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Javier González de Lara (Málaga, 1963) llegó a la CEA hace cuatro años como cirujano de urgencia. Le tocó la ingrata tarea de reducir estructura y renegociar deudas para salvar la organización de la quiebra, amén de recuperar su maltrecha reputación. Lo más difícil ha quedado atrás y ahora este abogado apasionado por la Historia y la pintura quiere afrontar un segundo mandato.
–Después de un primer mandato complicado, en el que prácticamente ha tenido que refundar la CEA, ha decidido repetir cuatro años más. Al final, ¿le ha cogido el gusto?
–Fundamentalmente he notado un interés por parte de los órganos de gobierno de la CEA para que haya una continuidad en un proyecto que no ha sido nada fácil.
–¿Qué balance hace de estos cuatro años como presidente de la CEA?
–Qué duda cabe que la organización es otra. No por mí, sino por el equipo que hemos sido capaces de generar. La reputación ha mejorado muchísimo y se ha encontrado la senda de la solvencia económica y financiera, aunque todavía hay que resolver problemas. Este año, a falta de cerrar las cuentas, tendremos como mínimo equilibrio presupuestario. Hay una nueva CEA, y esa nueva CEA se tiene que convertir en este nuevo mandato en una CEA renovada, que camina con solvencia para defender los intereses de los más de 200.000 pymes y autónomos que integran la organización. Nos hemos fortalecido en base a unos criterios para mí innegociables: la transparencia, la participación y la gestión eficiente. Personalmente, han sido muchas horas dedicadas y cerca de 400.000 kilómetros recorridos por toda Andalucía.
–¿Y qué falta por hacer?
–Consolidar el nuevo modelo organizativo. Hay que cambiar muchos chips todavía; digitalizar las estructuras y estar muy próximos a los distintos territorios y sectores. Y sobre todo, aprovechar el impulso que ahora tenemos en la economía para que Andalucía despegue de verdad desde el punto de vista empresarial.
–¿No se ha planteado dar el paso más allá de Despeñaperros? ¿Por qué no un presidente andaluz de la CEOE?
–Eso no entra en mis cálculos ahora, ni siquiera pienso que pueda ocurrir.
–Pero se echa de menos un mayor peso andaluz en la patronal.
–Es posible. Pero el anterior presidente de la CEA ya intentó ser presidente de la CEOE dos veces, no se logró y eso provoca es frustración. Tienes que tener la inteligencia de no convertirte en el indeseable andaluz. Yo creo en ser útil. CEOE tendrá elecciones en 2018, seguramente habrá cambio, y en esos cambios estará Andalucía. Me ofreceré para ayudar, pero no para liderar nada porque tengo demasiada tarea aún por realizar en la CEA y tampoco quiero olvidar a la CEM.
–Después de cuatro años viviendo a caballo entre Málaga y Sevilla, ¿podría decirme qué podemos aprender los malagueños de Sevilla y qué pueden aprender ellos de nosotros?
–No sabemos los malagueños cómo nos valoran los sevillanos. Aquí seguimos condicionados a veces por los tabúes y los prejuicios, por ese victimismo rancio. Pero la realidad es que Málaga es muy valorada en el resto de Andalucía. Si hay una provincia y una capital de moda es Málaga. Y Sevilla mira a Málaga; cosa que antes no ocurría porque antes se bastaba a sí misma. Pero ahora Sevilla también está en transformación, buscando un nuevo modelo de ciudad. Y a Málaga se la tiene como referente porque es una ciudad con modelo. ¿Qué aprender de Sevilla? Bueno, tiene que ser un referente para nosotros por su historia y su capacidad de valorar sus activos.
–¿Cuál es el balance económico de 2017 para la provincia de Málaga? ¿Y el pronóstico para 2018?
–2017 ha sido un año excelente desde el punto de vista económico. Málaga ha sido la provincia española con un crecimiento más intenso de la afiliación, un 5,2%, que equivale a 28.500 personas más cotizando. Lo que tenemos que hacer es consolidar la recuperación. Porque ojo, el que diga que ha terminado la crisis se equivoca. Todavía hay un casi un 40% de empresas andaluzas que tienen base imponible negativa en el impuesto de sociedades. Los datos son positivos, nos hacen ver el futuro con esperanza pero también con prudencia porque nos espera un 2018 complejo.
–¿Complejo en qué sentido?
–Pues no sólo desde el punto de vista económico, sino más desde el punto de vista político e institucional.
–¿Habla de Cataluña?
–De Cataluña y de la inestabilidad política que pueda derivarse de ella. Le pongo un ejemplo. El 1 de enero de forma automática se prorrogaron los Presupuestos Generales del Estado. ¿Qué significa? Que hay compromisos adquiridos que no se han puesto en marcha porque están condicionados a la aprobación de nuevos presupuestos: la subida del mínimo exento del IRPF de 12.000 euros a 14.000, la reducción del 21% al 10% del IVA del cine, la equiparación salarial progresiva de la Guardia Civil con los demás cuerpos de seguridad, el permiso de paternidad de cinco semanas, la subida salarial a los funcionarios... Que no haya presupuestos no es una cuestión meramente política, tiene efectos sobre la economía. Y todo está condicionado por lo que va a pasar en Cataluña. La incertidumbre es el principal enemigo del desarrollo económico. Por tanto, 2018 nace como un año esperanzador en lo económico, pero con incertidumbre por la política. Luego hay una cuestión que me preocupa: el Gobierno ha dicho que quiere poner en marcha de nuevo la maquinaria legislativa. Eso me pone la carne de gallina. Porque supondrá promulgar más normas, regular más y engordar más la Administración.
–¿Prefiere que haya parálisis legislativa?
–Lo que queremos que haya es sentido común. Legislar menos, pero mejor. Existe un afán regulador por parte de prácticamente todas las fuerzas políticas. Miden su capacidad de gestión en base al volumen de normas que promulgan. Y si algo queda pendiente de esta crisis es la reforma de la Administración Pública. Sería bueno que este año que va a ser de crecimiento económico, el sector público tomara conciencia y eliminara trabas a empresarios e inversores.
–Ya van cuatro años de reducción continuada del desempleo, pero seguimos en niveles altísimos. ¿Está Málaga condenada a no bajar de los 100.000 parados?
–A Málaga, incluso en los ciclos expansivos, le ha costado mucho bajar de los 100.000 parados y de los dos dígitos de tasa de paro. ¿Por qué? Porque somos tierra de aluvión, tierra de llegada. Siempre que Málaga crece, son más las personas que llegan de otros lugares en busca de oportunidades de las que puede absorber el mercado. Eso hace muy difícil que el paro baje de una determinada cota. Málaga tiene la paradoja del crecimiento: cuanto más crece, más le cuesta bajar su cifra de paro.
–¿Y no le preocupa la calidad del empleo? Se firman 27 contratos por cada puesto de trabajo generado.
–Se recurre a la temporalidad por dos factores. Uno es la propia estructura del tejido productivo. No se ha roto la estacionalidad del sector turístico. Y otro es que la crisis no ha finalizado para muchas pymes. Aún no tienen garantizada la capacidad de salir adelante, y van contrato a contrato. Pero veamos la botella medio llena: en Málaga la tasa de contratación indefinida es superior a la media. Uno de cada cuatro contratos indefinidos en Andalucía se hacen en Málaga.
–¿Y los sueldos? ¿No es hora de que suban ya? Hay quien confía en que la subida del salario mínimo arrastrará a todos los demás...
–Es una medida acertada, pero no necesariamente tiene que implicar que suban todos los sueldos. Yo soy partidario de que este año se pueda firmar un buen acuerdo interconfederal a nivel nacional que marque una referencia justa para que después podamos negociar unas bandas salariales que vayan dignificando los salarios. También sería bueno empezar a incorporar subidas condicionadas a la productividad. Y la Administración debería ayudar. Tenemos unas cotizaciones sociales que son el triple de caras que la media europea.
–¿Cuáles son las principales retos de Málaga en el futuro cercano?
–Lo más importante es afrontar los planes hidrológicos y problemas de saneamiento. El agua es el principal problema que tiene la provincia. La Axarquía es un cañón económico que está por explotar todavía y si tuviera garantizada el agua nos llevaríamos una sorpresa enorme. En segundo lugar, me preocupa el tren litoral. No puede ser que Marbella sea la única ciudad mayor de 100.000 habitantes que no tiene conexión ferroviaria. Y en tercer lugar citaría la falta del suelo industrial de Málaga capital, al que se suma el tema de la inundabilidad. Eso está frenando inversiones.
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