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Azahara Margón reside ahora en Málaga. Francis Silva
La malagueña a la que un saludo le cambió la vida

La malagueña a la que un saludo le cambió la vida

Iba para guardia civil y estudió para actriz, pero en su camino se cruzaron Julio Iglesias y Antonio Banderas. Ahora es protagonista de una historia de película

Domingo, 2 de abril 2023, 00:25

Ella se define como una malagueña común en circunstancias extraordinarias. La vida truncó el destino para el que se había preparado, pero a cambio le depararía un futuro inimaginable. Pasó de llevar el uniforme militar en un cuartel a celebrar fiestas en mansiones y codearse con 'celebrities', que en las distancias cortas, asegura, son más «normales» de lo que parecen. Azahara Margón (Málaga, 1983) creció en la Comandancia del Arroyo de los Ángeles convencida de que seguiría los pasos de su padre Antonio y que acabaría siendo guardia civil, como también lo fue su abuelo materno y ahora su hermana mayor Pilar.

Quería ser agente de Tráfico, pero cuando se encerraba en su habitación, dejaba volar su imaginación y frente al espejo veía a la artista que llevaba dentro: «Siempre he sido muy teatrera», recuerda esta joven, en la que Julio Iglesias vio una «luz especial» y Antonio Banderas, un potencial profesional y artístico. Actualmente, como embajadora e imagen de la ginebra Larios (patrocinadora también del Teatro del Soho CaixaBank) colabora con él y trabaja en acercar de nuevo la marca (ahora propiedad de la compañía japonesa Beam Suntory) a sus orígenes malagueños vinculándola a proyectos culturales, como la próxima Noche en Blanco del 20 de mayo y a un «grande de las tablas» como el actor malagueño.

Ahora disfruta de las mieles de una vida sorprendente, pero a la que llega tras un enorme fracaso vital. Al terminar el Bachillerato de Ciencias Sociales en el IES Rosaleda se preparó para ser guardia civil en la academia madrileña de Valdemoro. Sus padres querían que estudiase una carrera y se planteó incluso hacer un grado de Educación Física, pero apostó por continuar la tradición familiar y formarse en aquel cuerpo militar. No se planteaba otra alternativa que conseguir un trabajo fijo de funcionaria y con el que no le faltase nunca un sueldo, tal y como había aprendido en casa. «Fue un año de disciplina durísima y muy exigente, donde si no estabas en formación a las 7.00 horas, a menos cinco grados bajo cero, te quitaban el descanso, pero también uno de los más bonitos de mi vida», recuerda emocionada. Su voz se entrecorta y se le saltan las lágrimas al recordar que fracasó en aquel proyecto y que de algún modo le falló a su familia al no superar la oposición. «En 2011, redujeron las plazas y me quedé fuera pese a la buena nota que obtuve. Me sentía como la oveja negra de la familia», apostilla.

13 veces Campeona de España de Kárate

Y aquella joven, 13 veces campeona de España de kárate (modalidad katas), que salía corriendo de su colegio San José de la Montaña para entrenar en el gimnasio Sukuri (en el barrio de la Trinidad) una media de tres o cuatro horas diarias, tiró de los valores que siempre le habían inculcado, primero su familia y después el deporte y la academia, para levantarse de nuevo. Constancia, tesón, honor, lealtad y disciplina la han guiado desde entonces. Regresó a Málaga hundida y aunque no abandonó la idea de llevar algún día un tricornio, empezó a compaginar ese estudio con un trabajo en una marca de relojes de lujo y con clases de interpretación en una academia del Soho. Allí dio rienda suelta a su verdadera vocación y decidió presentarse a las pruebas para entrar en la Escuela de Arte Dramático de Málaga. Fue seleccionada, aunque la providencia le tenía preparada otra sorpresa.

En aquel verano previo al inicio del curso, aquella joven que pasó su infancia enfundada en un kimono y un día decidió fusionar sus dos apellidos (Martínez González) para que cuando subiera al podio se escuchara también el de su madre, vivió el verdadero punto de inflexión en su vida. Reflexiva, ella insiste en que en la vida «todo pasa por algo, que todo tiene una razón de ser», pero con la perspectiva que da el tiempo no oculta que es una afortunada.

En la academia de la Guardia Civil de Valdemoro. SUR

Acudió a Algeciras junto a su familia a ver a Julio Iglesias en concierto. A la salida y entre la multitud de gente que se agolpaba para intentar verlo, esta malagueña le hizo un saludo militar y le lanzó un beso. El cantante quedó admirado por aquel gesto, que se tomó con humor. «¿Quién es esa chica con esa luz?», llegaría a preguntar el cantante. «A los diez minutos vinieron de su parte para invitarnos a otro concierto que ofrecía en el Starlite de Marbella». Allí fue donde ella y también sus padres conocieron personalmente a Julio Iglesias, que estaba junto con Miranda y las gemelas Cristina y Victoria en el camerino.

Fue el principio de su nueva trayectoria, porque aquel encuentro en 2012 dio lugar a una invitación ese verano a la residencia del cantante en Ojén y de ahí a una propuesta para viajar con ellos a Miami a trabajar para la familia, como asistenta personal de Miranda y en la seguridad de las hijas.

Vivir el 'sueño americano'

Superado el «shock» inicial, no se lo pensó dos veces y sin haber cruzado el charco nunca se lanzó a vivir el «sueño americano». Aterrizó un 11-S lloviendo y, en un taxi «típico» amarillo, se dirigió nerviosa a la residencia de los Iglesias. «Cuando llamé y se abrió aquella puerta salió a recibirme Miranda, que me hizo sentir como en casa desde el primer momento». A las semanas de estar allí trabajando y de disfrutar de una residencia privada para ella sola a la entrada de Indian Creek y tener un «cochazo» propio, Azahara se sinceró con la familia y les confesó que había dejado pendientes sus clases de arte dramático para acompañarles. «Julio dijo: Por mucho Julio Iglesias que yo sea no quiero que se frustre algo para lo que creo que vales. Esta es mi casa y siempre estará abierta para ti», rememora emocionada por la generosidad que mostró y el vínculo afectivo que crearon.

De esta forma, regresó a España, pero durante los cuatro años de la carrera mantuvo la relación y acudía con frecuencia a visitarlos a Punta Cana y a trabajar durante el verano. Terminados los estudios y de vuelta con ellos, aprovechó que se trasladaron a Miami para que una de las gemelas hiciera un curso de modelaje para ella seguir formándose.

Margón, con las gemelas Cristina y Victoria. SUR

La pandemia la atrapó allí y aquellos meses alejada de sus padres en un momento tan dramático la marcó. Aunque sin separarse definitivamente, decidió poner rumbo a España y continuar con su formación haciendo un máster de cine en Madrid. De aquella etapa en EE UU aprendió a valorar Málaga. «Como el lema de Larios, 'Vivir bien es un arte' y Málaga sabe de eso. Su calidad de vida no la hay en ningún otro sitio», resume.

De nuevo, estando allí en la capital, su vida volvió a dar un giro crucial cuando el gerente de El Pimpi, Pablo Gonzalo, la invitó a una cena con un grupo de amigos. Cuando llegué al restaurante, me presentó a Antonio Banderas y a mí me nació darle un fuerte abrazo y decirle cuánto lo admiraba. «Habíamos estudiado en la misma escuela de arte dramático, su padre había sido policía y le recordaba a él por la inquietud que mostraba. Congeniamos desde el primer momento». Ella pensó que aquel encuentro sería puntual, pero para su sorpresa días después la llamó para invitarla a la premier de 'Dolor y gloria' en Madrid. «Allí conocí a Almodóvar y a Penélope Cruz, entre otros muchos actores. Era otro regalo de la vida y desde entonces no nos hemos separado».

Instantes afectivos con Julio Iglesias y Antonio Banderas. SUR

–¿Lo volvería a dejar todo si el director manchego le propusiera un papel? «Creo que sí», zanja tras dudarlo unos instantes. Lo que «aún» tiene pendiente es conocer a su cantante favorito Luis Miguel e insiste: «Digo que aún no, porque lo proyecto y confío en que lo haré», dice esta amante de la meditación 'ho'oponopono', con la que a diario se repite constantemente a modo de mantra cuatro palabras: lo siento, por favor, te quiero y gracias. «Todas ellas limpian las memorias de tus vidas pasadas (de tus ancestros) que son las que te limitan en dejarte llevar por tu intuición. He aprendido que todo lo que visualizas y proyectas lo acabas consiguiendo. Si estás en paz contigo misma, siempre es más fácil sobrellevar todo lo demás».

Azahara se ha acostumbrado a vivir intensamente y a seguir el ritmo vertiginoso de lo que acontece, aunque eso haya supuesto a veces alejarse de sus amigos de siempre. «Algunos lo han entendido y otros no, pero de alguna forma siempre han estado ahí», indica. Aunque asegura que con esa vida de vino y rosas nunca se le ha ido la cabeza, admite que sus padres siempre han estado ahí para mantenerla con los pies en la tierra.

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