Es una de las voces más formadas y combativas contra la ley de eutanasia aprobada la semana pasada en el Congreso. Antes de comenzar la entrevista, Joaquín Fernández-Crehuet advierte de que responderá a algunas preguntas «a nivel personal» y a otras como presidente de ... la Comisión Deontológica del Colegio de Médicos de Málaga y catedrático emérito de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Málaga: «Quiero ser prudente en mis consideraciones».
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–¿Qué le parece la ley que acaba de aprobarse en el Congreso?
–Me parece indecente e inoportuna. En el contexto de una pandemia, que se ocupen de aprobar esta ley demuestra una escasísima sensibilidad política hacia el dolor de miles de familias.
–Pero le ley comenzó a tramitarse antes de la pandemia.
–Sí, bueno, pero creo que se debería haber parado para buscar otro momento. Sería más oportuno discutir con más énfasis en qué estamos fallando.
–Y, más allá del momento en que se aprueba, ¿qué le parece el fondo de la ley?
–Es una ley innecesaria. Andalucía y otras comunidades ya tienen una ley de derechos y garantías de la dignidad de la persona en el proceso de la muerte. Fue una ley aceptada por prácticamente todos los profesionales porque fue elaborada y discutida con representantes de la profesión. Es una ley contraria a la eutanasia y promociona los cuidados paliativos como alternativa humana y científica, además de clarificar la limitación de los esfuerzos terapéuticos. Hay gente que confunde esta limitación con la eutanasia. Cuando una persona tiene una enfermedad irreversible, el médico tiene la obligación, no ya el derecho, de eliminar tratamientos que no sirven para que la muerte llegue de forma natural. Y hay que aceptar que un paciente rechace tratamientos, siempre que demuestre una voluntad informada.
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–¿Por qué se opone entonces a la ley de eutanasia?
–Es una ley con un marcado interés ideológico y crea un derecho de nueva generación: la posibilidad de que se pueda solicitar la muerte. Y al colectivo médico puede molestarle que este derecho sea incluido como una prestación en la cartera de servicios. Porque todo derecho lleva aparejado un deber: el deber que en este caso recae sobre el médico, que aparece como un cooperador necesario. Si yo viera a alguien que quiere saltar desde una terraza, la reacción natural sería intentar disuadirle o llamar a los Bomberos. Pero no iríamos a aplaudirle.
–Pero los médicos son cooperadores necesarios, como usted dice, siempre que lo deseen. Les asiste el derecho a la objeción.
–Por supuesto, sólo faltaría. Yo no lo haré, pero lo convierten en un acto médico. Y el acto médico, según el código deontológico, va orientado a la curación de una enfermedad, el alivio de un padecimiento o la promoción de la salud. Todo va en positivo. La eutanasia es un acto fuera de la medicina, un acto finalista. Y desde el viejo Hipócrates, la medicina tiene como principio básico no hacer el mal. La eutanasia supone una indignidad en la tradición médica, una indecencia.
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–Pero los colegios médicos donde se han hecho encuestas, colegios tan importantes como el de Madrid, revelan un apoyo mayoritario de los profesionales.
–No es verdad. Hay un posicionamiento del Colegio de Madrid, que ya ha cambiado de presidente...
–No hablo del posicionamiento de los presidentes, sino de las encuestas que algunos colegios han hecho entre sus profesionales. No sólo en Madrid, sino también en Bizkaia, Tarragona o Las Palmas. En concreto, la encuesta en Madrid revelaba que el 69% de los colegiados estaba a favor de legalizar la eutanasia con toda seguridad y otro 16% creía que sí pero sin estar seguros del todo. ¿No cree que hay falta de sintonía entre la opinión de los profesionales y sus representantes?
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–No, mire, yo he estado en todos los congresos de la Organización Médica Colegial. Es verdad que hay algunos colegios que han hecho encuestas entre sus colegiados. Yo no voy a dudar de que fueran bien planteadas, pero la mayoría de los colegios presentes en estos congresos estaban en contra de la eutanasia. Hay que aceptar que haya médicos a favor, pero hablo por ejemplo del Consejo Andaluz de Colegios Médicos...
–¿Han hecho alguna encuesta entre sus colegiados?
–Claro. En estos congresos de los que hablo siempre ha salido una opinión mayoritaria en favor de los cuidados paliativos y en contra de la eutanasia. Luego ha habido encuestas de otros colegios que acepto, pero insisto: el hecho de que algunos médicos estén a favor de la eutanasia no obliga al colectivo a cambiar el código deontológico y los deberes éticos.
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–En ese contexto, ¿no resulta paradójico que a un paciente se le permita rechazar un tratamiento que podría salvarle la vida?
–Porque respetamos la dignidad de la persona y su autonomía, siempre que tengan el consentimiento informado.
–Pero rechazan, ante enfermedades irreversibles, que son las que contempla la ley, que esa misma persona solicite la eutanasia.
–Cada día, en España, se suicidan diez personas. El rechazo al tratamiento no obliga al médico a nada. La eutanasia sí. Si mañana quieres morirte, te bebes un vaso de lejía en casa y al rato estás muerto. Pero convertir eso en un acto médico... Esa es la diferencia.
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–Ante una tetraplejía que deja a alguien en una situación de dependencia absoluta, como ocurrió con Ramón Sampedro, que abrió el debate de la eutanasia hace casi tres décadas, ¿cómo justifican el rechazo a la decisión del paciente de acabar con su vida?
–El caso de Ramón Sampedro ha sido magnificado. Siempre salen con casos extremos, pero una ley no se hace para casos singulares. Yo tengo amistad con el doctor Gómez Sancho, un experto en cuidados paliativos que me contaba hace poco que, entre los 25.000 pacientes con incapacidades que han llegado a su hospital, sólo tres o cuatro han pedido la eutanasia. Este tema hay que verlo de manera global. Todas las personas que piden la eutanasia, ¿han estado atendidas correctamente en la unidad de cuidados paliativos? Esa es la verdadera asignatura pendiente en la que trabajar. Cuando les quitas el dolor y el sufrimiento, cuando son ayudadas, esas personas que, llegado el momento, recibirán una sedación paliativa que no va a matarlos sino que bajará su nivel de conciencia para que no sufran...
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–¿Y qué proponen para esas tres o cuatro personas de cada 25.000?, ¿condenarlas a una eutanasia clandestina?
–Pueden estar sedadas, quitando la ansiedad o ese deseo. Ramón Sampedro no me parece un ejemplo de nada porque rechazó cuidados paliativos. Hay gente que muere esperando atención sanitaria. Esa es la indecencia: que tengan que recurrir a la eutanasia como única alternativa. Me parece un disparate.
–Plantea la eutanasia y los cuidados paliativos como si fueran incompatibles. ¿No pueden ser complementarios? ¿Qué hacemos con las personas que han recibido un tratamiento correcto y aun así deciden morir?
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–Que se vayan de alta voluntaria. Un médico nunca va a matar a nadie. Bueno, ahora con la ley, claro que habrá médicos que las maten... Y estarán en su derecho, y seguro que surge un negocio paralelo como ha pasado con el aborto. Es que tira para atrás.
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