Protesta hoy por calle Larios. SALVADOR SALAS

El llanto de Cuba resuena en Málaga

Preocupación. La colonia cubana residente en Málaga lleva una semana sin dormir. Desde que comenzaron los incidentes en la isla viven pegados a la televisión y al móvil a la espera de noticias

Juan Soto

Málaga

Viernes, 16 de julio 2021, 01:12

Osmany Batista lleva casi una semana sin dormir pegado a la televisión y a la redes sociales y pendiente del cambio horario para poder hablar con su familia. Este cubano residente en la capital apenas pega ojo desde que su Cuba natal se ha visto ... inmersa en una ola de protestas y represión sin precedentes. Está preocupado por sus seres queridos, que aún viven en Camagüey, uno de los principales focos de las protestas, y no lo esconde. «Lo estamos pasando muy mal porque estamos muy lejos y la información llega muy escasa», señala.

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Osmany es uno de los 1.828 cubanos que residen en la provincia según el INE. Y como el resto, vive con incertidumbre y preocupación lo que ocurre al otro lado del océano Atlántico. Explica que el primer día que se produjeron los incidentes fue imposible contactar con la familia porque se cayó (o cortaron) internet. Ahora, al cabo de los días, ha podido hablar con un sobrino que apenas le ha podido decir que están todos bien. «La situación es muy tensa; han prohibido a las personas estar en los parques y la plazas y han cerrado las tiendas donde se compran las tarjetas para llamar al extranjero», denuncia.

Cubanos se concentran este viernes en la calle Larios

Cubanos residentes en la provincia de Málaga se concentrarán este viernes en la calle Larios de la capital para apoyar a su pueblo, exigir libertad y democracia y reclamar el fin de la represión que se está sufriendo en la isla situada en la América insular. Al grito de 'SOS Cuba', los ciudadanos se concentrarán entre las 10 y las 12 horas en la entrada de la vía con pancartas y repartirán folletos informativos para que todos los malagueños conozcan la situación que están padeciendo sus compatriotas. La protesta ha sido convocada de forma anónima por los propios ciudadanos a través de las redes sociales y será la tercera que se celebre desde que comenzaron los incidentes en la isla. La primera de ellas se realizó en la puerta del Ayuntamiento de Málaga, y la segunda el pasado martes. El objetivo prioritario es que la situación que se vive en el país no caiga en el olvido.

Aunque reconoce que la situación en Cuba es muy tensa desde hace años, entiende que los disturbios han llegado justo ahora porque hay una nueva generación de jóvenes que no tienen futuro y no se conforman con lo que hay. «Se trata de chicos de entre 13 y 25 años que no se resignan y que no van a aceptar que haya falta de alimentos ni medicinas». Él estuvo en Cuba el mes antes de decretarse la alarma sanitaria, y dice ya se notaba la escasez de alimentos. «Ya faltaba hasta el zumo de caña», recuerda. Ahora –añade– «la situación ha empeorado, las colas en las tiendas de alimentos son kilométricas, no hay legumbres ni plátanos en los mercados y el precio del arroz se ha multiplicado».

Otra que también vive con gran preocupación la situación en Cuba es Milagros Jerez, una mujer que tiene a sus padres y hermanos en la Isla de la Juventud. Aunque allí también se han producido algunas revueltas, señala que la situación se ha calmado porque «la gente no se pronuncia por temor». Al igual que Osmany, recuerda que durante los primeros días de la semana no se pudo contactar por Internet, por lo que no le quedó más remedio que llamar por teléfono, pese al elevado coste que eso tiene. «Tengo a mi papá muy malo y no me quedó más remedio; el verdadero problema que se está viviendo allí es la represión policial. Están pegando a nuestros hermanos y eso no lo aceptamos».

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Otro cubano residente en Málaga es Ariel Murillo. Profesor de baile en la escuela Málaga Salsa, actor y promotor de eventos, reconoce estar muy preocupado por las imágenes que llegan de su tierra querida. Aunque lleva 20 años lejos –«yo escapé a Fidel Castro»– aún tiene muy presente todo lo que allí ocurre porque conserva numerosos familiares y amigos. Natural de Santiago de Cuba, denuncia que a sus amigos les han golpeado sólo por dar su opinión. «La diferencia es que el pueblo ahora no se queda callado. Es represión o la muerte».

Ariel asegura que sus conciudadanos sólo están mostrando su desacuerdo con el sistema, y que lo que menos esperaban es que el Gobierno les fuera a responder «disparando a la gente como si estuviéramos en guerra». Como los anteriores, este cubano opina que lo único que ha cambiado en la isla es que la población más joven ya no acepta vivir en la miseria. «Antes nos escapábamos de la isla, pero ahora no hay forma de salir y no les queda otra forma de expresar su cansancio».

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Tras los problemas iniciales para contactar con su familia y amigos, Ariel ha podido comprobar que todos están bien y les ha transmitido que no están solos. «Ellos desconocían que nos estamos movilizando por todo el mundo y que tienen el apoyo de toda la comunidad que está fuera», señala. Al menos, cree que esa ayuda lejana les proporcionará moral para reivindicar sus derechos.

Noches sin dormir

Aleida Tamayo es otra que lleva prácticamente sin dormir desde el pasado domingo. Recuerda que se enteró de la revuelta por una llamada de su prima, que vive en Estados Unidos. Ella es cantante y se encontraba en mitad de una actuación, por lo que en cuanto terminó trató de localizar a todos sus familiares. «Nadie se lo esperaba; lo estamos pasando muy mal».

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Esta mujer dice sentir una mezcla de dolor e indignación por ver cómo «se está maltratando a un pueblo que se ha lanzado a la calle porque no tiene que comer, no hay medicinas y se está llenando de Covid». Ella entiende que los gobernantes deberían sentarse a escuchar lo que el pueblo necesita, en vez de silenciar a los que se manifiestan.

Aunque lleva 21 años en Málaga no ha perdido el contacto diario con su pueblo, adonde va cada vez que puede. Es de San Martín de los Baños, que fue el lugar en el que se produjeron los primeros incidentes y detalla que el detonante ha sido el aumento de los precios. «Desde enero, el salario ha subido un 15% y el coste de la vida un 160 por ciento; los precios se han equiparado al dólar en el momento más complicado». Y eso –sentencia– no hay pueblo que lo resista.

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