Un nuevo rumbo para el restaurante Juanito Juan

49 años después, Pepín y Enrique han decidido cortarse la coleta como los toreros, y dedicarse a sus respectivas familias en un intento de devolverles las horas que les ha robado la profesión. Los 'alma mater' del restaurante Juanito Juan se jubilarán a finales de enero del negocio al que le han dedicado más de la mitad de su vida y lo dejarán en manos de los propios trabajadores. Algo similar a lo que ellos hicieron cuando cerró Casa Pedro.

A diferencia de otros casos parecidos, Pepín y Enrique no viven la jubilación como algo traumático, sino como algo alegre. Acostumbrados a trabajar 15 horas diarias, creen que ha llegado el momento de disfrutar de la familia, de los amigos, y de todo lo que les permita la vida. «Ahora que tenemos salud», puntualiza el primero. «Por supuesto que es duro y que tenemos un pellizco en el corazón, pero puede más la ilusión por lo que nos viene», añade el segundo.

Los actuales propietarios del negocio se jubilarán el próximo 31 de enero, justo cuando Pepín cumple 65 años. El destino ha querido que ese día sea lunes, el único que cierra el restaurante por descanso del personal. Por lo que el 1 de febrero ya volverá a abrir con ellos lejos del salón. Del negocio –que mantendrá la misma esencia, cocina y trabajadores– se encargará Alejandro Guerrero, el hasta ahora gerente.

Haciendo balance de los años vividos, recuerdan que estuvieron trabajando en Casa Pedro entre 1973 y 2009 y en Juanito Juan desde 2011 hasta la actualidad. Explican que cuando cerró el primer negocio estuvieron buscando trabajo, «pero nadie da empleo a personas con 54 años». Y por eso decidieron montar algo por su cuenta. A menos de 300 metros encontraron el bar Juanito, cuyo dueño acababa de fallecer y apostaron por dicho espacio. «Le cambiamos el nombre a Juanito Juan porque era como todo el mundo lo conocía», resume Pepín.

Juanito Juan abrió un 30 de mayo de 2011 y desde entonces se ha labrado una clientela fija que les ha acompañado durante los últimos años. Aunque el negocio es ahora todo un éxito, los empresarios no las tuvieron todas consigo al principio, sobre todo teniendo en cuenta que Casa Pedro había cerrado dos años atrás y la continuación no fue instantánea. Por eso también se retiran con la satisfacción del deber cumplido. «Nos retiramos con el negocio asentado y sabiendo que hemos hecho bien nuestro trabajo».

A poco más de dos semanas de dar el relevo, se muestran convencidos de que ha llegado el momento porque se sienten cansados y la hostelería es un trabajo muy sacrificado. Sobre todo en su caso, ya que son los primeros en llegar y los últimos en irse todos los días. «Mucha gente no se cree que nos vayamos justo ahora, cuando el negocio funciona bien, pero creemos que todo tiene un principio y un final». Aunque muchos amigos les han pedido que se mantengan en una segunda fila, ellos han decidido que no porque no sabrían hacerlo. «No sabemos trabajar si no estamos en el propio negocio».

Al menos se irán con un gran recuerdo de los clientes y amigos que han formado parte de su vida a lo largo de los años. De hecho, explican que ellos no tienen las mesas numeradas para atender las comandas, como suele ser habitual en otros restaurantes, sino que sirven los platos por los nombres de los comensales, ya que en su mayoría son conocidos. «Siempre hemos tratado a todo el mundo de forma personalizada y eso implica mucha dedicación». Entre sus asiduos recuerdan con gran cariño a los comunicadores Pepe Domingo Castaño y Carlos Herrera, los hermanos Alfonso y Felipe Reyes o la artista Marta Sánchez.

Aunque la jubilación la tenían clara desde hace más de un año, no esconden que el Covid ha influido y acelerado la decisión final. Pero no precisamente porque haya bajado la facturación o hayan perdido clientes. «Se ha ido mucha gente que conocíamos y que solo ha hecho trabajar durante toda la vida; nosotros no queríamos eso», señala Enrique.

Sobre el futuro, desean mucho trabajo a los empleados y les piden que mantengan la esencia de lo que es ahora Juanito Juan. Aunque ellos estarán ahí siempre que se les pida ayuda para darles un consejo, afirman que no se van a entrometer en las decisiones que tomen a partir de ahora. «Han tenido una buena escuela y ahora tendrán que ser ellos los que mantengan la misma filosofía con esfuerzo y muchas horas de dedicación».

Pepín está deseando que llegue el día 1 de febrero para montarse el coche sin rumbo fijo y conocer mundo; Enrique para coger un libro, salir a pasear por el paseo marítimo y sentarse en un banco junto al mar.

–Me voy a coger dos meses sabáticos. Esos que nunca he tenido desde que tengo quince años, confiesa Pepín.

–Yo sólo necesito salir a pasear con mi mujer, con una botella de agua y un libro, sin temer que mirar el reloj, puntualiza el segundo.

–Nosotros no hemos descansado ningún fin de semana, festivo ni fiesta. No hemos podido ver a la Virgen del Carmen echarse a la mar. Quiero salir a comer con mis amigos y hacer cosas que hacen las personas con otros trabajos, insiste Pepín.

Y mientras hablan, brindan con una copa llena de cerveza. Por una feliz jubilación y por una larga (y nueva) vida para Juanito Juan. Aunque ellos la tengan que ver desde la barrera.