Estudió Derecho por su gran sentido de la justicia y ejerció como abogado durante 12 años, pero empezó a dar clase a opositores y se le despertó el gusanillo de la enseñanza. Jesús Ayala (Málaga, 1967) lo llevaba en los genes (sus padres eran maestros) ... y tuvo que elegir. En 2009 decidió montar con otros dos socios la academia de oposiciones que lleva su nombre y dirige, una referencia en Málaga que ha convertido en funcionarios a miles de personas. Dice que para conseguirlo sólo hace falta tenerlo muy claro y emplear esfuerzo y dedicación. «Son clave para lograr todo lo que uno se proponga».
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–Los opositores se oponen a algo, ¿usted a qué lo hace?
–Más que oponerme, creo que en los últimos años estamos viendo algo que no es bueno y es que parece que algunas personas están –o, a veces, estamos– en un estado de enfado permanente. La vida es corta y tenemos que darle a las cosas la importancia justa, intentar entender al otro y relativizar algunas cosas.
–Pensar en opositar es mirar a su academia, ¿qué les da usted que no les dan otros?
–Un opositor dedica muchas horas de estudio y sacrificio, tiempo que le resta a su familia. Se esfuerza al máximo para aprobar y tenemos que ofrecer lo mejor de nosotros para corresponder ese gran esfuerzo. En realidad, si lo piensa es muy sencillo, le damos a los opositores lo mismo que les pedimos: trabajo, dedicación y compromiso.
–¿Y no envidia las condiciones de la administración pública: buen horario, estabilidad… ?
–En la vida, uno tiene que intentar hacer lo que le gusta y a mí me gusta mucho lo que hago. Estudié Derecho y ejercí unos años de abogado, que lo compaginaba impartiendo clases de Derecho a opositores. Al final, me decanté por esto último. Me gusta enseñar. Mis padres fueron profesores de EGB y algo se me debe haber quedado. No he visto la necesidad de hacer otra cosa, pero si algún día me planteara estudiar una oposición sé lo que me espera.
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–¿Y no se lo ha planteado nunca? El temario lo tiene dominado...
–Cierto y seguro que las aprobaría a la primera, pero es que soy feliz enseñando a los demás; además, me permite conciliar con la familia. Realmente, este trabajo es muy bonito. El trato con los opositores es especial y si te vuelcas con ellos para enseñarles y ayudarles, ellos te lo van a devolver con creces. Muchos de nuestros exalumnos son ahora buenos amigos. Recuerdo a un grupo de jóvenes que se preparó hace dos décadas para la Policía y, después de unos años de bastante esfuerzo, fortaleza mental y sacrificio, aprobaron. He estado en sus bodas y más de 20 años después seguimos intentando vernos al menos una vez al año, casi siempre por Navidad.
–¿Cómo desconecta cuando llega el descanso?
–Intentando disfrutar de las pequeñas cosas de cada día: de un ratito de charla con mi mujer tomando un café o paseando por el paseo marítimo de nuestra Málaga; de escuchar a mis hijos cuando los recojo del colegio y me cuentan sus cosas; de una cervecita con los amigos... Suena a tópico, pero estoy convencido de que en las pequeñas cosas de cada día puede estar la clave de la felicidad.
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–Pero, ¿lo hace de verdad o sigue de guardia en el chiringuito?
–En Málaga, cuando se va al chiringuito, se va. En familia o con los amigos, hay que estar en lo que hay que estar: en comerse unas buenas conchas finas de Málaga o unas coquinas, unos espetitos o unos boquerones victorianos regados con una cañita o un tinto de verano; es un rito que en Málaga requiere dedicación exclusiva.
–Empollar ocho o nueve horas diarias, en solitario, con calor y mientras otros se divierten. ¡Menudo planazo para un opositor en verano!
–Sí, pero hay que pasar uno o dos veranos así para después poder disfrutar de otros muchos de tranquilidad.
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–¿Qué le dice a un opositor cuando amaga con tirar la toalla?
–La experiencia nos dice que no es fácil prolongar durante mucho tiempo el esfuerzo de prepararse una oposición a tiempo completo. Aprobarla es algo que se puede conseguir a la primera, a la segunda o después de varios intentos. El esfuerzo merece la pena, pero hay que tenerlo claro. Sabemos que quien ha tenido más fuerza de voluntad y ha hecho más trabajo de hormiguita es quien al final acaba aprobando. Realmente, preparar una oposición no es muy distinto de lo que se necesita en la vida para conseguir las cosas que merecen la pena: trabajo, esfuerzo e implicación.
–Después de tantos años preparando a futuros empleados públicos, ¿algún bicho raro que se haya arrepentido de serlo?
–La vida son etapas y puede haber alguna persona que quiera hacer otras cosas. Recuerdo a un alumno que aprobó las oposiciones a la Administración del Estado bastante joven, con 20 años, y vino a contarme lo que le había dicho su jefe en su primer día de trabajo: «Esto es la Administración. Aquí no se gana mucho dinero, pero lo que ganas viene todos los meses, hasta la jubilación; prestas un servicio a los ciudadanos y tus derechos son reales y efectivos y eso tiene mucho valor». Bastantes años después, ahí sigue: ha promocionado en la Administración (superando las pruebas de promoción interna) y le gusta su trabajo. La inmensa mayoría de las personas que aprueban una oposición disfrutan de lo que han conseguido: trabajo estable para toda la vida, jornada normalmente de mañana, posibilidad de conciliación y servicio público. En fin, no sólo no se arrepienten, sino que valoran mucho lo que tienen. Aun así, hay quien después de unos años en la Administración se plantea hacer otras cosas, otras metas, como montar un negocio, por ejemplo. En estos casos, siendo funcionarios, pueden coger una excedencia y hacerlo. No es habitual, pero también se dan esos ejemplos, claro.
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