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El miedo también puede ser un catalizador. Manuel Calvo (Málaga, 1966) arriesga su vida en cada expedición que realiza al Ártico. Hace dos años estuvo a punto de no contarla por una tormenta de nieve que le pilló a él y a sus perros en ... mitad del infinito hielo de Groenlandia. Pese a ello, vuelve siempre para seguir colgando recuerdos en esa sucesión de acontecimientos que llamamos vida. ¿Qué hay detrás de este aventurero intrépido y amante devoto de la naturaleza y el mar?
–A usted se le conoce por sus expediciones al Ártico. Ahora mismo, estamos en un chalet en El Atabal. ¿No es demasiada comodidad para la fama que se gasta?
–Para mí, significa no estar enjaulado. Aquí tengo un espacio en el que airearme y tener a mis perros. He tenido halcones, loros y bichos de todos los colores. Durante el confinamiento, gracias a esta casa, no me he vuelto loco.
–¿Cómo se presentaría a sí mismo?
–Soy un perro de mar, con gran pasión por la naturaleza y todo lo relacionado con los animales. Especialmente, con los perros. Siento una gran pasión por lo desconocido y creo que puedo decir que soy un buen padre.
–¿Un recuerdo de la infancia?
–Salir a pescar con mi padre y navegar con él. Y también escuchar las historias de los hombres de mar, que suelen ser historias de hombres valientes.
–Usted nació en Málaga, pero se siente torroxeño al cien por cien. ¿El pueblo marca mucho?
–Muchísimo. Los veranos de niño eran inolvidables. Éramos como perros callejeros, todos los días en la calle. Algo que hoy, difícilmente, se podría hacer.
–¿En esos años de niñez ha sido más libre que nunca?
–Seguramente. La preocupación que tenías era salir a la calle para echar la caña de pescar o buscar mejillones. Explorar el territorio. Cuando eres niño, todo es nuevo.
–Sin móviles ni nada parecido a un mundo en digital.
–Gracias a Dios. Una de las cosas que marcará la diferencia con nuestros hijos es nuestra infancia sin tecnología. Lo más tecnológico que tuve fue un Scalextric. En los jóvenes echo en falta un poco de conexión con el entorno natural que les rodea. Pero también creo que la juventud es sabia y que sabrá aprovechar los buenos momentos.
–Dice que tiene salitre en las venas.
–Yo creo que nací bajo un golpe de mar, que ya me metían salitre en los biberones. Me viene de la familia de mi padre. Él, mi abuelo y mi bisabuelo eran hombres de mar. Es un entorno en el que me siento muy cómodo. Por eso lo busco de manera continua.
–¿De dónde le viene su pasión por los perros?
–En la casa de mis abuelos y en la de mis padres siempre ha habido perros de agua. Es el perro que siempre acompañaba a los hombres de mar. En el puerto de Málaga hay un dicho muy antiguo que dice eso de que eres más chivato que un perro de agua. Creo que mi pasión por ellos me viene de ahí.
–Ahora mismo tiene cinco perros. ¿Son muchos o pocos?
–Yo he tenido hasta dieciséis. Más allá de eso, a mí lo que me interesa mucho es dar a conocer la historia y la cultura del perro. Es básico que sepamos lo mucho que el hombre le debe al perro.
–Hoy puedo salir y comprarle hasta colonia a mi perro o hacerle la pedicura. ¿No es raro?
–El papel real del perro se está desvirtuando. Es verdad que presta la función de animal de compañía, pero no debemos olvidar que el perro es un animal y que el animal racional somos nosotros. Intentar humanizar al perro es una gran equivocación. Es el error más grave que podemos cometer.
–¿Qué es para usted el maltrato animal?
–A mí la palabra maltrato no me gusta nada. Creo que debemos desecharla. Entiendo, en fin, que tenemos la piel muy fina. Hay quien cree que entrenar a los perros para rescatar a personas en catástrofes ya es maltrato.
–¿Lo que más nos reconforta de los perros es su lealtad?
–A mí me fascina la simbiosis perfecta que se crea. Ellos me demuestran lealtad, igual que yo se la demuestro a ellos. El perro ha sobrevivido gracias al hombre y el hombre gracias al perro. Lo bonito de los perros es que no te quieren por lo que eres, te quieren porque eres su compañero.
–Todos los años realiza una expedición al Ártico. Un viaje lleno de riesgos. ¿Qué busca?
–Busco contar la historia y la cultura del perro. Hay pocos lugares que se prestan tanto a ello como Groenlandia. La conexión entre el perro y los inuit es total. Los cazadores y los pescadores necesitan al perro para sobrevivir.
–¿Huye de algo?
–No. Para nada. Quizá, lo que busco es mi propia aventura.
–¿Qué es para usted el miedo?
–El miedo… yo que sé. El miedo es no haber vivido. Para los que somos padres, el miedo también es tu familia.
–¿Alguna vez ha visto la muerte de cerca?
–Una vez se me clavó el trineo en una grieta y se me rompió el hielo por debajo de mis pies. Me hundí en el mar, pero me pude enganchar a una pata del trineo. Los perros, al tirar, me sacaron de ahí. Son décimas de segundos en las que ves tu vida pasar por delante. Hubo otra situación crítica. Nos pilló una tormenta de nieve en el norte de Groenlandia. Nos metimos en un refugio, un pequeño cajón de madera. Estuvimos 48 horas sin poder salir. Ese año ya habían volado doce refugios. Escuchábamos cómo las piedras pegaban contra las paredes y se quedaban clavadas. Pensé que me había llegado mi hora.
–Si estuviera solo, sin familia, ¿dónde estaría ahora?
–Quizá, ni estaría. He pasado muchas veces las líneas rojas y he estado muchas veces en el filo de la navaja. Aunque siempre por decisión propia.
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