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La cita es a las puertas de las torres de Martiricos. Nada más llegar, las bolsas de basura están en mitad de la calle, al lado de las papeleras. «Qué alegría vivir con tanto turista civilizado», que dice una señora mayor a su hija. Ellas no forman parte de la comitiva de vecinos de la torre sur, que se ha puesto en contacto con SUR para narrar sus desventuras, el «sinvivir» que supone residir entre extraños. Cada día una aventura. Según el registro de turismo de la Junta son más de 110 pisos turísticos en una torre que cuenta con 252 pisos, es decir casi la mitad. El último episodio se produjo la madrugada del lunes con el desalojo parcial del edificio y la movilización de bomberos y policía local porque un extintor se habría rociado en la planta 17 por los inquilinos de una vivienda que se alquila como piso turístico. Un hecho que ha provocado la indignación de los vecinos.
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La historia es la siguiente. Los afectados: Julio, con un piso de tres habitaciones. que le costó 470.000 euros, José, tres habitaciones también pero 613.000 euros (por la altura), Alfonso, de dos habitaciones, más de 300.000 euros; Ana, de tres habitaciones, 700.000 euros, o Antonio, piso de tres habitaciones por 377.000 euros. Para ellos era una ilusión vivir aquí, y recuerdan los esfuerzos que han hecho para poder conseguirlo. Hablan de los precios, no sin cierto recelo, pero ninguno quiere dar la cara. Los nombres de todos son ficticios, pero corresponden a una persona, un DNI y un propietario. Ana lo sustenta en que tienen miedo a «las represalias». «Una de las vecinas se quejó de un apartamento turístico y le rompieron el bombín del coche esa noche. Julio añade: »Otra nos ha dicho que nos va a denunciar por racistas y xenófobos, y bastante estamos pasando ya como para encima tener que aguantar esto«. "Nos dijeron que si sus pisos no eran turísticos nos iban a meter okupas«, que subraya José. »Imagínate el nivel de tensión que hay aquí«, puntualiza.
Hacer fotos es una odisea. Nadie quiere que salga ni su silueta. Así están. El primer día que se celebró formalmente la junta de la comunidad de propietarios ya había 74 pisos turísticos con declaración responsable, como cuentan. Y fue el 4 de abril. Llevan escasos meses viviendo aquí. No les ha dado tiempo a redactar el régimen interior (las normas de uso) o a votar sobre si querían que hubiese pisos turísticos, y ya habían corrido como la pólvora. «La ley está mal hecha, y conculca los derechos de los residentes, ya que ni siquiera nos da tiempo a votar sobre qué tipo de viviendas queremos en nuestra comunidad de propietarios», que explican.
Esto lo dicen todo de forma acelerada tras entrar e ir llegando poco a poco al piso de uno de ellos para que no se sospeche de que están con periodistas por la llamada torre sur de Urban Sky. Lo que para ellos iba a ser «el paraíso», se ha convertido en un «sinvivir». Su ilusión, sus ahorros, sus sueños truncados «porque un edificio que debería ser residencial tiene un uso encubierto comercial, ya que casi mitad de los pisos son turísticos. Es una legalización por la puerta de atrás», que explica Julio. Pero ya se están movilizando: han pedido una reunión con la Gerencia de Urbanismo para denunciar que un centenar de estas viviendas turísticas se han inscrito después de que la Junta pusiese en marcha un decreto para regularlas urbanísticamente, que el Ayuntamiento de Málaga aprovechó con una instrucción en junio, que «es retroactiva», como explicaron el alcalde Paco de la Torre y la concejala de Urbanismo, Carmen Casero, y que obliga a que las viviendas turísticas tengan un acceso y servicios independientes. Esto ha implicado que de las más de 1.300 solicitudes de pisos turísticos registradas por la administración regional desde febrero, Urbanismo haya bloqueado 1.120, por no tener esas características. «Estamos en que un centenar de las que tenemos en la torre sur están en esa tesitura, y queremos que las retrotraigan ya porque aquí no hay quien viva», subraya José.
La lista de quejas es interminable. Ahí van unas cuantas: han puesto candados de llaves en bancos de la calle y en zonas comunes, tiran comida y basura desde las terrazas, cuando se les acaba el tiempo en el piso turístico se van con sus maletas a dormir o a pasar el día en la piscina, se creen que esto es un hotel y varias veces han sido maleducados con el conserje e incluso le han grabado con el móvil de malas formas por no acceder a sus peticiones, vamos a tener que poner a una persona que controle la piscina porque se saltan el aforo de 32 personas y llevan vasos de cristal, se meten en nuestros aparcamientos aunque no sea su plaza, van en bikini y en bañador en los ascensores, saltan las alarmas de incendios porque se ponen a hacer sardinas y este edificio está lleno de detectores de humo, ya que es de alto riesgo en incendios, y nosotros hemos tenido que hacer un curso con los bomberos. «Suben borrachos en el ascensor y da miedo, esto es un desmadre», que indica Ana, «y han venido cuatro veces por agresiones la Policía, una de ellas a una mujer, que no sabemos si fue una agresión sexual», que indica Julio.
«Imagínate. Pagan 1.600 euros a la semana por un piso al que pueden ir ocho o diez, que es baratísimo, y así tenemos un montón de jóvenes que vienen de fiesta hasta altas horas de la madrugada. Que se quieren divertir, lógico, pero nosotros queremos dormir. Si esto fuese un hotel, que no lo es, pues la seguridad les llamaría la atención y se controlaría el problema, pero como eso no existe pues estamos vendidos», añade José.
El primer paso de estos vecinos, que dicen estar organizados, y que suman más de medio centenar con los mismos objetivos, será la Gerencia de Urbanismo para que dé de baja el centenar de viviendas turísticas que aseguran no cumplen los requisitos. Pero si no avanzan, lo tienen claro: acabarán en los tribunales. «Nos lo jugamos todo», advierten.
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