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Una imagen de la manifestación del 29J en su paso por la calle Alcazabilla.

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Una imagen de la manifestación del 29J en su paso por la calle Alcazabilla. Salvador Salas

Los malagueños que marchan en el 29J: «No quiero que mis hijos se tengan que ir de la ciudad»

Cada testimonio es una historia o una situación personal distinta, pero todos convergen en el problema del acceso a la vivienda

Sábado, 29 de junio 2024, 13:40

Las caras son distintas. Unas tienen más arrugas, otras delatan una juventud que aún perdura. Hay manifestantes que aluden a que el poco pelo que les queda es una señal inequívoca de que, hace tiempo, pasaron a la vida de jubilado. La manifestación del 29J está siendo masiva en Málaga y cada participante es un mundo. Pero si algo reflejan los testimonios, es una convergencia absoluta en que Málaga tiene un problema con la vivienda. Más bien, con el acceso a ella y de que de ahí se desprenden una serie de problemas que generan frustración y una sensación de estar metido en un túnel del tiempo que no avanza. O sí, que los años pasan, pero las evoluciones vitales, eso que se llama proyecto de vida, permanece estancado.

Un recorrido por la manifestación permite hablar de cierta transversalidad. Familias, jóvenes, jubilados, propietarios de viviendas, los que aún buscan y no encuentran, o los que ya han perdido la esperanza. Uno de ellos es Santiago Pérez, un vecino de la zona de Carlos Haya. Tiene 67 años y está jubilado. Su vida, asegura, «está resuelta». «Soy un jubilado del taco», se permite bromear con este periódico.

El motivo que le ha llevado a estar este sábado en la manifestación es el descontento que alberga con la evolución de su ciudad. «Soy malagueño, he nacido aquí y lo que veo en los últimos años no me gusta. Acceder a una vivienda se ha vuelto imposible. Tengo dos hijos y cuatro nietos. Salgo también por ellos. No quiero que mis hijos ni mis nietos se tengan que ir a otra ciudad si no quieren», resalta.

Santiago hace énfasis en otro asunto: «No estoy para nada en contra del turismo. Soy consciente de que en Málaga genera mucha riqueza. Aquí no hay turismofobia, lo único que pido es que haya un turismo regulado y de calidad, no el turismo de borrachera que generan las viviendas turísticas», precisa. «Quiero que los malagueños tengan prioridad en Málaga», sentencia.

A pocos metros, en una Plaza de la Merced en la que el sol empieza a castigar con fuerza, se encuentra Estefanía Bitán, una joven de 33 años que ha venido acompañada por un grupo de amigos. Estefanía es vecina de Santa Paula, tiene un trabajo con contrato indefinido y ahorros. Aún vive en casa de sus padres.

«Me encantaría independizarme, pero los precios de la vivienda en Málaga están por las nubes. Lo que me podría permitir son pisos en muy malas condiciones. Para algo digno, tendría que estar hasta arriba toda mi vida. No tiene sentido», lamenta. De alguna manera, insiste, se siente estafada. Es de Málaga, ha cumplido con sus estudios, tiene trabajo, pero se ve abocada a dejar la ciudad si quiere vivir bajo un techo propio.

Ansiedad

Cada testimonio es también un lamento. Una angustia y un estado de estrés que se genera cuando te ves sin techo. Es lo que relata Miriam Soto, una vecina de Huelin. Miriam tiene 27 años y hasta hace poco pagaba 300 euros en un piso compartido. «Hace dos meses nos dijeron que nos teníamos que ir. Sospechamos que quieren convertir el piso en vivienda turística. A partir de aquí, empezó el calvario. Encontrar un piso en Málaga es imposible», dice y relata una rueda de 'castings', exigencias de nóminas abultadas y pagos adelantados de varias mensualidades.

«Cuando parecía que habíamos encontrado algo, el dueño nos dice que solo nos puede hacer un contrato de once meses. Así no me puedo ni empadronar», denuncia una práctica habitual para sortear la ley de la vivienda. ¿Comprar un piso? Miriam suelta una mueca de sarcasmo y añade: «¡Una utopía!».

La manifestación, se ha dicho, es transversal. Eso atrae a perfiles que también están descontentos con la gestión política que lleva a cabo el Ayuntamiento de Málaga. Ana Berrocal, 40 años, vecina de Nueva Málaga, es un ejemplo. Tiene un piso en propiedad y no tiene el peso de una hipoteca sobre sus espaldas. Sin embargo, asegura, «siento que muchos malagueños lo están pasando mal». «Ni estoy en contra del turismo, ni soy turismofóbica. Cuando algunos políticos dicen eso, siento que nos toman por tontos. Pero no me pongo una venda ante la realidad de lo que está pasando en mi ciudad. «Me gustaría, simplemente, que se gobierne para la gente de aquí, no para la que está de paso», expresa.

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