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La plaza de Uncibay es una de las más singulares del centro y zona de paso obligada
¿Quién da nombre a la famosa plaza de Uncibay?

¿Quién da nombre a la famosa plaza de Uncibay?

El espacio toma su nombre de Fernando de Anunçibay (o Uncibay), un capitán de origen vizcaíno que sirvió a los Reyes Católicos durante la conquista de Málaga. Fue regidor en la capital y en Bezmiliana, y sus restos fueron enterrados en la primitiva Iglesia de la Victoria. Esta es su historia

Domingo, 13 de octubre 2019, 00:54

Es una de las plazas más transitadas y conocidas del centro histórico, y aunque las prisas cotidianas no dejen apenas tiempo para reparar en sus edificios y elementos arquitectónicos más significativos, la plaza de Uncibay ocupa un hueco imprescindible en el callejero malagueño y en la memoria sentimental de muchos.

Ahora bien, sucede en demasiadas ocasiones que los destinos o lugares de paso más conocidos de la ciudad no lo son en absoluto si hablamos del origen de su nombre, de la razón por la que ese espacio se llama así. Y con la plaza de Uncibay ocurre eso. ¿De dónde viene esa denominación? ¿En honor a quién o a qué recibió la plaza ese nombre conocido por todos?

Para fijar el origen del nombre de esta plaza de forma triangular bordeada por las calles Méndez Nuñez y Calderería hay que remontarse a finales del siglo XV, en concreto a la época de la conquista de Málaga por parte de los Reyes Católicos (1487). En aquella campaña militar, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón recibieron la ayuda y apoyo de Fernando de Anunçibay (o Uncibay), un capitán de origen noble nacido en Vizcaya que se embarcó en esa empresa de la reconquista poniendo sus bienes al servicio de la causa: la pérdida en el mar de una de las embarcaciones de su propiedad mientras daba apoyo a los monarcas hizo que estos se sintieran en deuda con el capitán vizcaíno y decidieran compensarle con tierras de la recién conquistada Málaga. Y con ellas, Fernando de Anunçibay comenzaba a escribir, en el otro extremo de su lugar de cuna, la historia de un linaje que en los siguientes dos siglos tendría un peso específico no sólo en las más altas esferas políticas y sociales de la capital, sino también de la provincia.

Detalle de una de las vidrieras del Ayuntamiento de Málaga que inmortaliza la entrada de los Reyes Católicos en la ciudad.

En efecto, Isabel y Fernando compensaron a Fernando de Anunçibay con un conjunto de tierras en la cercana Bezmiliana (hoy Rincón de la Victoria), al objeto de que éstas fueran repobladas por vecinos cristianos. De hecho, y tal y como recoge el doctor David Cuevas Góngora en un artículo publicado por la Universidad de Málaga en el año 2010, Fernando de Anunçibay fue el primero en ocupar el cargo de alcaide de Bezmiliana «cuando los Reyes Católicos le hicieron merced de dicha alcaldía en 1496 y que sería confirmada el 12 de septiembre de 1497 por los días de su vida y otras dos vidas más que él señalase en su testamento u otro documento». Aquel privilegio lo mantuvo Anunçibay hasta el año de su muerte en 1518; y posteriormente lo asumieron sus hijos Martín y e Íñigo.

Si la importancia de aquella familia de origen vasco fue relevante en el lugar y la fortaleza de Bezmiliana, en la capital también ocuparon los cargos más representativos de la administración local. Las crónicas de aquellos primeros años tras la toma de Málaga por parte de los Reyes Católicos confirman también que Fernando de Anunçibay fue compensado con tierras y casas en la ciudad, de la que fue nombrado regidor en 1493 bajo las mismas condiciones que en el caso de Bezmiliana, es decir, con el privilegio de dejar el cargo a sus hijos. En este sentido, cabe recordar también que en la Edad Moderna esos puestos de máxima responsabilidad en la administración respondían más a una herramienta para la promoción y el ascenso social de la familia que a una labor real de trabajo en beneficio de la ciudad. Así fue también en el caso de los Anunçibay, empezando por el patriarca Fernando, que se casó en Málaga con Isabel Tapia de Peñalosa y tuvo cuatro hijos varones cuyas descendencias directas o indirectas mantuvieron la influencia del apellido en la ciudad durante al menos dos siglos.

¿Dónde está enterrado?

Pero si la nobleza y la importancia de una estirpe familiar era valorada en vida, también lo era en la muerte. De hecho, la elección del lugar de enterramiento también decía mucho sobre el poder real de las familias. Y los Anunçibay quisieron dejaron constancia de eso en su tránsito al más allá.

A pesar de que no existen evidencias históricas concluyentes para determinar que el capitán vizcaíno está enterrado donde hoy se erige la Basílica de la Victoria, algunas investigaciones apuntan a que pudo ser así. No en vano, Fernando de Anunçibay tomó parte de la conquista de Málaga con los Reyes Católicos, y justo aquel lugar que hoy rinde culto a la patrona de Málaga fue el escogido por Fernando de Aragón para instalar su campamento mientras se desarrollaba la contienda (Isabel de Castilla levantó el suyo en la zona de la Trinidad).

Cuenta la tradición oral que el monarca soñó allí con la victoria sobre la ciudad tras encomendarse a una de las imágenes de la virgen que tenía en ese campamento, en concreto una que le había regalado su consuegro, el emperador Maximiliano I (padre de Felipe el Hermoso, marido de su hija Juana); y que al cumplirse la revelación mandó levantar allí una ermita en honor de la imagen. Unos años después, aquel símbolo se amplió con un convento y una iglesia, de la que sólo se conservan algunos restos. Allí, Fernando de Anunçibay adquirió una capilla para ser enterrado junto con sus descendientes: el noble murió en 1518, el mismo año en que se inauguró la primitiva Iglesia de la Victoria. La que hoy conocemos es de 1700, y con su construcción quedó borrada parte de la huella histórica de aquel lugar y sus protagonistas. Queda, sin embargo, la otra huella: la de la plaza con su nombre en el corazón de la ciudad que ayudó a reconquistar.

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