Lola, en clase con sus alumnos de 4 años, en el Colegio de las Misioneras Cruzadas Ñito Salas

La seño Lola: novelista, gitana y viral

Lola Cabrillana es 'Maestra de infantil', el perfil de Twitter que es una referencia para los educadores. Desde el aula o el mercadillo, se ha convertido en un altavoz contra la desigualdad, el acoso y el racismo. Ahora publica con la editorial Grijalbo 'La maestra gitana', su segunda novela

Miércoles, 12 de abril 2023, 00:21

Cada mañana, al entrar en clase, Lola repite el mismo ritual con sus niños de cuatro años. Lo hace en la pizarra que tapiza la pared del fondo, escribiendo despacio las vocales y las formas. Visto así, su vida podría contarse en una lección idéntica. ... Aunque no todo haya sido tan fácil para ella como el a-e-i-o-u.

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Lola pudo haber elegido la línea recta, pero prefirió las curvas y ahora está a punto de cerrar el círculo que termine de abrazarlo todo. Y porque su vida se construye en un triángulo de lados iguales: el primer vértice es su colegio; el segundo, el mercadillo y el tercero, el refugio donde escribe.

Pero vayamos por partes, como hace ella con sus lecciones.

Lola es Lola Cabrillana, nacida en el DNI como Lola Flores -«¡Imagina lo que me decían de pequeña cuando decía el nombre así, seguido!», bromea-, pero rebautizada con el apellido de su abuela materna para la literatura y las redes sociales. Ahí empezó, hace una década y casi por intuición, con el perfil anónimo @de_infantil, y hoy Twitter la tiene en su lista de 'influencers educativas' de referencia. Pero a Lola no le gustan «las etiquetas», a pesar de sus más de 33.000 seguidores y de que muchos de sus hilos se han vuelto virales gracias a sus reflexiones sobre la vida en el aula, la integración, la igualdad, la lucha contra los estereotipos o el racismo. Porque Lola también es gitana. Y ahí, dice, sí tiene claro cómo quiere definirse: «Quiero ser una persona con raíces gitanas y sangre gitana, pero no quiero ser una gitana». Ella es mucho más que eso.

Lo primero, maestra. Lo segundo, escritora. Y lo tercero, el 50% del motor que hace que, cada fin de semana, funcione el negocio de su hermana Susana entre los mercadillos de Puerto Banús y Estepona. Su firma de bolsos, complementos y accesorios, Mamasú, da trabajo a dos cooperativas de mujeres de México y la India y en el medio plazo aspiran a montar una tercera con mujeres gitanas. En el corto, lo que toca cada sábado y domingo es furgoneta al amanecer desde Benalmádena, donde viven, y montar el puesto que le da el sustento a Susana y la adrenalina a Lola.

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La otra vida, la de lunes a viernes, la tiene como maestra en el Colegio de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia, en el corazón de Palma-Palmilla y a un puñado de metros de Miraflores de los Ángeles, donde nació hace 50 años. Diplomada en Educación Especial e Infantil, Lola trabajó en una escuela infantil y de cuentacuentos hasta que llegó a su cole, «casi por casualidad». «Me pidieron que viniera a una actividad de cuentacuentos en la biblioteca… y me preparé uno que era un poco erótico, ¡no sabía que era un colegio de monjas!», ríe Lola desde el aula donde se ha ganado la bula a pulso después de 19 años educando y criando -a veces, literalmente- a varias generaciones de chavales de un barrio donde las oportunidades son sólo una palabra que empieza por la o.

Es la hora de entrar al cole y en la fila del patio llegan los primeros abrazos a la seño Lola ñito salas

De sus 23 alumnos, tres tienen necesidades especiales y la mayoría ha aprendido a buscarse la vida antes que a leer o a escribir. Como M., que cuando llega a la fiesta desordenada de abrazos a la seño, justo cuando se abren las puertas del cole, se queda en un segundo plano porque «nadie le ha enseñado a dar uno». O D., que lleva «días sin hablar ni una palabra» por «algo» que ocurre en casa y que Lola intuye pero se guarda. A Y. se le acaba de caer un diente y G. pregunta si gracias al reportaje de la seño va a «salir en la tele». «¡Mira, mira, mira, que hoy he venido con el chándal del Madrid!», dice señalándose el escudo.

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Que los números, en barrios como éste, desafinan, es algo que Lola aprendió mucho antes que sus niños a cantarlos. «El 1 es un soldado, el 2 es un patito, el 3 una serpiente, el 4 una silla…».

«Nací para este trabajo y me encanta lo que hago, pero hay situaciones muy complicadas que no deberían vivir los niños…», se rebela después de haber perdido la cuenta de las historias que se lleva «cada día a casa». Muchas de ellas terminan convertidas en esos hilos de Twitter que la han convertido en un altavoz libre y valiente contra la discriminación, el acoso, el maltrato o la falta de oportunidades. Su perfil, anónimo hasta que tuvo que dar la cara y «salir del armario» para compaginarlo con su faceta de escritora, fue una fuente inagotable de anécdotas, sobre todo en su colegio, donde jugaban a adivinar quién sería ésa que revolucionaba las redes y los claustros sin imaginarse que @de_infantil era la seño Lola, la de los niños pequeños. «Muchos de mis compañeros me seguían y comentaban al día siguiente las cosas que escribía… Se preguntaban quién sería esa maestra. Yo los miraba y me decía, ¡ay, si vosotros supiérais!…». Aquello duró hasta el pasado mes de junio, cuando se puso cara y se acabó el misterio. Que no la sorpresa.

La primera novela, a pulmón

Porque aquellas experiencias fueron también en los pilares de sus novelas: «Eran mis propios seguidores los que me pedían que llevara todo eso que contaba en redes a un libro». Y vaya si lo hizo. El primero, 'Voces color canela', llegó en 2020. Lo editó ella misma, a pulmón, y aquello le dio el respiro que necesitaba para comprobar que sí, que podía cerrar el círculo que cada mañana le enseña a sus niños en clase. La historia tejía su experiencia con la de su entorno, y en pocas semanas escaló hasta las primeras posiciones de libros más vendidos en Amazon. «Hasta entonces nadie había escrito sobre el racismo que viven las mujeres, y cómo lo canalizan», reflexiona Lola, que no tardó en recibir la llamada de las primeras editoriales para que la segunda novela ya la hiciera con ellos. Y justo en ese episodio está ahora, porque este jueves día 13 sale al mercado su segunda novela, 'La maestra gitana', de la mano de Grijalbo, una referencia en el sector editorial que ha apostado por esta historia de ficción pero basada en «personajes reales».

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Porque ahí, en el resumen de la contraportada de la novela, está la esencia de Lola, la de su familia y la de sus amigos, que para ella son lo mismo: «Cada sábado de mercadillo, Mara acompaña a su padre en el puesto familiar. En ese entorno multicultural nadie cuestiona su valía. En cambio, en el instituto donde ha empezado a trabajar sufre miradas de desdén por parte de sus compañeros. Acostumbrada a luchar contra el estigma, esta profesora gitana no se dejará amedrentar y, ante sus nuevos alumnos, pondrá en valor la cultura y la historia de su pueblo (...)».

Lola, con los bolsos que cose a mano y su segunda novela, 'La maestra gitana', en el mercadillo de Puerto Banús josele

La esencia de Lola en la novela, pero también en el mercadillo, convertido en un personaje más de la historia. Como en un salto de capítulo, ya no es miércoles de cole sino sábado de mercadillo, y Lola y Susana montan el puesto desde las siete y media de la mañana en la pequeña pastilla de vía pública que les corresponde en la zona comercial de Nueva Andalucía, en Marbella. A un lado, Anás, Karim o Hassam, que ordenan, cuidadosos, los productos de loza y decoración de origen marroquí que se llevan en masa los turistas y locales para sus casas de veraneo. Al otro, Ana y Carmen, con sus puestos de sombreros y túnicas estampadas que se llevan en masa las turistas y locales para sus cenas en sus casas de veraneo. Por no hablar de los bolsos de Lola y Susana, un despliegue de colores y detalles con sello artesanal cosidos a mano, y uno a uno, por la propia Lola. «Mira, Lucía es la limpiadora, lo más importante que tenemos aquí», para en seco el montaje antes de saludar al resto de colegas de tableros, sábanas, abalorios y furgoneta.

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«Aquellos son ingleses, por allí están los argentinos…», añade dibujando el fresco cálido y familiar que desfila por la vida real y la de ficción. Todos se han convertido en personajes de su novela. También está Santiago, «el del puesto de flores»; e incluso Paco, el padre de Lola y Susana, a quien su hija reserva un trozo de historia y que forma, con ella, una de las parejas más divertidas y activas de Twitter gracias a su cuenta @elpadredelalola. «Paco, uno de los personajes, es un hombre atractivo y encantador que no pudo estudiar. Que tuvo que ponerse a trabajar para ayudar a su familia. Y con una enorme pena escogió su futuro. Y encontró en los libros el mundo que le faltaba», escribe Paco de sí mismo en uno de sus últimos tuits.

El refugio de los libros. También la emoción de verse, por primera vez, en una librería. A Lola le ocurrió justo el lunes, unas horas antes del lanzamiento oficial de la novela. Y por supuesto lo contó en Twitter: «Ni por asomo podía imaginar la emoción que he sentido. Además ha sido en la Librería Proteo, un lugar especial en el que conté cuentos hace años. Vamos, que Inma y Jonatan, los libreros, han salido para preguntarme si me encontraba bien. Nunca me he encontrado mejor…». Como si el círculo se cerrara. Igual que le cuenta a sus niños a diario.

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