Borrar
Fotograma de la serie 'El juego del calamar'
El juego del calamar: los colegios de Málaga, en guardia por los efectos de la serie

Colegios de Málaga, en guardia por los efectos de la serie 'El juego del calamar' en los recreos

La producción surcoreana, con contenidos de violencia explícita, no está recomendada para menores de 16 pero también es un fenómeno en Primaria: «En los últimos días, hemos detectado que algunos alumnos imitan la serie en el patio»

Martes, 19 de octubre 2021

Nada más poderoso que el boca a boca, o el pantalla a pantalla en el lenguaje de las redes sociales, para convertir cualquier producto en un auténtico fenómeno de masas. El último, la serie 'El juego del calamar', una producción surcoreana estrenada el pasado 17 de septiembre en Netflix que en solo un mes se ha convertido en la más vista de la historia de la plataforma. Más de 111 millones de espectadores en todo el mundo han hecho del calamar el fenómeno de moda... sobre el que también han corrido ríos de tinta.

El (pen)último ha desembocado en la comunidad educativa de Málaga, alarmada por los efectos que ha comenzado a tener el argumento de esta serie entre los alumnos, sobre todo a la hora del recreo. 'El juego del calamar', catalogada por la plataforma como un producto no apto para menores de 16 años y anunciada bajo los epígrafes de 'violencia' o 'suicidio', ha tenido también un profundo impacto entre tramos de Primaria, con niños de incluso 8 o 9 años que han visto la serie.

En esencia, la producción viene precedida de una eficaz campaña de marketing en las redes sociales más consumidas entre los menores, hasta el punto de que el argumento se ha convertido en viral en apenas tres semanas: 'El juego del calamar' reproduce un concurso en el que 456 jugadores, sin más conexión social que la de una situación económica absolutamente desesperada, se enrolan en una serie de juegos infantiles para ganar 45.600 millones de wones (moneda surcoreana). El que pierde, muere. Y por cada jugador que va cayendo, se incorporan al 'bote' 100 millones más, de modo que la competitividad y el conflicto entre los jugadores están servidos desde que estos descubren la estrategia real del juego. El nombre del 'El juego del calamar' está inspirado en las formas geométricas del reto final (círculo, cuadrado o triángulo), que recuerdan la fisonomía de este animal cuando se disponen en el suelo.

Esos juegos infantiles que se reproducen en la serie, como las canicas, el escondite inglés o la cuerda; pero sobre todo, sus efectos, han sido los que han puesto en alerta a colegios de toda España. También en Málaga, con muchos de esos centros educativos enviando circulares a los padres (vía WhatsApp o correo electrónico) donde se pide de manera explícita que no permitan que sus hijos vean la serie y se alerta de los efectos que puede tener el argumento en los menores, cuyos criterios sobre el bien y el mal o sobre las diferencias entre realidad y ficción están en plena construcción.

«Hemos observado en los últimos días que algunos de nuestros alumnos empiezan a imitar dicha serie en nuestro patio, aunque sin llegar a extremos violentos (...). Por supuesto, ya se están tomando las medidas necesarias para que no vaya a más», se recoge literalmente en una de esas circulares, en este caso colgada en la página web del Colegio San Juan de Dios (la Goleta), en Málaga capital. El escrito alerta a los padres sobre el contenido de 'El juego del calamar' y ofrece el contexto necesario para entender que es un fenómeno ampliamente extendido: «Hace unos días, saltaba la noticia de unos niños en una escuela de San Sebastián de los Reyes (Madrid) que estaban imitando en el patio del colegio esta serie y disparaban a los niños que perdían, tal y como sucede en la serie. En otros países como Bélgica también ha habido casos similares: los niños juegan al escondite inglés y el que pierde, es golpeado», añade la circular del centro.

Igual que en La Goleta, en colegios como el de Los Rosales, en Churriana, se alerta a los padres a través de las redes sociales del centro del efecto de esta producción de moda: «Queridas familias, 'El juego del calamar' NO es una serie de niños a pesar de ser una serie de éxito y de moda. Todo su contenido violento lo trasladan a sus juegos en el recreo. Cuidemos a nuestros menores». Junto a estos avisos más o menos oficiales, los grupos de WhatsApp de los padres y los perfiles en redes de educadores o psicólogos están en estos días repletos de mensajes de por qué esta serie, en menores, puede tener unos efectos realmente peligrosos. Algunos centros, incluso, se han visto obligados a prohibir por adelantado que en la próxima festividad de Halloween los niños vayan disfrazados al colegio como los protagonistas de 'El juego del calamar'.

Una de esas docentes es Marta González, especialista en nuevas tecnologías y una de las impulsoras de Brigada Antiacoso (un chat especializado en detectar y asistir a alumnos que sufren acoso escolar), que hace unas semanas lanzaba el aviso a (padres) navegantes a través de Facebook y que ahora lo amplía para SUR: «La serie es una justificación de la violencia por la violencia, y es un hecho que existe una gran preocupación por sus efectos entre los alumnos de Primaria», expone la especialista, acostumbrada en estos días a toparse con cientos de retos virales vinculados a la serie en la red social de TikTok, una de las más consumidas entre niños y adolescentes.

«Lo peor es que los colores, las formas y los juegos de 'El juego del calamar' son infantiles, y eso crea una fuerte atracción en los niños. La música es también muy atractiva», continúa González, muy crítica con el hecho de que en plataformas como Netfilx «exista la posibilidad de diseñar un bloque específico con contenidos que pueden ver nuestros hijos pero sin embargo no se puedan poner contraseñas en el bloque de los contenidos de los adultos». Ese fenómeno, dice, unido a la revolución en la que se ha convertido la producción surcoreana, la presión del grupo a esas edades y la falta de control de los padres, pone en bandeja a los menores el acceso a contenidos inapropiados para su edad.

Por su experiencia como docente en permanente contacto con otros centros, González constata la preocupación de los profesores por las conductas que se están reproduciendo en los recreos, «donde se ha normalizado cierta violencia y no se le da importancia». «El problema -añade- es que un niño de 10 o 12 años no percibe la diferencia entre realidad y ficción, y sobre todo que los estímulos que reciben por parte de las redes sociales sobre otros contenidos violentos, adictivos o poco adecuados, como el porno, son permanentes«.

En la misma línea se manifiesta Javier Urra, psicólogo forense, pedagogo terapeuta y durante unos años Defensor del Menor en la Comunidad de Madrid, quien alerta además del componente «malévolo» de una serie que busca «enganchar a través del juego infantil, tradicionalmente vinculado a lo positivo o a la fantasía, para arrastrar a un pensamiento adulto y delirante de que al que pierde lo matan... y no a lo que debería ser ese juego de niños de que al que pierde se le compadece o se le ayuda». A su juicio, estímulos permanentes como el de estas series, los videojuegos o los retos virales que los niños consumen sin control en sus redes sociales pueden hacer que «los menores pasen a la acción sin saber las consecuencias que tienen esos actos». «Y hay algunas -advierte Urra- que son irreversibles».

En el otro vértice de este triángulo que implica a menores y a educadores, Urra coloca a los padres, «a menudo desbordados e incapaces de prohibir de manera eficaz contenidos que saben que van a ser tóxicos para sus hijos». Como consejo, González y Urra se alinean del lado de los colegios, que no recomiendan esta serie para los niños; aunque también insisten en que hay que hacer un trabajo de persuasión en casa: «Los padres se tienen que sentar con sus hijos y explicar por qué no se puede ver la serie: hay que desvelar los secretos, insistir en la violencia psíquica más allá de la física, que es la que el niño percibe (...). La otra, no; y es igual de peligrosa», recomienda Urra. «Algunos padres están tentados incluso a sentarse con sus hijos a verla y a explicársela, pero ni siquiera eso, a ciertas edades, es pertinente, porque definitivamente no es un contenido infantil a pesar de que la campaña de 'marketing' haya sido brutal entre los menores», zanja González.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariosur Colegios de Málaga, en guardia por los efectos de la serie 'El juego del calamar' en los recreos