Al pequeño Pablo siempre le han fascinado las obras. Es ver una zanja o un movimiento de tierra y cambiarle la cara. Así que la retirada de las torretas de alta tensión en Teatinos, que le ha pillado delante de casa, han sido el no ... va más para este 'jubilado' de cuatro años que faltó incluso a clase para ver en primera línea el desmontaje de la estructura metálica de más de 20 metros de altura situada en la avenida Navarro Ledesma. La primera en desaparecer de las nueve que quedaron inactivas a finales de abril tras completarse la conexión bajo tierra de 1.631 metros de cables en las barriadas de El Romeral y El Cónsul.
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Su presencia desde que comenzaron las obras de soterramiento el verano pasado ha sido tan continua que no tardó en formarse un vínculo con los operarios. «Como le veían allí parado casi a diario, hablaban con él, le prestaban hasta el casco e incluso le llamaban 'el capataz', así que tan contento», comenta Rocío Escalante, la madre de este «apasionado de las obras».
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Francisco Jiménez
Este idilio surgió el pasado verano. «Regresamos de vacaciones y al llegar a casa nos encontramos con que estaba todo vallado. Pablo estaba alucinando con todo ese movimiento. Luego nació su hermana Alba y, como todas las mañanas salíamos a pasear, nos parábamos a ver la obra y él le iba preguntando a los trabajadores», relata.
Y llegó el gran día. El 28 de abril se daba comienzo al simbólico desmontaje de la primera torreta. Así que a primera hora de la mañana ya estaba allí, extasiado ante el despliegue de operarios subiéndose a la estructura. «Parecía que se iba por su ruta habitual para el cole, pero entonces escuchó el motor de la grúa y la madre ya no tuvo forma de moverlo de allí», comentan desde Endesa.
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Pero ese día no iría a clase, en el colegio Revello de Toro. «Como sabíamos lo emocionado que estaba desde el día anterior, avisamos a su seño de que iba a faltar», reconoce Rocío. Fueron a la farmacia del barrio para comprarle unos tapones para los oídos porque el repiqueteo de los taladros eléctricos para aflojar los tornillos de apoyo era bastante fuerte. Y, ya preparado, allí se plantó con su gorra, sus gafas de sol y su silla para no perderse ningún detalle.
Luego se fue a casa e hizo algo poco habitual en él: dibujar. «Pablo es un niño que destaca mucho en algunas cosas, pero en cambio el dibujo siempre le ha costado y nunca se abría a desarrollar su imaginación. Pero ese día, al subir a casa, me dijo 'lo que quiero es pintar'. Se puso a dibujar toda la mañana y desde entonces parece que se le ha ido el bloqueo que tenía con los dibujos», cuenta Rocío. ¿Qué dibujaba? Torretas, pero sobre todo la grúa, que le dejó impactado. Uno de esos dibujos ya está en manos de los operarios de Endesa. Y guardado con mucho cariño.
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