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Llevaba dos años trabajando para una empresa cosmética cuando la pusieron en la calle nada más enterarse que estaba embarazada. La empresa sabía que era ilegal y ella lo peleó. «Al final fue un regalo», concluye Eugenia Thomsen (Málaga, 1981). Superado el shock inicial, esta malagueña de Carretera de Cádiz –se apresura a aclarar por su apellido poco común (su padre es danés)– vivió finalmente aquel descalabro laboral como una «oportunidad» para disfrutar con tranquilidad de su embarazo y posterior crianza de su hijo. Hoy tiene nueve años y ella, una profesión compatible con la vida. Es proyect manager de una empresa.
Tras su maternidad volvió a meter cabeza en el mercado laboral como asesora de lactancia, pero pronto se dio cuenta de lo absorbente que era aquel trabajo. «Al tener que acompañar a otras mujeres a pocas semanas de dar a luz, estaba permanentemente conectada para atender todos las dudas que les surgían, que eran muchas. No había horario, estaba disponible 24/7», recuerda Thomsen, que pasó de estar desempleada a tener un empleo que no le daba respiro ni le permitía estar pendiente de su pequeño. Y así fue como llegó su segunda reinvención.
Con un grado en Gestión y Administración Pública y un máster en Administración de Empresa, Thomsen encontró en Mamis Digitales la orientación que necesitaba. «Me había desconectado del mundo profesional y no sabía bien hacia dónde dirigirme; no veía salida», admite. Esta comunidad 'on line', especialmente orientada a mujeres (también hay hombres, aunque son minoría) que perdieron su trabajo tras ser madres o se vieron obligadas a abandonarlo por la imposibilidad de compatibilizarlo con la crianza de su hijos, facilita las herramientas para su formación en competencias digitales (community manager, ecommerce manager, copywriter y asistente virtual) con el fin de que puedan trabajar desde casa gestionando las redes sociales de compañías privadas.
La empresa la fundaron Franc Carreras y Billie Sastre en 2016. Tras haber trabajado juntos, decidieron importar el modelo de una plataforma inglesa para así ayudar a madres a reinventarse. Lo hacen con cursos formativos de 12 semanas (10, más dos específicos para gestión de clientes), con un coste que oscila entre los 670 y los 1.500 euros. Ahora, el proyecto ha crecido y tiene la fundación Comes Montiel que hace de mediadora para facilitar la contratación flexible de madres profesionales y contribuir así a la conciliación familiar. Desde su creación y con un equipo actualmente de 45 trabajadores, Sastre calcula que habrán formado a más de 7.000 personas, «de múltiples perfiles y niveles formativos».
La pandemia evidenció que el teletrabajo era posible. «Muchas madres comprobaron por primera vez que podían trabajar con sus peques en casa y ya no quisieron renunciar a eso. Fue una demostración a la fuerza de que se podía trabajar de otra forma», indica Sastre, quien trata de alejar la idea de que el teletrabajo puede llegar a esclavizar al trabajador . «Ser un empleado digital no es estar conectado las 24 horas. Mientras en un trabajo convencional, en los tiempos muertos tienes que permanecer allí, aquí el trabajador se puede organizar y gestionar ese horario como más le convenga para optimizarlo, sin que por eso sea menos productivo. También enseñamos a que haya espacios separados en casa para que al final no derive en estar trabajando y poniendo lavadoras a la vez», recalca la cofundadora de Mamis Digitales.
La encuesta 'Sin madres no hay futuro', realizada el pasado año por la asociación Yo no renuncio, reveló que el 85% de las mujeres se siente sola desde que es madre por no contar con los apoyos para conciliar. El precio de no tenerloses muy alto. Más de la mitad de las mujeres argumentó haber tenido que renunciar debido a la sobrecarga laboral, a no poder llegar a todo y por cuidar de su salud mental.
En algunos casos, el revés laboral no es tan evidente como el caso de Eugenia Thomsen. El despido no es fulminante, pero se va sembrando para que la relación laboral acabe con la trabajadora en la calle. Así le ocurrió a Rocío Fonseca (Málaga, 1981), que hasta su reciclaje laboral siempre se definió como «eterna opositora siempre empleada en la hostelería». «Cuando no hay hijos, esa situación se sobrelleva, pero después se hace muy complicado», asegura.
Trabajaba en un salón de juegos cuando nació su hija. Lo siguió haciendo con una reducción de jornada, pero con la que no estaba muy conforme la empresa. Al final, cuando la situación fue «insostenible» para ambas partes llegaron a un acuerdo y ella dio el salto a su nueva profesión como asistente virtual, tras tres meses de formación. «Hace unos años hice un curso de community manager, pero ahí se quedó, sin embargo, en esta ocasión he sentido el respaldo de la fundación y el apoyo de toda una comunidad de madres en situaciones similares a la mía que te animan en tus horas bajas».
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