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La llamada desde Sevilla a su despacho en Berkeley a finales de los 80 iba a cambiar algunas cosas en Andalucía. No tantas como las que se propuso el hoy ministro de Universidades, Manuel Castells cuando, en tándem con el profesor Peter Hall, decidió ... aceptar el encargo. El Estado y la Junta le pidieron al que ya era un reconocido experto en la sociedad de la información que pensara qué se podía hacer en las 215 hectáreas de La Cartuja cuando 'Curro' volara de Sevilla. El Proyecto Innovación y Nuevas Tecnologías en Andalucía (PINTA), en el que participaron profesores de varias universidades, entre ellas Vicente Granados, de la UMA, fue el primer estudio ambicioso, y miraba más allá de Sevilla en las posibilidades tecnológicas de una Comunidad que partía casi de un erial. Electrónica, informática y telecomunicaciones hacía tiempo que cambiaban la industria y las economías más dinámicas. Sevilla, con el espacio urbano mejor equipado del momento en comunicaciones gracias a la Expo, y Málaga -donde Alcatel, Fujitsu y Siemens era un virtuoso e insólito triángulo- movían ficha y lo hacían al mismo tiempo. El PTA, con el impulso de Pedro Aparicio competía con los ambiciosos planes que Castells diseñó para el recinto de Sevilla, el único en España que lideraba el Estado. Aunque la tecnópolis malagueña nunca estuvo de forma directa en la agenda de asesor del hoy ministro de Universidades, Castells «siempre ha estado atento a él», asegura su director, Felipe Romera. El ministro, con el que mantiene desde entonces una relación cercana, era del grupo de los escépticos, recelos que le llevaron incluso a afearle al ingeniero Marcial Echenique la «pobre urbanización del recinto». No le duelen prendas en reconocerlo en el prólogo del libro de Romera 'De Palo Alto a El Palo', ni tampoco en felicitarse por el avance del PTA, «uno de los «éxitos notables en el mundo de procesos de creación de desarrollo tecnológico a contracorriente pero que empiezan a dar sus frutos en base a la tenacidad de sus responsables». El prólogo es de 1998, y Castells reconocía que «contra todo pronóstico, incluido el mío (me pareció muy pobre su diseño urbanístico puede sin embargo acabar generando el único centro de sinergia tecnológico-industrial importante en el sur de Europa». El reconocimiento del éxito del PTA contrasta con su decepción por su 'tecnosueño' desvirtuado de Cartuja por el alcalde Rojas Marcos. En 'Las tecnópolis del mundo', el pasaje dedicado a Cartuja rezuma decepción en el retrato de las claves del cortoplacismo local al que se unió la brutal crisis post Expo. Ni los incentivos públicos para atraer empresas a Sevilla -el primer motivo de agravio con Sevilla en tiempos modernos que sacó a miles de malagueños a la calle- sirvieron de mucho para convertir la ciudad en el gran paradigma tecnológico. A Castells, sus años andaluces le hicieron mirar más allá de la tecnología. Fue nombrado para dirigir el comité internacional de expertos sobre Doñana tras la gran polémica que desató el proyecto urbanístico Costa Doñana. El profesor de la UMA Vicente Granados que conoció a Castells en sus años de formación en Reino Unido, destaca que aquel informe, que marcó las bases para la protección del hábitat, fue el primero de su clase en el que se empleó -antes de la Cumbre de Río de 1992, el término 'desarrollo sostenible'. Castells, además de un enamorado de Andalucía, mantiene la amistad con muchos de los que trabajaron junto a él en el mundo de la innovación. El gran teórico de las ciencias sociales de currículum inabarcable baja a la realidad para estrenarse en política. «Manolo siempre va varios kilómetros por delante de lo que cualquiera pueda imaginar», retrata Romera su perfil visionario.
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