Secciones
Servicios
Destacamos
Ana Jiménez
Sábado, 7 de enero 2023, 00:53
«Un sueño y un pasaporte, como las aves buscamos el norte», recitaba el compositor uruguayo Jorge Dexler en 2001 como estribillo de su canción 'Un país con el nombre de un río'. Más de 20 años después, cinco jóvenes malagueños llevan esta estrofa como ... lema en cada paso que dan en su día a día. Ellos son Laura Vázquez Quirós, 29 años; Beatriz Vázquez Quirós, 25 años; Francisco Javier García Sánchez, 27 años; Gabriela Teixeira da Rocha, 23 años; y Abigail Hartshorn Guerrero, 23 años. Con dos besos se despidieron de sus amigos, su familia y su rutina en Málaga, cogieron sus maletas y siguieron los pasos de muchos antes que ellos. Emigraron a distintos puntos del mapa y se volvieron parte de la estadística: el 74% de los jóvenes españoles piensa en emigrar para mejorar sus condiciones, según el informe presentado en 2021 de la Fundación SM 'Jóvenes en Iberoamérica'.
Laura tomó un avión a Turín, Italia, hace tres años: «El amor me impulsó al cambio, a venir a Italia», declara mientras se escucha la voz de su pareja de fondo. Beatriz y Francisco, o como ellos prefieren, Beti y Paco, llegaron a Cork, Irlanda, cogidos de la mano hace justo un año: «El primer pensamiento al tomar esta decisión fue que la vida son dos días, que siempre se intenta planear el futuro, pero luego llega una pandemia y lo destruye todo, así que ¿por qué no vivir?», comenta la pareja con una creciente chispa de emoción en su voz. Gabriela, tras un largo año de idas y venidas a distintas ciudades de distintos continentes, comenzó su aventura en Sídney, Australia, hace solo unos meses. «No tengo mucho tiempo libre, pero es muy buen sitio para emigrar. Estudio, trabajo y estoy aprendiendo muchísimo inglés», relata entre risas. Abigail, después de un Erasmus en Gotemburgo durante sus estudios universitarios, no lo pensó dos veces al terminar la carrera y compró su billete a Suecia a los pocos meses de graduarse hace un año: «Siempre he sabido que iba a emigrar, desde que estaba en el instituto. Pensé que iba a ser más fácil encontrar trabajo aquí que en España», menciona con contundencia al otro lado de la pantalla.
Con el paso de las estaciones, las maletas de este grupo de emigrantes se han ido llenando de nuevas amistades, experiencias y momentos inolvidables, pero los primeros pasos lejos de casa suelen ir seguidos de cerca de dudas y miedos, aunque «si te paras a escucharlos no avanzas nunca», afirma Laura con seguridad, añadiendo: «Yo tuve dudas, todas las dudas del mundo. Tenía tiempo y dinero limitado, pero si sigo aquí es porque las he superado. Ahora vivo con mi pareja en Turín y trabajo como profesora de español». Con la misma nota de superación y valentía, Gabriela celebra su recién emprendido camino: «Me siento más independiente que nunca. Estoy como vendedora de pasteles en el mercado de Sídney. Soy más feliz aquí que en mi último año en España».
Cada uno de ellos voló a su nuevo destino movido por diferentes impulsos y, entre ellos, la promesa de un trabajo que no habían podido encontrar en su país. «Queríamos encontrarnos a nosotros mismos, ver de qué éramos capaces fuera de nuestra zona de confort y saber quiénes somos» comenta Beti, a lo que Paco añade: «Además, aquí encontrar trabajo no es un problema. Empecé con mi nuevo empleo como 'kitchen porter' a los tres días de llegar y Beti al segundo día empezó como barista». Pero no es oro todo lo que reluce. Dependiendo del país, la ciudad y la suerte de cada uno, ganarse la vida puede resultar más complicado de lo que parecía en la distancia: «Durante este año he trabajado en dos compañías distintas, primero de limpiadora para un hotel y después en un restaurante de comida rápida. Sabía que iba a ser difícil encontrar un trabajo relacionado con la comunicación o el periodismo, carrera de la que me gradué, pero no sabía cómo de difícil», expresa abiertamente Abigail con media sonrisa en sus palabras.
En ocasiones la nostalgia, la distancia y los recuerdos de los amigos y familia llenan los ojos de lágrimas. El café improvisado con la amiga del barrio, el salir a pasear con el perro o el abrazo de la familia quedan más lejos que nunca y todos ellos lo saben bien. «Mi gente es lo que más echo de menos. Es lo único que no puedes conseguir aquí», expresa Laura con la emoción contenida en su corazón porque, como dice: «aunque las tecnologías lo pongan más fácil y puedas estar en contacto ya no es lo mismo. Cuando vuelves tu eres la excepción, lo especial, y es el día a día lo que uno añora».
Volver siempre es una opción, pero cuando esa posibilidad se menciona, la conversación cambia de tono y una sonrisa aparece a la velocidad de una bala en los labios de estos jóvenes: todos coinciden en que, de momento, quieren seguir su aventura, porque las luces son mayores que las sombras: «Nuestra vida en España era más lineal, estábamos estancados. Aquí hemos avanzado mucho en poco tiempo a nivel personal y laborar», declaran Beti y Paco con la mirada puesta en el futuro. Viajar, conocer diferentes culturas y expandir los horizontes. Emigrar es cambiar tu mundo. «Creo que me quedaría sin palabras si tuviera que explicar todo lo que ha cambiado mi vida desde que me mude aquí», concluye Abigail sosteniendo su sueño y su pasaporte.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.