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La frutería Niño Esperanza ha retomado su actividad comercial medio siglo después de su cierre. El histórico negocio del mercado de la Merced, que cerró ... sus puertas a mediados de los años 60 del siglo pasado, ha vuelto a la vida de la mano de Alejandro Carrillo, nieto de aquel niño de la calle Esperanza que comenzó vendiendo frutas y verduras en las calles de Lagunillas.
El negocio lo abrió Rafael Carrillo, abuelo del actual propietario, el 24 de diciembre de 1950 como continuación del puesto que tenía su madre, Josefa Peinado, en la calle Esperanza. De ahí lo de Niño Esperanza. Durante años atendió a los malagueños en el mercado de la Merced, aunque durante los veranos montaban un enorme puesto ambulante en la propia plaza.
Pese a su gran acogida, la frutería cerró a mediados de los años 60 tras el fallecimiento del abuelo de Alejandro. El comerciante falleció en 1963, y aunque su viuda trató de mantenerla a flote con la ayuda de sus cuñados, se vio forzada a cerrarla apenas unos años después por falta de tiempo y las obligaciones familiares que se le exigían a una mujer de su época.
Aquello supuso un punto y final para la tradición frutera de la familia Carrillo. Su hijo Francisco decidió cambiar de tercio y dedicarse al mundo de la ropa, primero en los mercadillos y después con Veneno Moda, negocio que mantiene abierto en la propia calle Cristo de la Epidemia desde el año 1991.
En ese trance nació Alejandro, un niño que pese a estudiar Electrónica se crió en el negocio textil junto a su padre. «Mis domingos durante muchos años los pasé en el rastro, jugando entre cajas, perchas, con Camela de fondo y olor a aceitunas», confiesa. Para el joven empresario -ahora tiene 33 años-, el paso por los mercadillos fue como hacer «un master en ventas». Posteriormente también ayudó a su padre en la tienda, que durante años compaginó con el negocio en los mercadillos.
Fueron años buenos, pero la pandemia y el delicado momento que vive el comercio textil le hicieron replantearse su futuro empresarial e iniciar una vuelta a los orígenes. «La necesidad agudiza el ingenio; han montado 18 tiendas de ropa en la calle, la competencia cada vez es mayor, la pandemia…», explica.
Y entonces se dieron una serie de casualidades que le hicieron dar el salto al vacío: Su tía mandó una foto de la frutería antigua al whatsapp de la familia; se jubiló Miguel, el frutero más antiguo que había en la calle; y se quedó vacío un local que había junto a la tienda. Fue la señal que esperaba. «Justo en ese momento nació mi hijo, mi niño esperanza, que me recordaba tanto a la foto de mi padre sobre los melones, que fue muy fácil encajar las piezas», rememora ya con la tienda abierta.
La nueva frutería Niño Esperanza se encuentra en la calle Cristo de la Epidemia número 70. Se trata de un pequeño local de apenas 16 metros cuadrados repleto de género y de clientes. Para no olvidar nunca sus orígenes, Alejandro ha colgado en su interior numerosos recuerdos familiares, entre ellos una fotografía tomada en el año 1963, con su abuelo ya enfermo, meses antes de morir, y su padre sentado sobre los referidos melones. Fue tomada en la fachada de lo que hoy es la Casa Natal de Picasso. «Mucha gente aún se acuerda de ella y me habla de mi familia», dice agradecido.
Confiesa que durante las primeras semanas de andadura, el negocio le está funcionando muy bien y se está haciendo con una clientela fija. En su caso compra todas las mañanas en Mercamálaga y ofrece género de la más alta calidad. «Es verdad que está todo muy caro, pero la diferencia de precio entre la primera calidad y la segunda se ha reducido», expone.
A la hora de hacerse un nombre en el barrio, cree que su trayectoria en la tienda de moda le ha abierto muchas puertas, ya que lo conocen casi todos los vecinos del entorno. A pesar de su corta trayectoria en el mundo de la fruta y la verdura, confía en entrar pronto a colaborar con bares y restaurantes. «Aunque para eso aún me quedan unos meses de formación». El nieto del Niño Esperanza ha vuelto.
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