Manuel Jiménez, en la plaza San Juan de la Cruz, próxima a la sede del Colegio de Administradores de Fincas. Migue Fernández

Manuel Jiménez

La Granizada / Presidente del Colegio de Administradores de Fincas de Málaga y Melilla
«Sigo dejando copia de las llaves de casa a la vecina cuando me voy de vacaciones»

Aunque con poco tiempo, al presidente del Colegio de Administradores de Fincas de Málaga y Melilla le encanta viajar en familia para tomar aire antes de volver a la actividad de las comunidades vecinales

Lunes, 7 de agosto 2023, 00:15

Le encanta viajar y siempre lo hace acompañado de toda la familia desde que nacieron sus hijos de 17 y 15 años. «Felizmente casado» desde hace 23 años, Manuel Jiménez confiesa que en esta vida aspira a «ser buena persona» y que echa de menos ... vecindarios como en el que él creció en la Palmilla donde «todo el mundo tenía la sensación de que convivir era una obligación».

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–Leo en su perfil de Twitter una referencia a Loquillo: «Ya sabes, feo, fuerte y formal». ¿Así se ve?

–Sí, sí, así me veo. Me gusta mucho Loquillo, pero esta frase la coge del epitafio en español de John Wayne, porque estaba casado con una mexicana. Además, mi padre, que en paz descanse, era muy fan de ese actor; le encantaba. Creo que uno de los recuerdos más entrañables que guardo de mi infancia es ver sus películas con él. Al final uno elige lo que quiere ser y yo he elegido ser feo, fuerte y formal. Y lo llevo con orgullo.

–¿Realmente uno elige lo que quiere ser? ¿No es la vida la que lo moldea?

–La vida te condiciona, pero eres tú quien decide. Tienes que tomar decisiones y eso configura tu carácter. A todo el mundo le pasan cosas buenas y malas, pero cada uno elige cómo se comporta con respecto a lo que le está pasando. Yo hace tiempo que decidí cómo quería ser. Me crié en Palma-Palmilla y de los algo más de 60 niños que acabamos el colegio, solo fuimos al instituto 12 o 14. De ellos, creo que soy el único con una carrera universitaria y eso que había muchos compañeros míos con más capacidad, pero no se dieron las circunstancias para que siguieran estudiando. El ambiente influye mucho, pero uno va decidiendo qué quiere hacer.

–¿Y qué tipo de persona decidió usted ser?

–Me planteé ser buen marido, buen padre, una persona honesta, buen compañero y un buen amigo. Me planteé simplemente ser buena persona.

–Como buen fan de Loquillo, ¿alguna vez saca ese rockero que lleva dentro?

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–Ya no. He sido muy rockero, muy fiestero, he disfrutado de la noche de Málaga, he bebido y bailado mucho, pero ya tengo una edad y una noche de excesos supone cuatro de convalecencia (risas).

–Intuyo que el reggaeton no es lo suyo…

–En absoluto, lo detesto por su simpleza y por la manera despectiva que tratan muchos aspectos, y eso que tengo un hijo con 17 años, pero tengo la enorme suerte de que le gusta la Historia y nada el reggaetón. Creo que va a ser más valiente que su padre, porque yo al acabar el instituto me planteé hacer una carrera que tuviera salida profesional y por eso hice Económicas. Me hubiera gustado hacer Filosofía, pero pensé que no me daría para comer y aposté por hacer algo más práctico. Él no tiene ese condicionante; quiere ser profesor de Historia y yo le alabo el gusto.

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–Platón, Cicerón… Las referencias a los clásicos son una constante en sus redes sociales. ¿Los prefiere a los contemporáneos?

–No, también me gustan los contemporáneos. Lo que ocurre es que cuando hablamos de personas es interesante descubrir que los miedos, las preocupaciones y otras preguntas sobre nuestra existencia ya se las hacían hace 4.000 años. Cuando leo a Séneca, Platón o Sócrates descubro que lo que escribían tiene plena vigencia. En realidad, esas citas que subo cuando tomo café por la mañana y estoy tranquilo, lo hago para no olvidarme de ellas. Siempre llevo encima 'Meditaciones' de Marco Aurelio y aprovecho para echarle un ojo y compartirlo.

–¿Qué le aporta esa lectura?

–Respuestas y una guía. Yo he elegido ser buena persona, pero ¿qué es ser buena persona? La filosofía contesta a todo eso.

–¿Qué lecturas deja para las vacaciones?

–Tengo sólo una semana de vacaciones en septiembre. En las últimas me leí dos libros: 'Revolución', de Arturo Pérez Reverte y 'Sinuhé, el egipcio', de Mika Waltari que ya lo había leído pero quise releerlo de nuevo. En cada momento vital te llegan de una forma diferente. Hay libros, como 'El Padrino', de Mario Puzo, que lo he podido leer cinco o seis veces; era el favorito de mi padre. Este año no sé que me llevaré, depende del estado de ánimo que tenga.

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–¿Es de los que dejan una copia de las llaves a la vecina cuando se marcha de vacaciones o ya no están los tiempos para tomarse esas confianzas?

–Lo sigo haciendo. No podemos perder la fe en el ser humano.

–En casi todas las comunidades está el vecino cotilla, el sabelotodo, el mijita… ¿A cuál teme más?

–Es cierto que una comunidad es una especie de microcosmos en donde te encuentras de todo. Pero hay una tipología que, con perdón de la expresión, es el tonto del pueblo. Antes podía tener una opinión absurda y no se le hacía caso, pero ahora con las redes sociales, donde se consulta mucho Internet, el tonto del pueblo puede llegar a sentar cátedra en una reunión de vecinos. Ese perfil es el que quizá pueda hacer más daño a una comunidad de propietarios.

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–¿Se ha topado como administrador con muchas comunidades en las que no hay quien viva?

–Todas las comunidades tienen problemas y son muy parecidos. No dependen del nivel económico de los vecinos porque la peor junta de propietarios en la que he estado, que no acudí como administrador, sino como representante de un propietario, fue en Pinares de San Antón. Se hablaban y se denunciaban a la par. El presidente era juez y lo denunciaron porque había comprado unos maceteros y los había colocado en un camino de acceso que daba a su casa. Comunidades conflictivas las hay en los Asperones y en Cerrado de Calderón.

–¿Qué bueno le encuentra a este oficio?

–Tiene un componente importante de servicio a los demás. La gente acude a ti con un problema y nuestra especialidad es resolverlo. Hay comunidades que confiaron en mí cuando empecé hace 15 años y si no tuvieran para pagarme ahora las llevaría gratis. Esa entrega 24 horas, los siete días de la semana quema mucho, pero no tiene que ser una condena. Yo lo veo apasionante.

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