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María, en la sede del periódico. A. G. Vídeo: Pedro J. Quero

María, la lectora «diaria» más longeva de SUR

Esta jubilada de 94 años, la primera mujer en regentar una carnicería en Málaga, visita la sede del periódico que compra y lee desde hace ocho décadas: «Tenía muchas ganas de venir»

Sábado, 5 de febrero 2022, 00:33

Se acerca a la selección de portadas y señala la más oscura: «¡Uy, ETA! Cuántas criaturas mató. Hay gente tan mala... ¿Verdad, hijo?». La memoria casi centenaria de María Gómez García salta como un resorte con cada titular: inundaciones y casos de corrupción, muertes e investiduras, atentados y avances históricos. Lo recuerda todo: «Será porque leo mucho, aunque de algunas cosas me olvido a veces... Pero para 94 años ya está bien». Los hitos del Málaga le ensanchan la sonrisa: «Me gustan mucho los deportes. El critiqueo no me gusta nada». Por eso posa orgullosa con el periódico del día, con la última hazaña de Nadal en portada. «¿Viste el partido, abuela?», pregunta su nieto Samuel. «Claro», responde ella, casi ofendida por la duda: «Ganó. Yo ya lo sabía». Y él, cómplice, profundiza en la incredulidad: «¡Pero si duró cinco horas!». María zanja la conversación: «Ganó y me dio mucha alegría».

Hace semanas que María pidió a su nieto que gestionara una visita a SUR, el diario que compra y lee desde hace ocho décadas. Y su paseo por las instalaciones de esta sede, en la avenida Doctor Marañón, frente a La Rosaleda, merece saltarse la regla no escrita que establece que los medios y sus periodistas nunca deben ser noticia. Aquí, bajo el sonido incansable del tecleo, entre conversaciones de pasillo, reuniones y llamadas de teléfono, con el fax jubilado desde que Alcántara no envía su artículo, aquí, decíamos, se teje el milagro de sacar un periódico de papel cada mañana, de alimentar una web cada minuto. María quería conocer las entrañas del diario que lee con fidelidad de premio desde que era una niña, cuando su padre lo compraba. Ahora ya pone cara a muchas de las personas que trabajan en SUR: «Y os quiero a todos muchísimo. Son muchos años leyendo».

A. G.

Esta mañana se ha despertado más temprano de lo normal para extrañeza de su hija Mari Carmen, con quien vive. «Hija, que tengo que ir a SUR», le ha recordado. Lo planeó con Samuel en Nochebuena. «No te apures, lela, que te voy a llevar», prometió él. Horas antes ha temido que su nieto hubiera olvidado aquel pacto navideño, pero ahora cruzan la Redacción con los brazos entrelazados y María mira a todos lados con curiosidad infantil. «Quería venir, tenía ganas de venir, no sé por qué», justifica sin necesitarlo. Se sienta en el plató de televisión y pide risueña, como si estuviera acostumbrada: «Procure sacarme guapa».

El ritual es diario, un delicioso homenaje al papel en plena era digital: «Primero desayuno. Luego me traen el periódico y me siento, leo un poco y me quedo dormida. Lo dejo en la mesa y, cuando me despierto, pienso: 'Venga María, que todavía vas por aquí'. Y sigo». Para no perderse, «porque la letra es muy pequeña», subraya cada línea. Así echa el día, entre noticias y reportajes, entre fotografías y entrevistas, hasta que se anima a salir, «aunque últimamente no me encuentro el cuerpo». La redactora jefe Ana Barreales, su guía en la visita, estoica como pocos, contesta: «Pues hay que encontrárselo, María, que lo que se deja de hacer ya no se hace». El médico ha pronosticado que llegará a los cien años. Ella lo cuenta entre orgullosa y asustada: «Eso me dice. ¿Cien años yo por qué? Aunque voy por 94. Ya son años, ¿eh?».

En la hemeroteca, junto a su nieto Samuel. A. G.

Nació en Brasil, donde estuvo «tres o cuatro años» antes de que su familia volviera a Málaga. Su padre trabajaba en una carnicería que María heredó porque ninguna de sus hermanas aceptaba ocuparse de aquel trabajo rugoso, impropio de una mujer en aquella época. «Me dejaba al cargo cuando tenía que irse al matadero. Siempre me decía: 'Anda, Mariquilla, quédate aquí vendiendo, que tus hermanas no quieren». Se agolpan los recuerdos: «Una vez metieron preso a mi padre porque decían que vendía carne a los rojos, pero estuvo poco tiempo porque mi abuelo conocía a un jefe, hizo algunas llamadas... ¡Ni yo sé cómo me acuerdo de tantas cosas!».

Fue entonces cuando adquirió el hábito de leer el periódico, una práctica que nunca ha abandonado: «Lo he comprado toda mi vida. Primero me mandaban mis padres, luego lo compraba yo y ahora siempre me lo compra alguno de mis hijos». Aquella niña que tuvo que dejar de estudiar para trabajar en el negocio familiar se convirtió en la primera mujer que regentaba una carnicería en Málaga: «En el puesto número uno del mercado de la Merced. Ahora se llama José Manuel, como mi hijo, pero antes tenía mi nombre». Se casó con Manuel Moyano, un mecánico «extraordinario», en una boda «muy bonita» en la Iglesia del Carmen. Juntos criaron a tres hijos, «dos hembras y un varón». Ahora tiene «nietos, bisnietos y ya mismo tataranietos». Antes de despedirse recuerda que no se queda «tranquila» hasta que no lee el periódico: «Y si estoy mala lo guardo para el día siguiente». Por eso en la hemeroteca de SUR, que atesora ejemplares desde hace casi noventa años, los ojos se abren asombrados ante un periódico de 1981: «¿Me lo puedo llevar?».

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