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Desde antes de las 11.30 de la mañana un grupo de personas ya se había apostado en la calle Nosquera, a la altura de la Casa Invisible, preparando un camión con un monigote adherido haciendo parodia del alcalde y colocando pegatinas y carteles con ... inscripciones tales como «Paco censura» o «Málaga te expulsa». También adosaban al vehículo una figura reproduciendo la catedral en tres dimensiones con la pancarta que lograron desplegar el 1 de febrero para hacer más visible su reivindicación. «Dios salve a La Invisible», rezaba -nunca mejor dicho-, la inscripción de la banda que colgó de 'la manquita' durante unos instantes. El recorrido de la manifestación en defensa de La Invisible estaba previsto que partiera a las doce de la mañana desde Carretería hasta la Plaza de la Merced, la Alcazabilla, para terminar frente al Ayuntamiento.
Poco a poco a los madrugadores de los preparativos de la protesta se les fueron sumando más: los policías para controlar, por supuesto, los que ponían la música con los tambores, los cada vez más numerosos asistentes solidarizados con la causa, muchos jóvenes, pero también mayores, parejas con niños, gente de todas las edades, y los políticos (ahí estaban Toni Morillas y Toni Valero, cuyas declaraciones ante la prensa previstas finalmente no tuvieron lugar para darle todo el protagonismo al colectivo de La Invisible).
Sumaban unos pocos cientos antes de la partida, que fue un poco tardía respecto a la hora prevista. Luego se sumarían más para alcanzar o incluso superar el millar de defensores del espacio cultural autogestionado. A las 12.30 iniciaba su andadura a ritmo de tambores. Ello, después de la lectura de un manifiesto en el que se denunció que la ciudad de Málaga «ha dejado de ser tu casa» -así apelaban a la ciudadanía congregada-, como consecuencia, decían, del «modelo especulativo» municipal: «Te han expulsado porque no has llegado en un crucero, porque no te puedes pagar un AirBnB, porque tu trabajo no es tan guay como el de los nómadas digitales». En ese modelo, esgrime el manifiesto, «tú sobras, sobramos, La Invisible sobra». También se clamó contra «el autoritarismo» que achacan a que sólo se valore lo que «se mercadea» y no «las ideas, la generosidad, la creatividad», que también constituyen, defienden, «la riqueza la ciudad». «La Invisible hace muy patente un conflicto que se extiende por toda la ciudad». «¿Para esto ha quedado Paco de la Torre?», apelaba la protesta, aludiendo a la amenaza de desalojo de charlas, obras teatrales... que se desarrollan en el patio de la casa.
La Invisible realizaba esta convocatoria «en respuesta al reciente decreto de cierre acordado por el Ayuntamiento, que amenaza con desalojar este espacio de libre concurrencia». «Tras casi 17 años de trayectoria como un centro crítico y alternativo en nuestra ciudad, su cierre representa un grave atentado contra la diversidad cultural y el tejido social del Centro Histórico», añadían los organizadores de la marcha.
El portavoz de La Invisible, Florencio Cabello, en declaraciones a SUR, demandó retomar el diálogo con el Ayuntamiento para llegar a un acuerdo y poder seguir desempeñando su actividad. «Una vez más La Invisible se echa a la calle para defender un proyecto que tiene un reconocimiento cultural, que tiene un proyecto arquitectónico democrático, participativo y sostenible y que tiene todas las fórmulas jurídicas que solicitó el Ayuntamiento. Los acuerdos con el Ayuntamiento nosotros los hemos cumplido», asegura Cabello, quien añade: «La sorpresa es que desde noviembre asistimos a una instrumentalización de la policía local para venir aquí a constatar que se hacen actividades públicas exclusivamente en el patio. Llevamos casi ocho años con un reconocimiento de entidad de utilidad pública municipal realizando actividades que justifican ese reconocimiento». «El Ayuntamiento tiene paralizado el proceso de cesión que regularizaría todo», justifica. «Todo ello se ha traducido en un decreto de cierre que nos da idea que están buscando cualquier excusa para intentar un desalojo que ningún juzgado les ha permitido», continúa Cabello.
La manifestación, dirigida por la pancarta principal («Habitar, resistir, crear. Contra el desalojo, derecho a la ciudad»), era un microcosmos de los movimientos sociales de la ciudad. Encarna González, Alfredo Riero y Juan Miguel López recuerdan que ellos, Yayoflautas -movimiento de jubilados-, nacieron en La Invisible, que fue el lugar que les acogió para asociarse y reunirse. «Tenemos una ligazón histórica, sentimental con La Invisible. Además, supone un enriquecimiento de Málaga», dice Encarna. También estaban representados diversos movimientos en defensa del derecho a la vivienda, como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca de Málaga o las Mujeres Gitanas y Racializadas de Málaga por la Vivienda Digna, con Ana Cortés a la cabeza. O Ruedas Redondas: «La bici está con La Invisible, es un oasis dentro de la ciudad gentrificada», afirma su portavoz. También se contaban por allí ecologistas como Greenpeace o Juventud por el clima.
Además participaba de la marcha un grupo de familias residentes del centro de la ciudad. María Bermejo, su portavoz, explica a SUR el porqué de su asistencia a la manifestación: «Hacemos mucho uso de La Invisible, sobre todo por los niños: teatro, circo... También acoge un grupo de consumo ecológico. Y construimos un 'hotel para bichos' en sus instalaciones y luego lo llevamos a Gibralfaro. Es nuestra casa. Asistimos a conciertos, a charlas, es un buen espacio para nuestros hijos, que ya se van haciendo adolescentes, para que se construyan una conciencia crítica».
Destacaban mucho un grupo de chicas autodenominadas 'Cuerpas (sic) de defensa de la cultural', participantes en el taller de tuerk de La Invisible: «Es un espacio en el que nos apropiamos de nuestros cuerpos, los mostramos y nadie nos juzga», comparte Romina Cuevas.
Mientras tanto, en un paisaje donde destacaban también las banderas y los pañuelos palestinos, entre las consignas, se gritaba «Paco, escucha, La Invi está en la lucha», «De norte a sur, de este a oeste, La Invi sigue cueste lo que cueste». Y a los turistas de la Plaza de la Merced, «tourists, go home, please». Y ya frente al Ayuntamiento, donde se volvió a leer el manifiesto en torno a las dos de la tarde, se insistió en «La cesión es la solución», «se va a acabar la dictadura municipal» o «este gobierno se va a desalojar», así como «¿dónde está Paquito?, ¿Paquito dónde está? Paquito está vendiendo lo que queda de ciudad».
En el momento en que la manifestación llegaba al Ayuntamiento, a sus puertas había unos novios haciéndose fotos tras casarse en el Consistorio. Cuentan que tuvieron que darse prisa en los esposorios para no toparse con la protesta y poder salir del edificio. Con todo y con eso, Irene Cruz, la novia, quien reconoce que no conoce demasiado el caso, que apenas cree que el Ayuntamiento quiere desalojar el espacio por cuestiones legales, añade que lo que le llega de lo que se hace en ese lugar autogestionado «es atractivo». La fotógrafa de la boda, Marina M. Luna, la interrumpe y dice: «Para un sitio que hay que no es para turistas. Porque, ¿qué van a hacer ahí entonces?, ¿otro sitio para turistas?».
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