La sombra de la historia es alargada y a su resguardo crecen, desde hace casi una década, Mar Rubio y Cultopía, su empresa de gestión ... cultural. Defensora de una visión didáctica, rica detalles e incluso divertida, la historiadora supo ver el potencial de una fórmula que convierte al malagueño en turista en su propia ciudad para que «mire con otros ojos las calles que ha pisado mil veces». Y acertó de lleno.
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–Esta sed de historia, ¿es lo más parecido a un éxito de verano?
–Sí, es un fenómeno interesante. Por experiencia, cuando enseñamos a la gente nuestra ciudad, la aprecias más. Te tiras toda la vida paseando por lugares cuya repercusión desconoces y, al descubrirlos, te sientes orgulloso. Es como decir: ahora sé lo que significa y esto también es mío.
–Parece que no todo es sol y playa...
–Y también que el turismo es algo que hemos inventado nosotros, y no es así. Ya lo hizo Trinidad Grund en su momento.
–Explíqueme eso...
–Pues que ella fue la primera empresaria turística de la historia de Málaga...
–Pero al hablar de ella sólo se hace referencia a su vida desgraciada...
–Es cierto, pero hizo mucho más. Ella iba todos los veranos al balneario de Carratraca a pasar la temporada y ve que a muchos visitantes les falta algo de 'chicha' y de vidilla a medida que van pasando los días: el primer día es como un spa, pero cuando pasa uno, y otro, y otro se aburren... Así que ella idea el 'pack completo', entre otras cosas porque al ser una persona influyente de la burguesía de Málaga arrastra a muchísimas familias a ese lugar. Ella tiene su cartera de clientes entre esos amigos...
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–¿Y cómo lo hace?
–Cuando se descubren las cuevas de Ardales, en torno a 1860, invierte en ese lugar y crea una escalinata de acceso para que se pueda visitar. Pero hay mucho más: es como las pulseritas que te ponen ahora para ir a Cancún con el 'todo incluido': por cuatro reales tenías derecho a todas las actividades de la jornada. De día, por ejemplo era una visita a la cueva con el trayecto incluido en caballo o en burro. A los visitantes 'VIP' los dejaban en la puerta de la cueva, donde un guía los esperaba... Era algo pintoresco, además allí dentro se estaba fresquito. Y después de dos horas de visita, el guía les permitía a las personas que sabían escribir dejar su firma y su fecha en unas columnas de la cueva.
–¿En las columnas de la cueva?
–Es que en aquella época la idea de patrimonio no era la misma: allí, por ejemplo, doña Trinidad organizaba fiestas dos veces al año, por San Juan y en Fin de Año. Y gracias a esas firmas y a esas fechas sabemos muy bien cuándo comienza la explotación turística de la cueva y cuándo acaba, porque cuando ella muere nadie se hace cargo de ese negocio.
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–¿Y qué ocurría entonces en la capital? Entiendo que aún no era un foco turístico
–No, no, la capital era un hervidero industrial en el XIX. Por eso, balnearios como el de Carratraca surgen en contraposición a esa huella industrial. Hoy en día vemos la playa como algo paradisíaco, pero en aquella época la zona litoral estaba llena de chimeneas. Había que huir de esa ciudad en verano para recuperar el equilibrio.
–Es la diferencia entre irse de vacaciones o de veraneo...
–Claro, cuando se iban lo hacían para el verano completo, no eran las escapadas tal y como hoy las entendemos. Y por supuesto, eso también iba por clases: los ricos veraneaban y los trabajadores no.
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–¿Cómo se imagina esos veraneos, por ejemplo, en la Finca de la Concepción o en las haciendas de los Montes de Málaga?
–Pues muy centrados en las reuniones sociales. Los veraneos no se pensaban teniendo en cuenta el desconectar del trabajo, sino en el inicio de una nueva temporada para disfrutar; y si surgía algo ya lo solucionarían por carta o a través de sus subalternos. Aprovechaban para los contactos y las fiestas entre iguales.
–Si los muros de las casas de La Alameda, donde se fraguaban las alianzas matrimoniales, hablaran ¿qué contarían?
–¡Mil cosas! Ahora vemos los matrimonios vinculados a lo romántico, pero en aquella época había muchos intereses y se hacía más teniendo en cuenta el sentido práctico: «Te casas con éste para que cuando heredes tengas esto y se mantenga la fortuna». Ese fue, por ejemplo, el caso de Trinidad Grund: su padre, que era cónsul en Sevilla, se tiene que ir al exilio y decide mandar a su mujer y a sus hijos a Málaga, que ya tenía grandes perspectivas, para que sus niñas se casaran bien. Y lo hicieron.
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–¿Piensa que tendríamos que reivindicar los cementerios históricos de Málaga como lugares turísticos?
–Yo creo que sí, más que nada porque se puede contar la historia desde cualquier punto de Málaga, pero si quieres hacerlo in situ tienes que hacerlo en los cementerios, en este caso el de San Miguel y el Cementerio Inglés. Es una maravilla cuando cuentas todas esas historias desde el mismo lugar. Por ejemplo, en el panteón de los Heredia me podría tirar dos horas contando la historia de Málaga sólo con lo que fueron los miembros de la familia. El problema es que vendemos poco la historia del XIX, quizás porque no hemos sabido conservar muy bien ese pasado.
–Si Manuel Agustín Heredia viviera hoy, ¿en qué negocios estaría metido?
–¡Pues en todos! Ten en cuenta que él tenía su siderurgia, pero también una flota de buques, estaba metido en política... Andaba en mil cosas, aunque creo que si la vida le diera una segunda oportunidad aprendería a diversificar aún más. Puede que hoy fuera un 'Trump' para Málaga con grandes cadenas hoteleras, aunque sin esa piel naranja y ese peluquín (risas).
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–La inauguración de calle Larios, el 27 de agosto de 1891, ¿fue lo más parecido a un día de feria?
–¡De feria, de fiesta y de todo! Imagínate la calle, con su parqué, que hacía de alfombra roja, aunque no sé si la inauguración fue una fiesta muy abierta al público, porque las grandes familias hacían cosas por la ciudad pero no pensando en toda la ciudad. Por eso, entre otras cosas, fueron dejando las casas de La Alameda, porque la zona industrial de Huelin había comenzado a crecer y la masa obrera ya estaba a un paso del centro: sólo tenían que cruzar el río.
–¿Y que pensaría hoy el II Marqués de Larios de su calle?
–Pues creo le gustaría, porque en el fondo él la concibió como lo que es hoy: un lugar de paseo y de escaparate comercial. Y una de las calles más caras de España.
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–Terminemos con un juego. ¿A qué momento y con qué compañía retrocedería en el tiempo?
–A cualquier momento del XIX y con cualquier familia del XIX, aunque sin las condiciones de la época, donde te tosía alguien encima y casi te morías al día siguiente (risas). Era una vida difícil, aunque ahora lo veamos todo muy romántico. Prefiero mirar por un agujerito en lugar de viajar al pasado.
**Próximas rutas de Cultopía por el Cementerio de San Miguel (15 de agosto a las 20.00 horas y 11 de septiembre a las 19.00 horas) y por el Cementerio Inglés (20 agosto a las 20.00 horas) y 18 de septiembre a las 19.00 horas. Más información en www.cultopia.es o en el teléfono 692 71 76 12
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