Con mucha paciencia y dedicación, José Luis Camacho se afana estos días en sacar todo el brillo posible a una vidriera con la imagen de ... Nuestra Señora de la Asunción. En su taller, en el barrio malagueño de Fuente Olletas, custodia y restaura piezas con un enorme valor histórico, datadas entre los años 1720 y 1911 y pertenecientes a la Catedral de Jaén.
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Pese a encontrarse a cientos de kilómetros de distancia, sus manos y la pulcritud de sus trabajos han llamado la atención de los responsables del Cabildo Catedralicio de la ciudad andaluza, que le ha encargado la restauración de todas las cristaleras del templo. Es un trabajo con enorme responsabilidad, ya que se trata de uno de los requisitos exigidos para que la Catedral sea declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
José Luis ha comenzado su trabajo por algunas de las vidrieras de la nave norte del templo. En una primera visita se ha traído numerosas piezas incoloras (que son las más antiguas), la imagen de Santa Ana, más de la mitad de la pieza central de la Asunción y parte de la fachada principal del Salvador del Mundo. En total intervendrá en 85 vidrieras y estima que el trabajo durará más de año y medio. «Hay que tener mucho cuidado porque algunas de las piezas se encuentran muy deterioradas», asegura.
La oportunidad de colaborar en la restauración del templo jiennense surgió gracias a la intermediación de la empresa local Construcciones Calderón, que fue contratada para la restauración de las cubiertas. Tras montar los andamios previos a la intervención, los técnicos descubrieron el mal estado en el que se encontraban las vidrieras. Tanto que un primer momento les llamaron para realizar unos trabajos de urgencia en la cubierta. Aquello ocurrió durante el año 2020, y dos años después les volvieron a contactar para que desarrollaran el resto de los trabajos. La actuación total está presupuestada en un millón de euros.
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José Luis Camacho, que lleva trabajando el vidrio desde el año 1996, explica que están muy afectadas por culpa del viento, que sopla tan fuerte que provoca el deterioro del plomo y la pérdida de la masilla que fija la vidriera. En algunos casos incluso se han volado algunas partes que ahora deberán reconstruir en el taller fijándose en imágenes antiguas o tirando de archivos históricos.
Además de realizar la intervención, José Luis y su equipo son los encargados de realizar el desmontaje previo y traslado a Málaga, algo que están realizando por partes para no traerse todas las vidrieras de golpe. Por lo general, en esta tarea suelen echar más de una semana para realizarla con el máximo rigor y seguridad. «Hay algunas tan deterioradas que hay que meterlas en plásticos porque se pueden partir en las manos».
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Una vez en el taller, cada pieza es un mundo y requiere de un trabajo específico. En la mesa de trabajo se analizan con minuciosidad y se empiezan a restaurar. Por lo general hay que consolidar el plomo, que se suele partir en las zonas de soldadura, colocar una nueva masilla para fijar el conjunto y sustituir o reparar los vidrios rotos. Posteriormente se limpia «con un poco de agua destilada, alcohol, cepillos, pinceles y algo de bisturí». Y por último, y para protegerlas de las inclemencias meteorológicas, se instalará en el templo un acristalamiento isotérmico.
La Catedral de Jaén fue concebida en el siglo XVI para sustituir el anterior templo gótico de la ciudad, aunque su construcción se prolongó durante varios siglos. Las vidrieras translúcidas en las que se está interviniendo fueron fabricadas por los vidrieros Pedro Sol y Juan González y corresponden al gusto clasicista de los siglos XVI al XVIII. Las decorativas pertenecen al taller vidriero La Veneciana y a la Casa Maumejean.
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José Luis Camacho comenzó a trabajar con el vidrio en el año 1996 como alumno de un curso organizado por la escuela taller Molina Larios. Aunque era de dos años de duración, él solo hizo uno porque el monitor que lo impartía se lo llevó a su taller, Viarca, en donde permaneció seis años.
Posteriormente, la Junta de Andalucía encargó a este profesional que ofreciera varios cursos por los pueblos e incluso en el centro penitenciario, hasta que en 2010 abrió su propio taller. Inicialmente estuvo en la calle Cristo de la Epidemia, aunque en 2015 se trasladó a la calle Manrique, su ubicación actual.
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Entre los numerosos trabajos realizados a lo largo de tantos años, el vidriero destaca los realizados para el Obispado de Almería, la restauración de varias iglesias en Málaga y en Marbella, la intervención realizada en el hotel Miramar o el proyecto desarrollado para el restaurante Los Patios de Beatas. «Desde que tengo mi taller he tenido la suerte de no tener que salir a buscar el trabajo, sino que todos los encargos han venido a mi», afirma orgulloso.
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