![Se necesitan familias de acogida en Málaga](https://s3.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/2025/02/07/1491971710-Re5D9SZK177wI1jUj38kqRL-1200x840@Diario%20Sur.jpg)
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El mensaje es claro y directo: «Necesitamos al menos a 50 familias acogedoras en Málaga para abarcar esta situación tan dura que estamos pasando». Esas son las palabras de Ruth Sarabia, delegada de Inclusión Social, Juventud, Familias e Igualdad de la Junta de Andalucía en Málaga. Según detalla Sarabia, en estos momentos hay alrededor de 940 menores tutelados en la provincia –cifra que va cambiando cada semana–, «nunca hemos manejado unos números tan altos en la delegación de la Junta en Málaga», asegura. De los menores tutelados, la mitad están en acogimiento y la otra mitad en centros de protección de menores. «Contamos con muchos menores de 12 años que están en centros y que no deberían crecer allí. No lo decimos porque no estén bien cuidados, sino porque necesitan un entorno familiar para crecer y sentirse queridos. Por eso hacemos un llamamiento a los malagueños para que se sumen a ser familias acogedoras de estos menores», subraya la delegada de la Junta.
Esta «situación dura» que expone Sarabia es algo que preocupa también a las asociaciones especializadas en acogimiento como la Fundación Hogar Abierto, que cita en este encuentro con SUR a la delegada para sumar apoyos y reflejar la realidad de los menores tutelados y las familias acogedoras en la provincia de Málaga. «Necesitamos a nuevas familias para poder atender a todos los chicos que nos llegan. Previamente les hacemos una entrevista de idoneidad, posteriormente realizan varios meses de formación y reciben en todo momento ayuda por nuestra parte una vez que acogen a alguno de los menores», explica el presidente de Hogar Abierto, Alberto Peláez.
Estos menores llegan tras vivir situaciones traumáticas como violencia entre los padres o incluso con ellos mismos, accidentes que desembocan en la pérdida de toda su familia o un entorno nada favorable para su crecimiento. «Llegan incluso a hablar entre los niños de sus experiencias personales, cómo se pegaban sus padres o cómo usaban el cuchillo para agredirse. En una de las sesiones con el psicólogo, uno de los chicos nos dijo una frase que nos dejó aterradas: 'Yo ayudé a mi madre a taparse la sangre. La sangre está primero caliente y luego se pone fría'», confiesa aún incrédula la psicóloga de Hogar Abierto, Antonieta Burón Esteban.
Aunque los perfiles de los niños están cambiando en los últimos años, según expresa Ruth Sarabia «ya no son sólo familias desestructuradas, también llegan niños de familias normalizadas en los que se han generado unos comportamientos de conducta que han provocado que los padres vengan a nosotros rindiéndose porque no pueden más». Además, desde la Junta inciden que quieren dar prioridad a los menores de 12 y 6 años. Entre los últimos datos aportados por el Gobierno andaluz, a nivel regional hay alrededor de 65 menores de seis años que necesitan una familia que les acoja.
Al analizar la situación en la provincia de Málaga, Sarabia lamenta «el cambio de estructura» en la sociedad que se ve reflejado en los tipos de acogimiento. «Vemos más generosidad en las personas que no tienen vínculo con los menores... Ahora hay abuelos, tíos y primos que nos dicen que no, que no quieren hacerse cargo del menor», confiesa. Eso supone que el acogimiento extenso, que como se determina al que se realiza por parte de algunos miembros de la familia, es cada vez menos común y, por tanto, reafirma aún más la necesidad actual de familias que quieran acoger a los menores tutelados. «Hay que decir, a las familias que no se deciden a hacerlo, que hay unas ayudas y subvenciones específicas para los cuidados de los menores», añade Antonieta Burón, de Fundación Hogar Abierto.
María Jesús Cochard Broncano, familia acogedora
A María Jesús Cochard no se le va de la mente la imagen de una pequeña de tres años cogiéndole la mano y diciéndole: ¿Quieres ser mi mamá? «Mira, mira, es que se me pone el vello de punta», señala mientras se remanga la camisa para enseñar el brazo. Ella es madre de una de las familias acogedoras de la Fundación Hogar Abierto y desde 2017, cuando vio un anuncio en el que se hacía un llamamiento, ha acogido a ocho menores. No estaba pasando por un buen momento cuando llegó el primer acogimiento. María Jesús Cochard superaba ese año un cáncer de mama y su hija fue víctima de violencia de género. «Esta nueva oportunidad nos dio la vida y nos ha brindado una forma diferente de ver nuestro día a día... En mi familia nos sentimos como si hubiese llegado un ser de luz a casa, nos dio todo una vuelta de campana», confiesa emocionada.
Su primera niña de acogida, ese «angelito de la guarda» como ella dice, está ahora en pleno proceso de ser su hija de adopción. «Recuerdo que tenía tres años cuando llegó con nosotros, me la entregaron dormida y desde que la conocimos ha sido todo muy especial. Mi pareja, mis dos hijos biológicos y yo nos volcamos con ella y nos ha enseñado muchas cosas; nuestra escala de valores como familia ha cambiado desde que empezamos a colaborar con el acogimiento familiar. Hemos aprendido a vivir mejor y disfrutar al máximo de cada detalle», cuenta María Jesús Cochard.
Incluso asegura con certeza que de no ser por empezar a acoger a niños, su familia hubiese estado «totalmente desestructurada». «Lo mejor que hemos hecho en nuestra vida es ser familia de acogida», afirma rotundamente. «En mi vida he ayudado a mucha gente, he trabajado, he hecho muchas cosas... Pero lo que más me satisface y me ha enseñado es esto, poder ayudar a niños que tanto lo necesitan», añade.
La llegada de la primera menor en acogida, que ahora ya es parte de la familia a todos los efectos legales, desembocó en una relación muy especial con su hija biológica: «Ella ya ha normalizado su vida después de todo lo que pasó y hace un tándem increíble con su hermana. Su llegada a casa fue la que le hizo salir de la cama, volver a reírse y también le ha enseñado a aprender a cuidar a los demás y a ella misma», explica María Jesús Cochard cómo su hija biológica mejoró tras llegar la primera menor de acogida.
En estos ocho años que llevan como acogedores, ella y su familia han vivido situaciones totalmente diferentes con los ocho niños que han pasado por su casa: desde algunos más nerviosos hasta otros que tenían rabia contenida o les costaba mucho hablar y relacionarse por los traumas que tenían de sus vivencias pasadas. «Para cada niño tienes que tener una estrategia diferente. Una de ellas me movía toda las emociones. Cuando llegó a casa no sabía relacionarse, no interactuaba con nadie, tenía siempre el rostro rígido y daba incluso sensación de poca movilidad. Pero al final cambió. Cuando pasa eso y te dice 'mamá, te quiero'... Pues imagina», confiesa antes de hacer una pausa seguida de un suspiro y una sonrisa.
«Hay niños a los que les ha faltado un zumo o un batido. Pero, ¿que hayan echado de menos un abrazo? ¿Que venga y te diga que nadie le ha querido? Eso es muy fuerte...», apunta María Jesús Cochard, que valora la generosidad de los niños: «Ellos te dan su lugar nada más entrar en tu casa y eso da mucho que pensar. Llegan a Hogar Abierto directamente de la mano de la policía o tras haber vivido situaciones traumáticas y, de pronto, los salvas y se sienten seguros contigo; te dan la mano y toda la inocencia que hay en ellos».
María Jesús Cochard, que habla en nombre de toda su familia, no se imagina ya sin tener a niños de acogida. «Ahora mismo, además de la de adopción, hay en casa una chica que me está enseñando a fomentar mucho más la comunicación con mis hijos biológicos. ¡Incluso a no enfadarme!», cuenta entre risas.
Cuando tiene que elegir algo que le haya enseñado ser familia acogedora, coincide con María de la Sierra Priego, la otra madre que cuenta su testimonio a SUR para este reportaje: «Me han enseñado lo que es el amor incondicional».
María de la Sierra Priego Roldán, familia acogedora
María de la Sierra Priego no se imaginaba que existiera el acogimiento familiar. Y menos que fuese así. En televisión vio un programa que contaba cómo funcionaba esta forma de ayudar a los menores tutelados y, desde ahí, no paró de darle vueltas al tema. Estuvo un año buscando información hasta el día que decidió llamar a Hogar Abierto. Eso fue en 2017 y hasta ahora no ha dejado de colaborar con ellos. «Al principio da miedo, eso es inevitable, porque no sabes en lo que te estás metiendo. Pero yo ahora ni entiendo ni me imagino mi vida sin ser una familia de acogida. Vivimos por ellos y nuestros hijos nos acompañan en la labor», confiesa María de la Sierra Priego en su conversación con SUR, en la que se sincera y admite que, aunque es triste el momento en el que los niños se tienen que ir, la experiencia es más que gratificante. «Se valora el día a día de los niños. Sabemos que vienen y lo más seguro es que se vayan, pero hay que sacar el lado bueno de cada cosa y pensar en que la labor que se hace, sea el tiempo que sea, es por el bien de un niño o una niña que en esos momentos está desamparado y necesita la ayuda de una familia para crecer en un entorno normal», reflexiona.
Su marido y sus hijos no dejaron de apoyar la decisión que tomó en aquel 2017 y ahora forman parte de un gran equipo que ha acogido a ocho menores tutelados. «Para nosotros es maravilloso, gracias a ellos sabemos valorar mucho más todo lo que tenemos. Nadie se imagina ya mi casa sin los niños de acogida, nos da mucha vida y nos enseñan muchas cosas. Mis hijos biológicos se adaptan muy bien a ellos», aclara María de la Sierra Priego. Además, también forman parte de las familias de acogimiento especializado, que tratan de ajustarse a las necesidades y dificultades específicas de los menores tutelados. «Cuando me llamaron de Hogar Abierto y me explicaron que tenían un niño de tres años con necesidades especiales, yo ni me lo pensé. Pero primero tenía que preguntar a mi familia, por eso nada más colgar, les pregunté y me dijeron que sí, que aquí íbamos todos a una», explica.
«Si piensas en ti nunca lo vas a hacer, hay que pensar en el bien que se le hace a ese niño. Es necesario aprender a cuidarlos y vincularte con ellos, pero afrontar que hay un cambio grande cuando vuelven a su familia definitiva, a pesar de que van a seguir teniendo un sitio y un lugar donde se preocupen por ellos», asume María de la Sierra Priego, que admite que en su familia han pasado algunos baches tras vuelta de algunos de los menores acogidos con sus familias. «Esto es muy bonito y muy duro a la vez. Mi hija, en uno de los casos, no entendía cómo su nuevo hermanito se iba, no es nada fácil explicarlo cuando se encariñan con ellos y los hacen parte de la familia, pero al final lo comprenden».
María de la Sierra también recuerda algunas situaciones duras en sus experiencias con los niños en acogida: «Uno de ellos se empeñaba todas las noches en dormir en el suelo. Apenas tenía dos años y medio y no entendía cómo había una cuna preparada para él, no conocía lo que era dormir sobre una camita... También se autolesionaba y tenía conductas muy violentas, pero ver el progreso que ha tenido viviendo con nosotros es increíble. Ahora hace deporte, juega al fútbol y vamos con él todos los fines de semana de partidos. También tiene sus sesiones de terapia y mejora para seguir avanzando en su conducta. Lo pasó mal con su familia biológica y hay que entender que todo cambio supone un tiempo; estamos en ello, en mejorar su vida y hacer que pueda tener un futuro mejor», detalla.
El día a día de María de la Sierra y su familia, sin duda, es ahora otro, pero mucho mejor. «Todavía me sigue pareciendo increíble que haya niños que no tengan nada, ni un plato de comida ni alguien que los quiera... Es muy duro», afirma. Pero sus palabras van acompañadas de sonrisa cuando piensa en el aprendizaje: «Me han enseñado a querer de forma incondicional».
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