Los jardincillos de la catedral son uno de esos raros lugares del Centro en los que el tiempo se detiene y se puede disfrutar del ... rumor del agua corriente sin prisas y sin el apremio que impone la necesidad de consumir. Este pequeño paraíso de estanques, cipreses y setos recortados no es, a pesar de su aparente filiación hispanomusulmana, de origen antiguo: es una de las más oportunas intervenciones urbanísticas de los años 40, que abrió a las vistas el lateral norte de la catedral; su diseñador fue Fernando Guerrero Strachan y Rosado, último de los arquitectos de la saga familiar. El jardín en otoño pierde su esplendor cromático y el fulgor estival; las sombras engullen con rapidez la superficie vegetal, apagando sus tonos. Sin embargo, ahora que ha llegado por fin el frío, un banco expuesto a la menguante luz solar constituye un oasis para el paseante ocioso.
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