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Comparte nombre y pasado con la célebre heladería Inma, aunque ya hoy está totalmente desvinculada del negocio, que pertenece a su hermano. «Cuando se abrió se llamaba La Inmaculada, en honor a la Virgen», de la que su padre era muy devoto. Pero con la ... primera remodelación se decidió darle un nombre más corto: Inma. «Y yo soy Inmaculada Concepción, pero teníamos una tía que era Conchi, y me empezaron a llamar así».
Inmaculada Cordón recuerda sus inicios en el negocio familiar, que ha cumplido 50 años este 2022. Lo creó su padre, Juan, en el mismo barrio de Las Delicias donde hoy sigue, en un local cercano al actual. En 1978, cuando la heladería comenzaba a ir viento en popa, el empresario tuvo un accidente grave y estuvo 18 meses en Madrid. Su madre iba y venía entre las dos ciudades. Era pleno agosto e Inma, que tenía entonces 13 años, y sus dos hermanos se quedaron a cargo del local. Llegó el momento de volver al colegio, y al terminar las clases les tocaba abrir. Hacían el helado artesanal y la granizada con limones exprimidos a mano, «que después no veas si picaban».
«Toda mi vida ha sido el colegio y el negocio, mi padre se tuvo que jubilar y la heladería se quedó como la única fuente de ingresos, el medio de vida de la familia; si queríamos estudiar, teníamos que trabajar. Había un cuadrante y nos poníamos turnos para limpiar la casa y para atender al público».
En aquel entonces, su pasión era la medicina, la investigación y la psiquiatría, «para examinar y cambiar las mentes de los delincuentes». Era buena estudiante y, aunque no tenía medios económicos, pudo estudiar con beca en la Universidad Laboral, en Puerto de la Torre. Sacó nota suficiente para entrar en Medicina y se matriculó. Esos días se empezó a hablar del inicio de los estudios de la nueva carrera de Informática en Málaga, y para entrar había que superar un examen adicional, con sólo 100 plazas. Varios compañeros querían hacerla, buscaron una academia de clases particulares y la convencieron para que se apuntara con ellos.
«Empecé a ir a las clases pero tenía mucho trabajo en la heladería, había días que cerraba a las seis de la mañana... Iba con mi motillo, pero después de la primera semana estaba reventada...» Y dejó de asistir. A pesar de ello, llegó el día del examen, se presentó y sólo aprobaron otro compañero y ella. Los compañeros la convencieron de que la Informática era «el futuro», y no debía dejar pasar aquella oportunidad única. Así que, a regañadientes, renunció a la plaza de Medicina y se matriculó en Ingeniería Informática, con la especialidad de Telemática, «sin saber ni lo que era».
Al terminar le dieron una beca en Alcatel-Citesa, que fue una gran escuela de informáticos malagueños. Y de allí dio el salto a una empresa municipal de la capital (prefiere no revelar el nombre por razones profesionales). «En aquel tiempo había muchas mujeres informáticas, sobre todo programadoras; las primeras promociones nos colocamos casi todos en sitios oficiales, había mucha demanda».
Concha Cordón comenzó a especializarse en redes de telecomunicaciones, «y ahí se empezó a ver la necesidad de la seguridad». No en vano, asegura que aquella entidad pública fue pionera en Europa en materias como la gestión de riesgos en las infraestructuras críticas. «Todo lo nuevo que salía, me presentaba de voluntaria. Con el famoso Efecto 2000, allí estuve trabajando el 31 de diciembre y el 1 de enero. Y cuando cambiamos al euro».
Aquella etapa se prolongó durante 33 años, aunque sus inquietudes profesionales le han llevado a convertirse en consultora independiente. «Tenía la necesidad de seguir progresando y aprendiendo», explica. Y así es como se ha revelado como una referencia en el mundo de la ciberseguridad y la protección de datos a nivel internacional. Actualmente, trabaja como asesora para diversas instituciones y empresas.
Su labor le ha valido incluso un reciente reconocimiento por parte del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), por su contribución a la seguridad y la protección de las administraciones. Además, es miembro del comité de expertos para la revisión de la Estrategia Nacional de Ciberseguridad del Departamento de Seguridad Nacional (DSN). «A raíz de eso, también me llamaron de otros países para que revisara sus estrategias», sobre todo de Latinoamérica. Y colabora con el Supervisor Europeo de Protección de Datos, con sede en Bruselas. Aunque la fórmula de los helados de «la Inma» sigue siendo su secreto mejor guardado...
Después de décadas de trabajo, Concha Cordón asegura que ha conseguido finalmente unir sus dos pasiones: «En un mundo digital como este, la tecnología y la medicina tienen el mismo fin, que es hacer una sociedad mejor; la ciberseguridad es el medio para conseguir ese fin, porque sin seguridad no hay nada». La pandemia ha supuesto un punto de inflexión, en una doble vertiente: por un lado, hay más conocimiento de los ciudadanos, que ya han visto los peligros ante los continuos ataques, que son noticia. «Se ha dado un salto en el conocimiento, pero también en la dependencia de la tecnología: la pandemia ha acelerado la digitalización de todas las empresas, ha sido su tabla de salvación».
La experta es optimista sobre la protección de los datos de los ciudadanos. «En general, estamos mejor, está habiendo mucha concienciación gracias a que se denuncian cada vez más casos y se conocen, hay y se demanda más formación».
A su juicio, lo que se está viviendo es «una especie de Renacimiento», gracias a Internet y a la democratización del conocimiento, «pero que tiene cada día más peligros, y por eso es necesaria una ciberseguridad permanente», explica.
Cordón también aboga por «desmitificar» algunos conceptos: «'Blockchain' y el metaverso no son nada nuevo, sino formas de combinar de otra forma tecnologías que ya teníamos para que sean más efectivas».
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