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Cuando el malagueño Miguel Ángel Martínez (Málaga, 1957) puso un pie en Harvard en 1998 para pedir asesoramiento sobre cómo elaborar un estudio médico, nunca hubiera imaginado todo lo que llegaría después. Ahora no sólo da clases como catedrático adjunto en la universidad donde estudiaron Bill Gates, John F. Kennedy o Mark Zuckerberg, sino que sus investigaciones sobre la dieta mediterránea han llegado al mismísimo despacho oval en la Casa Blanca e incluso se han materializado en iniciativas gubernamentales durante el mandato de Barack Obama.
Hace unos días regresaba a España tras impartir una charla en el Instituto Culinario de América junto a Walter Willett, el gran gurú de la nutrición en Estados Unidos y quien fuera el principal asesor del gobierno en estos temas. Oyéndoles hablar de los beneficios de la dieta mediterránea se encontraban los futuros chefs americanos así como encargados de las cocinas de grandes complejos hoteleros y restaurantes. «Un chico del público de unos treinta y tantos años se acercó para decirme que tenía un restaurante en La Rioja, pero que apenas iba porque no tenía tiempo de viajar a España: poseía más de 250 establecimientos en EEUU y más de cien en Canadá. ¡Y allí estaba para escucharnos!», detalla entre risas quien con 17 años dejase el barrio de Pedregalejo para estudiar Medicina en Granada. La mitad de su expediente se llenó de matrículas de honor; el resto, sobresalientes.
Primero se especializó en cardiología, pero vio que lo que realmente le tiraba era la prevención cardiovascular. Se volvió a presentar al MIR y comenzó a ejercer en Granada. Hasta allí viajaría el vicerrector de la Universidad de Navarra en el año 1996 para ficharlo con el objetivo de poner en marcha la Unidad de Epidemiología y Salud Pública. «Creo que lo llamaron unidad porque en ese momento sólo era uno: yo», destaca con ironía desde su despacho en Pamplona. Hoy en día sigue al frente del departamento que fundase, pero ya su plantilla se ha elevado hasta una treintena de profesionales que ejercen en la Universidad de Navarra, considerada la tercera mejor de Europa por calidad docente tras Oxford y Cambridge, según el ranking de 'Times Higher Education'. Sus asignaturas en España –que imparte en inglés y español– las compagina con tres o cuatro estancias al año en Harvard, sin olvidar un buen número de videoconferencias semanales.
Ahora lo apodan como 'el sabio de la dieta mediterránea', aunque al inicio de su carrera «era un poco escéptico» sobre sus beneficios: «Pensaba que había mucho de charlatanería, que se defendía porque era lo nuestro... hasta que me empecé a encontrar con que las investigaciones daban resultados realmente impactantes». Su currículum rellena muchísimos folios con distintas macroinvestigaciones –una de ellas con más de 23.000 voluntarios y cien millones de datos recopilados en más de una década– y más de 700 artículos científicos publicados. Fue pionero en relacionar la dieta con el riesgo de depresión y hace apenas un mes publicaba junto a su grupo de investigación en el 'British Medical Journal' un estudio que concluía que a mayor consumo de alimentos ultraprocesados mayor riesgo de mortalidad.
Cargos Catedrático y director del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra, catedrático adjunto en la Harvard T.H. Chan School of Public Health y director del grupo Ciber de Obesidad del Centro de Investigación Biomédica en Red de Obesidad y Nutrición de España.
Investigaciones Su mayor estudio es el SUN (Seguimiento Universidad Navarra) que cuenta más de 23.000 voluntarios que cada dos años le informan sobre su dieta y salud desde hace una década. A él se suma el Predimed, el mayor estudio de la dieta mediterránea, y ahora el Predimed Plus, entre otras investigaciones.
Galardones Mejor investigador en Nutrición por la Academia Española de Nutrición y Ciencias de la Alimentación y el Grace Goldsmith Award del American College of Nutrition, entre otros.
El doctor Martínez se caracteriza por ofrecer titulares contundentes, por eso no duda en afirmar que parte de la actual industria alimentaria es peor que la del tabaco de hace 50 años. «Hay empresas que compran a científicos, les hacen decir mentiras porque les pagan y eso está haciendo mucho daño», puntualiza el experto. A él el sector privado le financió en dos ocasiones parte de sus investigaciones. Y «ya nunca más», pese a que las conclusiones de sus estudios no se vieron afectadas. «No quiero ir a ningún congreso ni a ningún sitio de la mano de la industria alimentaria», recalca el experto malagueño. Por eso no tiembla a la hora de vetar productos concretos. «Todos el mundo aconseja que hay que consumir más legumbres, más frutas, más verduras... Pero cuando hay que decir lo que no hay que consumir, lo dicen en un lenguaje oscuro, que no se sabe lo que es realmente: que si las grasas trans, grasas saturadas...», detalla.
Sus premisas son claras desde hace años: el pan blanco es uno de los grandes problemas que tenemos en España, no hay galleta buena en los supermercados, los refrescos light se han convertido en una forma cara de beber agua del grifo, hay que evitar las carnes procesadas (salchichas y hamburguesas)... «Y mejor que un zumo es tomarse la fruta directamente», aconseja Martínez.
– Con todas estas afirmaciones tan tajantes que hace, ¿le han llegado a amenazar desde la industria en alguna ocasión?
– Tanto como amenazar, no. Pero sí no me he sentido querido e incluso un poco marginado y criticado.
Gran parte de sus estudios los financia el gobierno norteamericano, cuyas ayudas son «más sustanciosas» que las europeas y que las españolas, que completan sus presupuestos en investigación. «En Estados Unidos tienen un problema gravísimo de obesidad: el 40% de la población es obesa y el 10% de las mujeres norteamericanas adultas ya son candidatas a cirugía bariátrica. Esto es una barbaridad de tal calibre que tienen que cambiar la dieta sí o sí. Y nosotros vamos siguiendo sus pasos. Lo que veíamos que pasaba en EE UU hace 15 años, ahora está pasando en nuestro país», enfatiza el experto.
– ¿Y usted predica con el ejemplo de la dieta mediterránea?
– Mido 1,78 y peso 70 kilos desde que tenía 17 años. Para mí eso es un indicador de que sigo bien la dieta (risas). Hace muchísimo tiempo que no bebo refrescos, ni de los regulares ni de los que contienen edulcorantes. Y la comida basura ya me genera repugnancia. Al principio me apetecía, pero a base de racionalizarlo no me gusta. El ajoblanco es el plato que es mi ojito derecho, aunque no se conoce fuera de Andalucía.
El mayor de cuatro hermanos se crió comiendo los tradicionales gazpachos, el pescaíto frito o la porra antequerana de su madre. Primero en la calle Alemania hasta que la familia se mudó a Pedregalejo. Allí estudió en el Colegio San Estanislao de Kostka. El ejemplo de su padre –un médico apasionado por mejorar la atención a las personas diabéticas– le marcó desde que apenas levantaba dos palmos del suelo. «Con ocho años ya escuchaba hablar de proteínas, hidratos, grasas...», rememora el médico, apostillando que su padre estuvo pasando consulta hasta los 83 años. Él no espera llegar a tanto: «Hay que jubilarse a los 70 años, pero todavía me queda mucha guerra que dar».
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María Díaz y Álex Sánchez
Almudena Santos y Leticia Aróstegui
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