Mercedes García Paine, en una de las aulas. Germán Pozo

El gran salto de Mercedes

Vidas con huella ·

En el deporte hay saltos decisivos, pero pocos como el que la jefa de marketing del Club Melilla Baloncesto, Mercedes García Paine, dio en su vida hace diez años. El alma de la asociación Nena Paine se metió en el partido difícil del fracaso escolar y de las familias fuera de juego. Lo suyo es una marca personal de solidaridad para la que busca recursos y no medallas.

Domingo, 27 de enero 2019, 01:45

La periodista que hace una década dejaba atrás un trabajo que le «encantaba» –fue la primera mujer especializada en gestión deportiva profesional– renunció a una confortable posición en lo que más le gustaba. Lejos quedaba una adolescencia muy difícil atrapada en la obesidad mórbida – ... 1,80 metros y 168 kilos con 15 años– y el fracaso escolar –«repetí tres veces curso en el bachiller y pasé por cinco colegios»– pero seguía sin encontrar su sitio después de burlar dos veces a la muerte en un largo periplo con decenas de visitas a los quirófanos tras una reducción de estómago. En Melilla –«la etapa más feliz de mi vida»– le llegó también una crisis que afrontó alejándose de todo menos de los afectos de cuatro años entre compañeros y jugadores y de una larga lista de pequeñas sonrisas marroquíes sin papeles. Gestionar, entrenar y poner ojo a la cantera no lo eran todo.

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El desvelo solidario al que dedicaba tiempo y dinero acabó ganando, como el deporte antes alejó la idea de hacerse monja. «En mi trabajo viví un conflicto moral. Veía que por botar un balón un jugador ganaba 12.000 euros al mes. Decidí irme porque si no me volvía loca. ¡Con 250.000 euros de nóminas al mes yo cambio Melilla, por Dios!, me decía a mí misma. No podía seguir allí», describe con la misma pasión que pone en todo una ruptura tras la que regresó a Málaga al calor familiar y con su hijo adoptado de 12 años –hoy legionario en Ronda– para cuidar a su madre, Nena Paine, enferma de cáncer.

Las clases de apoyo que empezó a dar en 2009 en casa a niños del barrio fueron a más. La asociación Nena Paine es ya casi un 'plan b' cuando la escuela no da más de sí contra el fracaso y el profesor particular, en Ciudad Jardín y barrios próximos, es un extra doméstico imposible. «Al principio, en los colegios me veían como una enemiga, pero después hasta he estado en algún claustro, pero al preguntar por un caso he escuchado lo de 'ese niño es un flojo'. ¿Le han preguntado? Era un niño abusado, malos tratos. Si se hubieran molestado... Puedo entender que haya docentes quemados o que simplemente se atienen a un horario, pero el riesgo de fracaso y exclusión no entiende de horas», se ratifica en un proyecto sin horas ni móvil apagado.

El primero de aquellos niños al que ayudó en casa, Juanjo, ha empezado Económicas, y Joaquín, en Ingeniería. Son, junto a Vanesa, una madre que completó bachiller y selectividad en tiempo récord y que ahora hace Psicología, el ansiado podio universitario en la carrera de fondo de una década. «Aquí hay ya ambición entre los chavales y se habla de hacer carreras. Les animamos a que no se conformen con ser mecánicos si valen para ingenieros», explica. En el centro municipal María Zambrano, 276 alumnos –33 de bachiller y 20 de FP– reciben ahora clases de cuatro a ocho. «En una ONG no vale sólo la voluntad, se necesitan profesionales para que funcione, sea transparente y transformadora», defiende un modelo en el que busca un plus de implicación de los docentes.

«Les animamos a que no se conformen con ser mécanicos si valen para ingenieros»

La escuela de padres, las tutorías y las actividades –deporte, fiestas, juegos, excursiones...– completan el trabajo docente de una asociación que se queda sin sitio. El cercano colegio de Parque del Sur, cerrado, es el acariciado objetivo a tiro ahora más que nunca: Mercedes fue colaboradora directa seis años de Javier Imbroda, consejero de Educación y Deporte, durante seis años. «Que se prepare porque me voy a presentar allí, y sin avisar», bromea sobre la visita pendiente a quien fue su gran mentor a la hora descubrir sus capacidades como emprendedora.

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Economatos

En un local de ese centro está uno de los dos economatos abiertos por la asociación bajo el nombre de 'María Galera', en homenaje a la médica y antigua compañera escolar de Mercedes a la que apoyó en su batalla por nuevos tratamientos contra el cáncer. Se ofrecen alimentos y artículos con descuentos del 90 por ciento a familias seleccionadas por un perfil que se actualiza. Mercedes defiende esta tarea, reforzada con un banco de alimentos, como otra herramienta para romper la inercia de la exclusión en barrios donde sólo el 5 por ciento los escolares llega a la universidad.

La asociación, con 17 nóminas a su cargo, maneja un presupuesto anual de 300.000 euros, de los que 180.000 corresponden al capítulo escolar, con apoyos como de Ayuntamiento y la Fundación Unicaja. En unos días abrirá un comedor solidario para los niños de las clases de apoyo. «Me preocupa no sólo lo que estudian, sino también lo que comen. Muchos en sus casas no lo hacen como debieran. Los padres trabajan y al superar la renta para beneficiarse del comedor escolar... Los menús serán sanos porque si no hay buena comida caliente esos cerebritos no funcionan como debe ser», resume el objetivo.

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García Paine es una activista inconformista y sin fronteras –ha impulsado proyectos en Senegal y Filipinas– y se rebela contra lo que llama 'el voluntariado de televisión' –«desde mis tiempos del domund no veo gran cambio en el tercer mundo, donde una élite controla la ayuda»– y también contra una visión que, en su opinión, carga las tintas sobre la exclusión social en Málaga. «En Senegal la exclusión es total. Aquí es otra cosa, y le aseguro que a muchos de esos 48.000 niños vulnerables no les falta la play o el móvil. Hay que tirar de expedientes, uno a uno y ver cada situación familiar en la que vive el niño. Mercedes es una ascensorista social a la que le subleva la inercia de familias que no miran a la educación como la ventana al futuro. «Me he encontrado a la tercera generación de familias en el el banco de alimentos. Algo más estamos haciendo mal cuando hay quien se acostumbra a pedir y hace muy poco o nada a nivel personal por avanzar. Por eso yo les digo a mis niños: tenéis que ser la esperanza de vuestras familias y tenéis que romper la cadena».

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