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Sobre estas líneas, celebración en la parroquia de la Encarnación en Álora. Al lado, el solemne acto en el convento de las Mínimas de Archidona. SUR
Dos mujeres malagueñas, hacia los altares

Dos mujeres malagueñas, hacia los altares

La Iglesia abre el proceso de beatificación de Laura Aguirre y la madre María del Socorro Astorga en las localidades donde reposan sus restos: Álora y Archidona

ENCARNI LLAMAS

MÁLAGA.

Domingo, 13 de octubre 2019, 00:04

Laura Aguirre Hilla, alumna de Romero de Torres, joven artista con un futuro prometedor que dedicó su vida a la caridad y al cuidado de las niñas que se encontraban en extrema pobreza en Álora; y Madre María del Socorro Astorga Liceras, hija del alarife Francisco Astorga, que entregó su vida como monja mínima en el convento de Jesús y María de Archidona, van camino de los altares. Hace unos días, el Obispo de Málaga, Jesús Catalá, constituyó los tribunales para sus causas de beatificación, que tienen la labor de entrevistar a los testigos y recopilar experiencias personales sobre cómo vivieron estas mujeres su fe y practicaron las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) y las cardinales (prudencia, justicia, templanza y fortaleza). Ya pueden ser llamadas Siervas de Dios.

La parroquia de la Encarnación, en Álora, y la iglesia de las Monjas Mínimas en Archidona han acogido esta semana sendas eucaristías, presididas por el director del Departamento de la Causa de los Santos, el sacerdote Antonio Eloy Madueño, para dar gracias por el testimonio de estas mujeres que gastaron su vida por el Evangelio.

La señorita Laura

La señorita Laura, como es conocida en Álora, nació en Málaga el 23 de febrero de 1901. Era una artista del dibujo y la pintura y tocaba muy bien el piano. Una joven con gran preparación y futuro, que lo abandonó todo para entregarse a los más necesitados. En 1950, llegó a Álora donde «como una buena samaritana, vio en las niñas que estaban en una situación de abandono, de extrema pobreza y de carencias humanas, culturales y familiares, la imagen palpable del Cristo que sufre», afirma el director del Departamento de la Causa de los Santos. Laura murió en Álora el 31 de diciembre de 1986, en olor de santidad. La Misa corpore insepulto estuvo presidida por el entonces obispo de Málaga, Ramón Buxarrais, que comentó en su homilía una frase que escuchó a muchos vecinos del pueblo: «¡Qué cacho de Gloria le habrá correspondido a la señorita Laura!». Su tumba se encuentra en la capilla de la residencia de ancianos 'Virgen de Flores', en Álora.

El postulador de la causa de beatificación de la señorita Laura, Tomás Salas, afirma estar muy agradecido por la confianza que el párroco, Juan de Jesús Báez, y el Sr. Obispo, Jesús Catalá, han depositado en él: «Es una gran satisfacción y responsabilidad. Ser postulador de una causa de beatificación es una experiencia muy interesante. Se trata de ir descubriendo la imagen de alguien que se va enriqueciendo con los testimonios que llegan hasta ti. Es como un puzle, cada dato nuevo va enriqueciendo esa imagen total que es la de la santidad, la de una persona entregada totalmente a los demás y al anuncio del Evangelio».

Tomás Salas destaca de esta gran mujer «su entrañable amor a las niñas pobres y huérfanas a quienes consagró toda su existencia, sus innumerables obras benéficas en Álora y alrededores, su ilimitada confianza en la Providencia, suscitaron la admiración de muchos cristianos incluso de no creyentes».

Madre María del Socorro

María Claudia Josefa de Astorga Liceras nació el 30 de octubre de 1769. Era hija del alarife, Francisco Astorga. Entró en el Convento de las Mínimas de Archidona con 30 años, en 1799. Allí falleció 15 años después, en 1814 y allí se encuentran sus restos.

El mejor resumen de su vida, afirma Madre María Francisca, superiora del convento de las Mínimas de Archidona, es el que expusieron en el Primer Capítulo General Nacional de la Orden de los Mínimos en España, celebrado en Alcalá de Henares en 1825: «Su vida ejemplar, humildad profunda, vehemencia de amor divino, obediencia ciega, continuado silencio y admirable sabiduría en sus escritos habían persuadido a cuantos la conocían de que había muerto en olor de santidad».

Madre María del Socorro entró al convento cuando contaba ya con 30 años, pero desde pequeña quiso ser religiosa. Todo parecía que se interponía en su vocación: se quedó sin madre con tres años, su madrastra falleció cuando tenía 14 años, tuvo que cuidar de su padre y hermanos, padeció diversas enfermedades, «pero el Señor le manifestó a través de una experiencia profunda que la quería como religiosa y a sus 30 años entró», explica Madre María Francisca.

«Sus escritos son un tesoro para la humanidad», afirma con rotundidad Madre María Francisca, «en ellos se refleja la misericordia y la bondad de Dios. Están llenos de vida».

Para el convento de las Mínimas de Archidona, esta causa de beatificación «es un gozo inmenso y un regalo que nos invita a profundizar más en nuestra vida. Un estímulo, pues todos estamos llamados a la santidad».

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