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Baja sonriente las escaleras de las oficinas del Teatro Cervantes, donde lleva una semana. Antes era responsable de gestión del Albéniz, y ahora forma parte de la empresa municipal Málaga Procultura, que creó precisamente la exportavoz naranja Noelia Losada en el pasado mandato cuando era ... la concejala del ramo. Es Guillermo Díaz, uno de los mejores oradores en el Congreso de los Diputados y de su partido, Ciudadanos, que vuelve a casa tras un periplo de ocho años, tres legislaturas, en las que ha representado como diputado a Málaga.
La primera pregunta es inevitable. ¿No hubo ofertas del PP para que se fuera a sus filas? Díaz, que se toma de un trago el café solo con hielo «como John Wayne el whisky» se queda mirando fijamente a su interlocutor y se sonríe. «Me 'tocaron' algunos meses antes de las generales, antes del verano, y aunque yo nunca me iba a ir, lo cierto es que estoy muy agradecido».
Explica el exdiputado que él le debe todo a Ciudadanos, que entró en política por unos ideales, y que hay asuntos que le alejan del PP en esta línea. «Yo, como buen liberal, estoy a favor de la eutanasia, ellos no; a favor de legalizar el cannabis, ellos no; en contra de negociar con el PNV, ellos no; en fin yo no aspiro a tutelar a los españoles, yo soy liberal». Liberal progresista, puntualiza.
Al final Díaz trabaja para el Ayuntamiento de Málaga, cierto, pero también para el PP, que es el único partido que forma actualmente el equipo de gobierno al estar en mayoría absoluta. Las cosas de la vida.
«Tanto el alcalde (Paco de la Torre) como Mariana (Pineda, concejala de Cultura) como Juan Antonio Vigar (gerente de Málaga Procultura) han sido muy cariñosos y me han hecho la vuelta muy fácil», indica. Él forma parte del equipo de Márketing, Comunicación y Relaciones Externas y tiene como objetivo ampliar el abanico de públicos, que ya es extenso, de los teatros y del Festival de Cine. «Yo era portavoz de Cultura en el Congreso, y viví muy de cerca cómo la gestión cultural de Málaga era muy reconocida (ministros incluidos), y en eso tiene que ver mucho el Festival de Cine», dice orgulloso.
¿Lo mejor de volver a Málaga? «Lo que más se agradece es llevar y recoger al niño del cole. No se lo cree. Todavía me pregunta que si me voy a Madrid». Habla de su hijo Hernán (nombre de conquistador), de cinco años, que nació cuando él iba y venía de la capital todas las semanas. «Le parece increíble que esté aquí y eso no tiene precio», subraya meciendo la cabeza, con ese gesto tierno de los padres cuando hablan de sus retoños.
Díaz, que cosechó popularidad y éxitos de parlamentario en Madrid, explica cómo es el Congreso. «Es como una cámara de eco. Si te descuidas pierdes la toma de tierra. La política es una actividad endogámica, sólo se escucha a sí misma». Actualmente sigue siendo abogado colegiado no ejerciente, «por si las moscas», y cuando recuerda la Carrera de San Jerónimo tiene palabras amables para sus colegas de partido, pero también para los de la oposición, muchos en las antípodas de lo que él piensa. «Nadie escuchará nunca intervenciones mías con ataques personales. La única 'enganchada' la tuve una vez con Odón Elorza porque él antes se refirió a mí. El debate debe ser de ideas», subraya.
Llamó la atención que cuando Díaz decía adiós al Congreso, el parlamentario andaluz socialista Josele Aguilar le despidió con un cariñoso post desde la red social X, antes Twitter. Eso es fruto, explica Díaz, de que no hay que llevarse a lo personal las trifulcas políticas. De hecho, se vanagloria de tener muy buena relación con Josele, con Gabriel Rufián, «es un tipo divertido, valora mucho el parlamentarismo», y defiende precisamente todo lo contrario de lo que Cs propugna, con Espinosa de los Monteros, «educado y cosmopolita», con Abascal, «nos conocíamos de DENAES, de combatir el nacionalismo», con Alberto Garzón, con el que sacamos adelante enmiendas a leyes, con el socialista Ignacio López, o el popular Mario Cortés, «que es auténtico»; o con Cayetana Álvarez de Toledo, «que es una buena amiga».
Terminó Madrid. Ha vuelto a Málaga, a su casa, a su trabajo, con su familia, con su hijo y con sus amigos. En las últimas elecciones votó en blanco, y ahora escribe entusiasmado la segunda parte de 'Grandes batallas en la pantalla', de los asedios a los castillos en la Edad Media. «Lo mejor siempre es tener un lugar al que volver».
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