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Cuando adoptaron a Alba, en casa la esperaban con los brazos abiertos y el corazón en un puño. En el orfanato chino donde había crecido los cinco primeros años de su vida le habían advertido de que la niña tenía una fisura en el paladar, pero con el tiempo se dieron cuenta de que el diagnóstico escondía un retraso mucho más profundo. A su madre, Verónica Flores, aquello le costó tres años llorando «con sus días y sus noches». A Alba, una infancia sin cumpleaños en el cole, porque nunca la invitaron a las fiestas-de-amiguitos ni esos amiguitos estuvieron en los parques de bolas, siempre vacíos, que Verónica alquilaba para su hija. Hoy, Alba tiene 15 y, aunque «ya sabemos que no crecerá más del 1,40», se ha hecho más grande de lo que nunca soñaron gracias al fútbol. Ahora reparte autógrafos en el instituto «porque es parte del Málaga CF» y a su madre ese triunfo le sabe a pan con nocilla, como en los cumpleaños de verdad.
La de Paula (20) también sabe que la vida, a veces, empieza ganándote por goleada. Su hija tiene retraso madurativo y un problema en el paladar que ahora tratan de regatear gracias a una operación pionera que recoloca grasa de las caderas en el cielo de la boca. Los ojos de Paula son de un azul que ya quisieran las rayas de su camiseta del Málaga, «pero cuando los niños se le acercaban y la escuchaban hablar salían huyendo». Margot Correa, su madre, estuvo en fuera de juego muchos años «por el sufrimiento» de su hija en el colegio y por los «diagnósticos que decían que Paula no encajaría en ningún sitio». Hasta que llegó a la Escuela de Supercapacitados del Málaga CF. «Por primera vez estamos cosiendo las heridas del corazón desde la alegría y no desde la pena», respira al fin Margot, sentada en la grada junto a Verónica mientras Alba y Paula les meten goles a la vida.
Hoy toca entrenamiento del grupo en las instalaciones deportivas de El Romeral, en Teatinos, donde los Supercapacitados se ejercitan los martes. El viernes toca en el de la UMA. Hoy también toca celebrar el Día Mundial de las Personas con Discapacidad, aunque con trampas en el calendario porque para los 73 chavales de este equipo hay día mundial y fiesta dos veces por semana. «Con el Málaga CF van de la mano, a la altura del equipo y del club; no los hacen sentir como los tontos que van por detrás», aplaude Margot poniendo más verdad en ese escueto resumen que en decenas de tratados sobre integración real.
En este terreno de juego, en realidad, el objetivo no es competir, sino disfrutar: «Si no fuera así, estaríamos haciendo lo que hace la sociedad con ellos: los que valen dan un paso adelante y los que no, quedan apartados». Quien coge el balón ahora es Fernando González, especializado en Psicología Deportiva y coordinador de esta escuela que arrancó su primera temporada en el año 2018-19 para integrarse en la Liga Genuine Santander, donde compiten más de 40 equipos vinculados a los grandes clubes de fútbol profesional, salvo en el caso del Real Madrid, que no tiene. En apenas tres años, la alineación de los Supercapacitados del Málaga CF se ha multiplicado por cuatro: aquí hay convocados chicos de entre 5 años y cuarenta y tantos con síndrome de Down, autismo, retraso madurativo y otras patologías vinculadas a la discapacidad psíquica. Aquí el fútbol es la «excusa» para crecer y crecerse.
Como cuando quedaron campeones de grupo el primer año de liga y fueron en el autobús oficial del club al Ayuntamiento, a una recepción y a hacerse selfies con el alcalde y sus medallas. O como cuando salen del cascarón de sus hogares para coger aviones y competir; y se alojan en hoteles como los futbolistas del primer equipo y les personalizan las taquillas de los campos con sus fotos. Como cuando, en fin, van a los colegios con los jugadores y las jugadoras de la plantilla a explicar que el Málaga CF, en realidad, tiene tres equipos «igual de importantes» y que competir no tiene nada que ver con ganar.
«Aquí son todos capitanes». Lo dice Lucas Rodríguez, coordinador de la Fundación Málaga CF, aprovechando que Antonio (43) se aleja por la banda después de preguntar con insistencia si va a estar convocado para el próximo partido y, sobre todo, si va a ser el capitán. Antonio, síndrome de Down, actúa como si lo fuera. «Me gusta mucho entrenar. Soy un crack», se felicita echándole el brazo por el hombro a Javi Jiménez, el lateral izquierdo del primer equipo que siempre que puede se escapa para estar con ellos. «¿Que qué les aporto? Poco, muy poco –dice el futbolista ajustándose la mascarilla–. Son ellos los que me enseñan a mí; aunque suene mal, estoy aquí como un acto egoísta».
–«Yo, en el campo, hago de Javi, de lateral», resuelve Antonio con seriedad de capitán y señalando el escudo de la camiseta.
–«¡Pero qué dices, si soy yo el que hago de ti en los partidos del Málaga!», le responde Javi.
Cristóbal (23) juega «de defensa, como Sergio Ramos», aunque en realidad le gusta «todo, todo, todo» del fútbol. También le gustan «mucho» las chicas. «Es que yo soy otro ligón», dice guiñando un ojo. Dice 'otro' porque el oficial es Jorge (23), a quien todos llaman 'Busti' porque tiene recopiladas en su cabeza, sin fallar ni en una coma, todas las canciones de David Bustamante. Su ídolo está fuera del terreno de juego, pero no de su álbum de fotos: en una de ellas, Jorge aparece abrazado al cantante porque fue a conocerlo a un concierto en Torremolinos. También conserva «un vídeo que Bustamante me mandó para darme ánimos cuando me operé de la pierna y me pusieron clavos», presume el joven levantando mucho las cejas y añadiendo misterio a esos momentos que le saben a Balón de Oro. Su Champions es para Nuria Fergó: «Quiero que venga a un entrenamiento... le tengo preparado el anillo para casarme con ella. ¡Es mi 'crush'!». Entre los jóvenes, esa es la manera de referirse a los amores platónicos e inalcanzables. Que aquí se habla de fútbol, pero también de relaciones, de reguetón y de los 'influencers' del momento.
Si hay que hablar de 'influencers' sobre el campo, ése es Sebastián Fernández Reyes 'Basti', que ha pasado a la historia del Málaga CF por ser el segundo máximo goleador del primer equipo y a la historia de estos chicos por ser uno de los pilares de la familia que han formado alrededor del fútbol. Con él trabajan, mano a mano, Fernando González y Lucas Rodríguez; pero también un equipo de más de veinte personas entre entrenadores, médicos, psicólogos y voluntarios. «Cuando los vemos así, tan felices, se para el mundo», admite Basti recorriendo con la mirada la alfombra verde donde Miguel (41), que es el portero, deja sola el área para meter también goles y donde Carlos (26) y Adrián (21) ensayan coreografías para celebrar que el balón entró en la red. Para eso son los pichichis.
En los Supercapacitados también hay mercado de fichajes. «Hemos ido reclutando a los chavales desde las asociaciones para hacer nuestro propio equipo y para que disfruten de todo lo que representan la competición y los valores del fútbol desde dentro. En otros casos, por ejemplo, el club se vincula a una asociación y se limita a dar las equipaciones. Nosotros no; nosotros queremos que estén aquí y que sepan que forman parte de esto», explica Rodríguez, al frente de un proyecto que impulsa la Fundación del Málaga CF y que tiene el apoyo «al cien por cien» del club. Aun así, intentan autofinanciarse a través de patrocinadores; en este caso gracias a Clínicas Rincón Dental, Fundación La Caixa, Sanamar Alimentación, Limsama, el Ayuntamiento de Frigiliana y Proamb.
Ese pulmón permite que en la escuela no sólo se aprenda a disfrutar del fútbol, sino también de otros valores como el medio ambiente y la sosteniblidad; de herramientas como la lengua de signos o del legado de Pablo Ráez. «Queremos potenciar todas las habilidades de los chicos y que la integración en la sociedad sea real», añade González. A su lado, el ejemplo de que está bien predicar, pero mejor aún dar el primer paso: David tiene 32 años y síndrome de Down, y forma parte de la plantilla de las oficinas del Málaga CF como administrativo. «Me encanta el trabajo y colaboro en los temas de comunicación, el papeleo y las facturas», celebra el joven, un gol en vida autónoma porque ese empleo le ha dado la imprescindible estabilidad económica para seguir compartiendo piso tutelado con otros tres compañeros.
El valor de esa convivencia no sólo se disfruta de puertas adentro. El entrenamiento está a punto de terminar y el campo es un fresco heterogéneo de pases y goles, pero también de abrazos y bromas. Aquí no hay VAR ni rígidos reglamentos que marquen qué vale y qué no. Paula (20), la hija de Margot, acaba de sumarse a uno de esos gestos espontáneos de afecto porque en esos amigos ha encontrado «la felicidad y muchas emociones». La de saber que al fin encaja en un grupo está por encima de todas. También la de repasar con ellos los planes que vienen: lo inmediato, un torneo de la Liga Genuine, que se celebrará los días 28, 29 y 30 de diciembre en La Rosaleda. «¡En el campo grande!», celebran Miguel, soñando con la portería y los goles; y Antonio, preguntándose si será el capitán.
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Ignacio Lillo | Málaga
Nuria Triguero | Málaga
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