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La pandemia es ya un mal recuerdo para muchos, sin embargo es ahora cuando se conoce cómo impactó en los 7.278 alumnos que empezaron sus estudios en la Universidad de Málaga (UMA) en aquel fatídico 2020. Ha habido que cerrar dos cursos completos para ... comprobar cuántos de ellos abandonaron definitivamente el sistema universitario y cuántos arrepentidos con su elección inicial se dieron otra oportunidad y se matricularon en otro grado, bien de la UMA o de otra universidad española.
La tasa de abandono se situó en el 14,65% (1.066 alumnos), la más baja de los cinco años anteriores. Una caída de hasta tres puntos «para la que no hay un única explicación», recalca Bartolomé Andreo, vicerrector de Ordenación Académica y Profesorado.
Factores generales, como la mejora de la orientación, tanto en institutos como en la propia universidad; la adaptación de los planes de estudio; el aumento de la nota media de acceso o el mayor número de universitarias, que históricamente registran las menores cifras de abandono, han podido contribuir a ese descenso.
No obstante, desde la institución recuerdan también las medidas de emergencia que adoptaron en el curso que irrumpió el coronavirus para evitar que los alumnos tirasen la toalla como consecuencia de una situación económica complicada y sobrevenida: desde ayudas económicas independientes de las becas del sistema general que concede el Ministerio de Educación y de la línea autonómica que financia la Junta de Andalucía hasta ordenadores en préstamo para mantener la teledocencia, tarjetas de datos y otros dispositivos de conexión que paliaran la brecha digital ocasionada por la suspensión de clases presenciales.
Finalmente, de ese 14,65% que dejó la carrera el primer año, algo más de la mitad (el 7,9%) se matriculó en otro grado (un 3,17% lo hizo en la UMA y un 4,73% en otra universidad española). El porcentaje de abandono por áreas de conocimiento es muy diferente: las ingenierías y Arquitectura son las que registraron la mayor fuga al superar el 23%, aunque sólo la mitad lo hizo definitivamente. Le sigue Arte y Humanidades (15%), Ciencias (13,68%), Ciencias Sociales y Jurídicas (11,56%), y Ciencias de la Salud (8,68%).
Aunque el rendimiento académico puede ser una de las razones que aboquen al alumno a abandonar, es decir, cuanto peores sean sus resultados, mayor será la probabilidad de que se despida de la vida universitaria, existen otras variables en las que la UMA pone el foco, aunque admiten que no tienen constatadas las causas reales y que habría que trabajar sobre ellas «con encuestas a quienes abandonan», desliza el vicerrector de Ordenación Académica y Profesorado.
Alumno brillante, con distinción de Matrícula de Honor en Bachillerato, José María Padilla (Málaga, 2004) podía haber elegido entre un amplio número de grados con el 13,41 de nota que sacó en Selectividad, pero eligió Historia en la Universidad de Málaga (UMA). Siempre quiso dedicarse a la docencia y pensó que ésta sería una buena opción. Se equivocó. Nada más empezar le asaltaron las dudas, pero se dijo a sí mismo que tenía que darse una oportunidad. Pero su decepción era difícil de ocultar y, al segundo día, su padre le preguntó: «¿Tú no estás contento con la carrera, verdad?».
En este sentido, entona el 'mea culpa' y no oculta que sigue faltando orientación profesional antes de entrar a la Universidad, pero también una vez dentro, para que el alumno tenga claro lo que quiere hacer en el futuro. Cree que la Universidad juega un papel clave en su decisión. «Debemos acercar la realidad laboral para que se haga una idea clara de la profesión que desarrollará», apunta Andreo que plantea celebrar foros con antiguos egresados y exalumnos que hayan abandonado la universidad para que quienes quieren entrar en ella puedan aprender de sus experiencias.
Además de las jornadas anuales de puertas abiertas, para orientar a los preuniversitarios, y los cursos cero, para abordar contenidos clave de las asignaturas, este responsable defiende el «acompañamiento» al principio de la carrera por parte de otros compañeros veteranos.
Aunque son múltiples las razones que llevan a desertar, Andreo asegura que por motivos económicos «no nos lo podemos permitir como sociedad».
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