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El legado de Rafael Fuentes es el garante de que el mundillo de las peñas en Málaga siga en pie. Lo atesora la calle del recinto ferial que lleva su nombre y así se ha constatado en un entrañable acto de homenaje a su ... figura, celebrado este sábado en la sede de la Peña Santa Cristina.
Es un microcosmos, el de las peñas. Aún no ha sucumbido a los cantos de los falsos modernismos y resiste al materialismo superfluo. Un lugar en el que palabras como amistad y compañerismo todavía se escriben en grandes letras de molde. Un tejido asociativo que se expande por la capital como una telaraña, con más de un centenar de peñas de diversa índole que todavía permanecen activas y presentan buena salud. Peña cultural o peña deportiva. A Rafael Fuentes eso le daba igual porque le gustaban todas.
Las peñas lo han sido todo en su vida y él lo ha sido todo para las peñas. Una simbiosis perfecta que se ha rememorado en la presentación del libro que han editado sus hijos Rafael, Abel y Sonia para que no se olvide el legado de su padre. Un acto que ha contado con la presencia, entre otros, del alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, y de la concejala de Fiestas, Teresa Porras, con la que Rafael Fuentes mantenía una relación de amistad forjada en muchos años de trabajo conjunto.
El libro que han editado con todo el cariño del mundo sus herederos lleva por título un lacónico 'Un hombre que dio su vida por y para las Peñas de Málaga'. El empujón decisivo, así se ha detallado, se le pegó durante los duros meses del confinamiento total. En sus páginas, muchas con pasajes de una vida en blanco y negro, se describe la esencia y la forma de ser de un hombre al que su hijo Rafael describe como una persona «humilde y sencilla». Alguien que ha sabido sobreponerse a las puñaladas que pega la vida y al destrozo que hizo la Guerra Civil. «Mi padre fue hijo de un republicano al que fusilaron. Ya huérfano, se vio obligado a huir con su madre e hizo la carretera Málaga-Almería. Nació en 1935. Eso significa que entonces tenía dos añitos».
Al volver del exilio forzoso en Francia, Rafael Fuentes empezó a los trece años en el oficio de picapedrero. Pulverizar los bloques que crea la naturaleza es un trabajo tan duro y antiguo como suena.
En 1970, la fábrica de Coca Cola buscaba a operarios y no se lo pensó. Así se convirtió en uno de los muchos trabajadores que tallaron su vida laboral hasta la jubilación embotellando el conocido refresco azucarado. Ironías de la vida, aquella fábrica a la que le tuvo tanto apego ahora dice que se quiere marchar de la ciudad que Rafael Fuentes quiso tanto. «Un disgusto que se ahorra, contemplar el daño que le van a hacer a esos trabajadores», ha apuntado su hijo.
Estaba en su naturaleza preocuparse por los demás. Aunque la suya siempre haya sido la Peña El Bastón, de la que fue presidente, no dudó en pagar las cuotas de socio en muchas otras. Su camaradería y disponibilidad para «echar una mano» formaban parte de su libro de estilo.
Unas manos mañosas fueron el garante para llevar a buen puerto el 'chapu' de turno y evitaron posibles desgracias. Rafael Fuentes era un hombre de valores, alguien que cumplía con su palabra. De estas personas a las que podías comprarle un coche con solo darle la mano.
Ahora que el mundo de las peñas ha perdido un poco fuelle, este homenaje a Rafael Fuentes también ha sido un viaje atrás en el tiempo: a las abultadas listas de espera y a la limitación de socios porque ya no se podían absorber más. También los bailes de verano y orquestas de pueblo. Esas barras eternas de chapa pulida y el combinado de DYC servido en un vaso de tubo.
Rafael Fuentes fue todo aquello y más. Su hijos han recordado con nostalgia los viernes y sábados por la noche, siendo niños, correteando entre las mesas hasta caer rendidos: «Mi padre nos juntaba dos sillas y ahí nos poníamos a dormir». Las peñas como lujo asequible y catalizadores del bienestar popular. Rafael Fuentes creó un sinfín de amistades en ellas. Casi todas las conservó hasta que falleció en 2005 porque le falló su corazón. «Ese que tenía tan grande».
Si la presentación del libro se hubiera producido en circunstancias normales, se estaría hablando de un acto multitudinario. La pandemia, sin embargo, ha marcado el aforo en 60 personas. «Todos los peñistas malagueños hubieran querido estar aquí. Mis hermanos y yo tendremos que pedir disculpas», ha remarcado su hijo.
De la Torre también ha recordado a Rafael Fuentes con «emoción y gratitud». «Fue un malagueño ejemplar, un peñista que ha dejado una huella imborrable en la ciudad». También ha instado a tomar a Rafael Fuentes como ejemplo. «Su capacidad para hacer amigos y resolver los conflictos sirve para lograr una sociedad más cohesionada», ha subrayado.
Sin honor y sin amistad de nada vale vivir. Rafael Fuentes, así lo han suscrito todos los asistentes al acto, algunos con lágrimas en los ojos, iba sobrado de estos atributos que a veces se echan tanto de menos.
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