Nono da una calada profunda y le pide a ella que enseñe el grupo de WhatssApp con los cerca de 40 que compartieron dolores con él en Toledo. Que el sentido del humor no cura pero al menos calma se ve en el nombre que se han dado: 'Los médulas rotas'. Ahí están los audios de Nono, que como no puede escribir con los dedos los 'peta' a mensajes hablados; o las fiestas a uno de los más veteranos cuando al fin le dieron el alta. También está Jonnhy, «mi ojito derecho», un chaval de 18 que compartió UCI con Nono porque se cayó por un terraplén con su moto de cross y se partió la espalda por varios sitios. Ahora, en su foto de perfil, el joven sonríe en su silla de ruedas enredando por la cintura a una de las auxiliares que lo atendió y que hoy es su pareja. «Es que allí también pasan cosas bonitas», justifican los dos como queriendo espantar a manotazos la imagen de un lugar en el que se sabe cómo entras y por qué lo haces. «Cada uno lleva su drama, pero hay momentos para el cachondeo: mira, como yo tengo una silla eléctrica, hacía el 'trenecito' y me llevaba agarrados detrás a cuatro o cinco en sus sillas manuales para ver a los patos del Tajo, que pasaba por detrás del jardín. ¡Un día se vino hasta uno que estaba en una cama boca abajo!», se ríe Nono recordando cómo, en las curvas, no era raro «que alguno descarrilara y se cayera al suelo».
Publicidad
De ánimos descarrilados y caídos por el suelo también ha habido mucho. Como cuando fue Eva la que tuvo que dar el triple salto para apañarse sola con Nono al llegar a Málaga el pasado mes junio y sentir que la puerta de casa se cerraba detrás de ellos. «Ya había hecho un máster acelerado en Toledo, me lo habían enseñado todo, pero...», admite superado ya el vértigo de los puntos suspensivos. O como cuando hubo que gestionar el sentimiento de dolor y culpa en Álvaro, el hijo de ella que saltaba con él en la cama elástica en el momento del accidente. «A mí me quiere como si yo fuera su padre; y yo, como si fuera mi hijo», interviene Nono, doblemente angustiado por ver al niño tan afectado. Hasta hace apenas tres semanas no han sido capaces de hablar juntos del accidente, «cada uno contando cómo se sentía y tratando de quitarle al chiquillo la responsabilidad de que estábamos ahí por él». «Pero el tío es tan inteligente –dice Nono con el orgullo de quien se siente efectivamente padre– que ha sabido procesarlo todo: ahora sólo está pendiente de mí y de lo que me hace falta».
Que es mucho.
Qué es si no la gestión de la incertidumbre y de todo lo que queda por delante. Lo más urgente –arranca Eva–, un cambio de vivienda, porque en ésta de Ciudad Jardín no salen ni las cuentas ni los espacios: «Pagamos 575 euros, y ya el mes que viene no llegamos; además, necesitamos algo que esté más adaptado al estado de Nono», dice dirigiéndose al baño y entrando en los detalles del ritual casi imposible de ducharlo un día sí y otro no. En los detalles de todos los otros rituales, antes impensables. Descolgar las puertas para que pase la silla; sentar, tumbar y levantar un cuerpo que ha perdido 20 kilos de peso pero no el 1,85 de altura; el «cambio postural cada tres horas para que no se escare...». Los riñones, desde hace meses, le duelen casi más que el dinero, que entra a cuentagotas en casa y se va más rápido que el agua de la ducha por el sumidero.
Noticia Patrocinada
La única ayuda de 450 euros que recibe Eva y que baja hasta los 300 cuando paga la manutención de su hijo menor los ha condenado a los dos a la doble dependencia: la física y la económica. Aún está pendiente el pago de la cantidad que le corresponde a Nono una vez gestionada la dependencia; y tampoco saben nada de la valoración de la discapacidad, que tuvieron que solicitar en Toledo porque en Málaga la lista de espera está en dos años de media. La del juicio por la indemnización que han reclamando al negocio de las camas elásticas, el Altitude Park, «tardará en llegar, porque mi abogado dice que estas cosas son lentas y hay que calcular bien todo lo que puedo llegar a necesitar en una vida sin autonomía», se conforma Nono, centrado en el corto plazo y en las pequeñas conquistas de la rehabilitación pero también en los «muchos planes» que sueña para los dos: «Uy, un viajito solos, aunque sea aquí al lado; o bajar al puesto de castañas que tenía en Mangas Verdes y que ahora es de mi hermano, para ver a mis antiguos clientes». Por seguir, «montarnos por primera vez en avión» o comprar la casa que tienen vista en Cártama, con una mesa grande y espacio suficiente «para cuidarlo» y para cuidarse. Darse el sí, quiero. Y por qué no; el del milagro del sí, puedo.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.