Málaga es la segunda provincia española con menos enfermeros por cada mil habitantes

A su carga habitual de trabajo, el personal de enfermería ha incorporado las labores de rastreo, la campaña de vacunación contra la gripe, la toma de muestras para las pruebas diagnósticas y, ahora, la administración de la vacuna contra el coronavirus. En Málaga están «desbordados» no sólo por el incremento de tareas sino por la histórica escasez de profesionales. El presidente del Colegio de Enfermería, José Miguel Carrasco, calcula que en la provincia faltan unos 1.500 trabajadores del colectivo. El Sindicato de Enfermería (Satse) eleva la cifra hasta los 4.000 efectivos alegando que Málaga es la segunda provincia con peor ratio de enfermeras (se hacen llamar en femenino porque la mayoría son mujeres) por cada mil habitantes: tan sólo 3,29 frente a las 5,30 de la media española. Sólo Granada, con 3,26, registra peor dato que Málaga, muy lejos de las más de ocho enfermeras por cada mil personas de Navarra, la provincia con mayor cobertura.

Desde el Colegio aseguran que el colectivo afronta la campaña de vacunación contra el Covid-19, un reto titánico, con un déficit de personal que dura ya demasiado tiempo. «La administración aprovecha que es una profesión totalmente vocacional. Nos duelen nuestros pacientes, pero estamos cansados y sobrecargados», explica el secretario provincial de Satse, Juan José Sánchez, que denuncia que la bolsa de empleo del Servicio Andaluz de Salud (SAS) acumula dos años de retraso. Carrasco asiente: «Los salarios son bajos y los contratos son cortos y con una variabilidad alta. Es decir, te llaman a las dos para que entres a trabajar a las tres. Eso se sigue dando. Esas condiciones ha provocado que nuestros profesionales emigren al extranjero y a otras comunidades autónomas. Cada región ofrece contratos diferentes. Asturias está ofreciendo contratos de tres años mientras Andalucía ofrece quince días».

El colectivo recuerda que las vacunas de Pfizer y Moderna, las únicas aprobadas de momento por la Agencia Europea del Medicamento, requieren condiciones especiales. La de Pfizer llega ultracongelada en viales y ha de ser disuelta en suero fisiológico antes de sacar al menos cinco dosis que tienen que ser puestas en las horas siguientes. No les puede dar el sol y tampoco pueden ser sometidas a movimientos. Los enfermeros también deben llevar un control de cada vacuna inoculada y subir los datos a la base.

Pero el ritmo de vacunación, insisten tanto el colegio como el sindicato, no está siendo bajo por la escasez de profesionales: «La implicacion es total. No ha llegado el punto en que la sanidad pública no pueda absorber el número de dosis que llegan». El principal problema hasta ahora, advierten, es de tipo burocrático. «Como los centros de salud tienen una gerencia, el Hospital Regional otra y el Clínico otra, hay un bloqueo de enfermeros. A los que trabajan en hospitales, por ejemplo, no les permiten vacunar en equipos móviles o como apoyo a la atención primaria, que está saturada», alerta Carrasco.