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La forja de los héroes, ¿de qué está hecha? Esa es la gran pregunta que corría a buen seguro por las mentes de los asistentes ... al acto de la entrega de la medalla de la Ciudad y el título de hijo adoptivo a Porfirio Smerdou Fleissner ayer tarde en el salón de plenos del Ayuntamiento de Málaga. Su nieto, Cristian Smerdou, que fue el encargado de glosar su figura de parte de la familia y dar las gracias a la ciudad, lo dejó bien claro: «Mi abuelo fue ante todo un hombre que no se rindió nunca. Su lema era 'inasequible al desaliento', algo que escribía en todas sus misivas y que le caracterizó toda su vida, sobre todo cuando tomó la valiente decisión de que no podía dejar morir a personas perseguidas». Hablaba de su abuelo, porque él, Porfirio (Trieste, 12 de febrero de 1905 - El Escorial, 11 de mayo de 2002), no pudo recibir el homenaje en vida. Y tampoco se conservó Villa Maya, ese lugar mágico en el que el cónsul mexicano salvó la vida, aún a riesgo de perder la suya, a 567 personas de ambos bandos, primero durante la República y más tarde tras el golpe de Estado, que provocó la entrada de los nacionales en Málaga en febrero del 37. Smerdou, que no fue «equidistante», y que lo único que le importó fue salvar vidas, como reseñaron los portavoces municipales, ayer recibía el tardío pero bienvenido reconocimiento a tamaña heroicidad. Málaga saldaba su deuda histórica con este gigante personaje, que no era malagueño, aunque estuvo aquí desde los ocho años, como reseñaban.
Lo cierto es que la emoción sobrecogía a los presentes cuando su nieto decía sin dar rodeos: «A él le hubiera encantado estar aquí pues os puedo decir que se sentía tremendamente orgulloso de su gesta. Incluso nos llegó a contar que los meses en los que refugió a tanta gente en Villa Maya fueron los mejores de su vida; y eso que se jugaba el tipo cada día». «Hoy me pregunto cuántos de nosotros hubiéramos hecho lo mismo...», que se quedó como un poso, que cada uno contestará para sus adentros con mayor o peor fortuna.
Los Smerdou se hicieron bien visibles en la cita. Cristian, Adelaida, Ana y Carlos Smerdou, Alfonso y Luis Bustos, Juan José Morales Smerdou, y Guillermo, Laura y Guillermo Jiménez Smerdou (éste, periodista que recibió la medalla de la Ciudad el pasado mes de diciembre), Laura y Cristina Jiménez Smerdou (disculpas si alguno se queda sin nombrar), y Macarena Smerdou Picazo, que fue la encargada de recibir la distinción.
Los portavoces municipales y el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, se deshicieron en elogios durante la semblanza de una figura clave en Málaga, que como bien explicó la concejala de Cultura e instructora del expediente, Noelia Losada, rescataron del olvido Diego Carcedo y Félix Álvarez Martín. El llamado Schindler malagueño, el sobrenombre con el que se le conoce, «es un espejo para todos los que defendemos los valores de libertad y tolerancia. Su figura representa a esa sociedad que todos queremos, sin bandos, sin guerracivilismo, sin odio, sin necesidad de fomentar el enfrentamiento. Su figura es un faro para quienes creemos en los valores de la Transición y la Concordia», explicó para pasar a lamentarse por la pérdida de Villa Maya bajo las piquetas, de lo que se eximió diciendo que precedió a su mandato. De la Torre no dudó en entrar en esa queja, que se hizo evidente durante toda la sesión, y subrayó que el grupo de expertos del PGOU no consideró necesario protegerla, como se supo en 2019 tras indagarse en este asunto. El primer edil recordó cómo en 1986 le hicieron un homenaje a Smerdou en el Club Mediterráneo (cuando tenía 81 años, murió con 97), pero es obvio, reseñó, que debía habérsele hecho un homenaje oficial, por eso indicó que este acto «es una reparación histórica». Afirmó que se dignificaba «la vida de un héroe, de una buena persona». Durante su discurso hizo un repaso también por la memoria histórica y el millar de personas que no pudo salvar Smerdou en el periodo de la República, que están enterradas en la Catedral; y las miles que murieron durante el golpe de Estado y la dictadura, que se exhumaron y hoy están honradas en una pirámide en lo que era el antiguo cementerio de San Rafael.
Para el portavoz socialista, Dani Pérez, Málaga amanecerá hoy «más digna, más noble y más hospitalaria» por este galardón a título póstumo, y se quejó de que la historia, cuando se escribe, arrincona a tantas personas que tanto dieron, y que se hable más de los verdugos que de sus víctimas. «Porfirio sí tomó partido por la humanidad», reseñó al tiempo que dijo que no fue equidistante «porque sirvió a los valores universales», dando cuenta de que el derribo de Villa Maya fue una «derrota de la ciudad». También se refirió a este episodio el portavoz de Unidas Podemos, Nicolás Sguiglia, que hizo hincapié en que Villa Maya debía haber sido recuperada, «pero si bien no existe seguiremos comprometidos en que la ciudad tenga un centro de la memoria» para que se reconozca a personas como Smerdou «ejemplo de humanidad y de dignidad».
Por último, la portavoz popular, Elisa Pérez de Siles, resaltó la valentía y audacia del cónsul mexicano, que estaba casado con Concha Altolaguirre, hermana del poeta Manuel Altolaguirre, subrayando que el 18 de julio de 1936, su casa, «pasó a ser un refugio. Guillermo recuerda como él jugaba con sus primos y hermanos en ella, y todo cambió y ya nada fue igual». La historia de Smerdou es y será siempre, según Pérez de Siles, una de las historias más impactantes de la ciudad, la de un hombre, que no miraba ideologías ni colores políticos, «su único interés fue salvar vidas», tanto que incluso envió a su familia fuera de España para tener más espacio y acoger a más personas en Villa Maya. «Con él, la ciudad, nuestro país y el mundo fue mucho mejor», dijo para terminar diciendo que Málaga le debe gratitud eterna.
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