La obesidad es una enfermedad, que exige «de inmediato» un abordaje integral desde distintos flancos para combatirla. Esa es la voz de alarma lanzada hoy en el inicio del XVII Congreso de la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO), que reúne en Málaga hasta el próximo ... sábado a más de 300 especialistas de distintas disciplinas. Proceden de otros puntos de España y Latinoamérica para debatir en el transcurso de 60 ponencias los últimos avances alcanzados en lo que han denominado 'la gran pandemia del siglo XXI'.
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Así se ha referido a la obesidad el presidente de la SEEDO, Francisco Tinahones, que ha llamado la atención sobre un problema, «que no es estético». Ha enfatizado en que se trata de una enfermedad que va de la cabeza a los pies, “todos los órganos se ven afectados por el sobrepeso», que aumenta de forma imparable.
Las cifras así lo constatan: «El 40% de los niños entre 6 y 9 años en España no tienen un peso saludable. En el caso de los adultos, la cifra se dispara hasta el 60%. De estos últimos, un 23% son obesos», asegura Tinahones, quien ha dejado constancia de que sin una estrategia conjunta y un plan nacional de lucha contra la obesidad no será posible frenar la enfermedad. «Esto es una lucha de gigantes, que requiere la implicación de todos y de distintos ámbitos ministeriales: educación, sanidad, consumo e, incluso, urbanismo y hacienda».
Los expertos defienden una política que en materia de impuestos grave los productos menos saludables; una regulación en materia de consumo que prohíba determinados mensajes publicitarios; un urbanismo que fomente los hábitos saludables con mayor número de carriles bici y espacios donde realizar actividades físicas, y un etiquetado claro y sencillo que, sin miedo a las presiones de la industria alimentaria, permita a los consumidores saber qué alimento es saludable y cuál no. Además, han insistido en la educación como una de las armas para luchar contra esta enfermedad. “En el estudio realizado a los niños entre 6 y 9 años con sobrepeso, solo el 20% de los padres tenía la percepción del problema”, lamenta Tinahones.
En este sentido, el vicepresidente de SEEDO, Albert Lecube, ha deslizado en la presentación del Congreso un tema crucial en la consideración que actualmente se tiene de la obesidad. «Se trata de una enfermedad crónica, que acorta varios años la vida del paciente. No podemos, además, culpabilizar ni estigmatizar socialmente a una persona que a diferencia de enfermos con otras enfermedades crónicas no recibe la financiación de los fármacos más indicados para su tratamiento», denuncia Lecube.
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El fármaco más «eficaz» en estos momentos, que cuenta con el visto bueno de la Agencia Europea del Medicamento (EMEA en sus siglas en inglés) y el resto de sociedades científicas, se conoce como liraglutida. «Posibilita la modificación de un péptido que todos tenemos en nuestro organismo, concretamente en el tubo digestivo, de forma que cuando llegan los nutrientes después de una ingesta, entre otras funciones, nos avisa para tener sensación de saciedad», explica Lecube. «Esa sensación dura poco tiempo, por eso es importante modificar ese péptido para que tenga una vida media de 24 horas después de administrarse de forma diaria y que la sensación de saciedad perdure durante más tiempo», aclara el vicepresidente de la SEEDO.
En general, tal y como han explicado los expertos, se trata de un fármaco que reduce considerablemente el apetito y da una sensación de plenitud, ya que el estómago tarda más tiempo en vaciarse. «Además, esta mólecula o péptido también actúa sobre el tejido adiposo haciendo que queme más grasa y por tanto impidiendo su acumulación progresiva», apunta María del Mar Malagón, presidenta del Comité Científico del congreso.
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Sin embargo y pese a los óptimos resultados que tiene, este tratamiento, que cuesta 300 euros al mes y se puede alargar durante 6 meses o un año, no lo sufraga la Seguridad Social. Un aspecto de enorme relevancia, tal y como ha destacado Tinahones, dado que la obesidad es una enfermedad que afecta sobre todo a las clases menos favorecidas. «La prevalencia de obesidad en los rangos de menor renta es casi el doble que en los rangos de rentas más altas. Por tanto, las personas con menos recursos no podrán afrontar el coste de estos fármacos», denuncia Tinahones, quien ha puesto sobre la mesa la «gran paradoja» del sistema público. «La obesidad genera hipertensión y diabetes y una enorme cantidad de patologías, cuyos tratamientos en muchos casos los sufraga el sistema público y, sin embargo, los tratamientos de la obesidad los tiene que pagar el enfermo de su bolsillo», lamenta este especialista malagueño, quien admite que han tenido fármacos poco eficaces en el pasado, «seguramente porque la mayoría de los sistemas públicos de salud no consideraban a la obesidad como una enfermedad y entendían que eso era algo responsabilidad del paciente», recuerda.
En el transcurso del congreso se abordarán otros asuntos “preocupantes”, como la obesidad en edades temprana, el impacto de distintos tipos de dieta y ejercicio en esta enfermedad, las graves consecuencias del coronavirus en personas obesas (son los pacientes que peor pronóstico tienen cuando enferman y con la mayor tasa de mortalidad) y la relación entre obesidad y deterioro cognitivo. Este asunto se tratará en una sesión, en la que se analizará cómo la microbiota que cada persona tiene en su intestino puede afectar a ese deterioro. “Se piensa que regulando esa microbiota se podría intervenir en ese deterioro”, apuntan.
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