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Nunca es tarde para dar el 'sí quiero' y así lo reflejan las estadísticas oficiales. En una década, se han duplicado los matrimonios en los que uno de los cónyuges rebasa los 60 años en Málaga: de 263 bodas en el año 2012 a las ... 595 en 2022, último registro actualizado por el INE. Un auge que se produce en paralelo al aumento general de enlaces en ese periodo, que han escalado de los 5.355 a los 6.444 en total (un 20% más), desmarcándose así Málaga de la tendencia en España a casarse cada vez menos.
Aurora (nombre ficticio) accedió hace cinco años a unirse de nuevo al que un día fue su marido. Una convivencia tormentosa puso fin a un matrimonio de más de 20 años y una enfermedad terminal reavivó los rescoldos de un amor que nunca se apagó del todo. Estaba solo y ella no se pensó dos veces cuidarlo hasta sus últimos días. Por encima de todo estaban sus tres hijos en común y él quiso recompensar esa entrega regalándole de nuevo un anillo de compromiso para que la que siempre fue su esposa, volviera a serlo y pudiera recibir una pensión de viudedad tras su fallecimiento.
No es un caso aislado. «He conocido algún hombre mayor que en agradecimiento a la dedicación que le profesó su cuidadora se acabó casando con ella o parejas que tras años de convivencia y con hijos, deciden formalizar la relación para que el otro no quede desprotegido», asegura el notario Ramón Blesa, vocal por Málaga del Consejo Notarial de Andalucía.
Y es que aunque la casuística es grande, el factor económico es muchas veces decisivo, porque si no hay matrimonio, en caso de fallecimiento, los familiares del difunto reclamarán la herencia e, incluso, la casa donde vivían, sin que la pareja tenga derecho a nada. «En cambio, al estar casados, al viudo le corresponderá el usufructo de un tercio de la herencia en el caso de que haya hijos. Si no los hay, pero sobrevive alguno de los padres, puede dejarle a su pareja en testamento las dos terceras partes de su herencia (la otra tercera parte sería para los padres). Y en caso de parejas de hecho, en las mismas circunstancias, puede dejarle a su pareja la mitad de la herencia, correspondiéndole a los padres, por legítima, la otra mitad», aclara Blesa. Subraya que no habiendo ascendientes ni descendientes, no hay legitimarias y el fallecido puede dejarle al cónyuge o a la pareja de hecho la totalidad de la herencia. «Si bien la pareja de hecho a efectos sucesorios es considerada como un extraño y los impuestos son bastante altos». No obstante, sí pueden acceder a una pensión de viudedad.
El aumento de la esperanza de vida y la percepción de que a los 60 todavía queda mucha vida por delante empuja a estos novios a dar el paso. Muchos de ellos tras haber superado una separación, porque además de vivir más y mejor, se ha normalizado el divorcio y por tanto hay más personas que pueden encontrarse sin pareja a esas edades con respecto a hace unos años. El INE así lo avala, pues las bodas de sexagenarios divorciados (tanto hombres como mujeres) han aumentado casi un 60% en una década.
Personas que años atrás ni siquiera se hubieran divorciado, ahora no solo lo hacen, sino que también se vuelven a casar. «Para esta generación, la institución del matrimonio tiene un significado muy diferente del que tiene ahora para los jóvenes, que dan más valor a la convivencia que a casarse. También ha habido una evolución social y se ha dejado de ver mal que una mujer vuelva a rehacer su vida tras un matrimonio fallido o tras perder a su pareja. Acabar con ese estigma y con el miedo al qué dirán ha sido una enorme conquista».
Muchos prefieren, por tanto, encarar la vejez acompañados, aunque especialmente ellos, pues los hombres divorciados que se casaron en 2022 fueron el triple que el de divorciadas (302 frente a 113).
Una diferencia que siempre ha estado ahí, pero que se acrecienta con los años. Se observa también en la estadística general: de los 595 casaderos que dieron el 'sí quiero' en 2022, 416 fueron hombres y 179 mujeres. ¿Por qué? No hay solo una razón, pero sí una que subraya Elisa Chuliá, profesora de Sociología de la UNED e investigadora de Funcas: «Las mujeres somos más independientes y autosuficientes. En España, estamos formadas para vivir solas de mayores, aunque eso no implica necesariamente vivir en soledad. Sin embargo, un hombre que vive solo durante la vejez, tiene más probabilidad de sentirse solo y de necesitar compañía y apoyo», aprecia la docente. Y en eso interviene decisivamente también un factor sociocultural, porque en esa generación, tradicionalmente, han sido las mujeres las que en buena medida han cargado con la organización doméstica «y eso un hombre lo puede echar mucho de menos», apunta.
También, con respecto al estado civil anterior al último matrimonio, de la estadística se extrae que el porcentaje de viudos y viudas que repiten votos se mantiene prácticamente igual que hace diez años: en el caso de ellos, se ha pasado de 47 bodas en 2012 a 49 en 2022, mientras que los 8 matrimonios de ellas crecieron hasta los 12.
¿Motivos? Quizá hay que buscarlos en la legislación vigente que, sin entrar en las excepciones, retira la pensión al contraer nuevas nupcias. «Sería irracional renunciar a unos ingresos vitalicios para vivir en pareja cuando puedes tenerlo todo sin necesidad de casarte», expone Chuliá, quien sí advierte de que cada vez serán menos los viudos que se casen por ese motivo, ya que una gran parte de ellos no cobraba pensión de viudedad porque la mujer no había trabajado, «pero ahora que todos estamos incorporados al mercado laboral y somos generadores de pensiones, quizá esto obligue a una revisión del sistema», desliza la socióloga.
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