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Una pequeña puerta que da entrada al edificio ubicado en la Plaza San Francisco 11, en una bocacalle de Carreterías, abre un didáctico viaje a la historia militar de España a lo largo de medio siglo. Después de subir un pequeño escalón, ya no es ... octubre de 2021, primer otoño después de la pandemia. Ahora el calendario marca el año 1898 y el mandatario del país es un monarca que responde al ilustre nombre de Alfonso XII.
Bajo un cartel que anuncia en la fachada la 'Exposición Tres Coronas' aguardan en un espacio de dos plantas una de las colecciones particulares de trajes militares más completas y valoradas de España.
La primera impresión al entrar es de asombro. Una sala llena de maniquíes, pero en vez de lucir el último modelito están ataviados con un uniforme de Gran Gala del ejército español perteneciente a 1909, un traje militar de la primera campaña de África o un uniforme de rayadillo de Cuba y Filipinas.
«Esta pasión comenzó cuando yo era adolescente. Como apenas tenía dinero, empecé comprando medallas y blasones del ejército francés. Luego, en la medida que he podido, he ido ampliando cada vez más», explica Javier Chaos. Ahora es el propietario de unos 220 trajes militares, que son el resultado de una búsqueda masiva por rastros y páginas especializadas para los apasionados del 'militaria', término que recibe la afición consistente en coleccionar objetos militares.
Chaos nació en Madrid pero lleva varios años afincado en Málaga. Intercambiar y buscar lo que él considera tesoros ha sido el motor principal de su vida. Ahora tiene 39 años y para mostrar todo lo que ha acumulado ya no le basta con un cuarto. Después de meses buscando un lugar adecuado, dio con este local en la Plaza de San Francisco. Aunque ya se le ha quedado pequeño. «Estoy buscando algo más grande para exponer todos los trajes que tengo. Pero es increíble como han subido otra vez los precios del alquiler, también para locales. Donde durante la pandemia te pedían 900 euros ahora quieren 2.000».
En realidad, señala, le gustaría contar con el apoyo del Ayuntamiento de Málaga para que le concedan un espacio.
«Todo esto lo hago de manera desinteresada, yo con esto no pretendo ganar dinero», asegura. Prueba de ello es que el precio de entrada a su museo lo fija el visitante. «Ahora dejo que la gente pague una voluntad. Lo hago por Hacienda, que no se cree que alguien mantiene una actividad por amor al arte».
Para avanzar en su propósito cuenta con el malagueño Bernardo de Haro, al que presenta como su socio. De Haro, bien conectado, ya estaría en conversaciones con el Ayuntamiento y la Diputación para ver si este propósito puede llegar a buen puerto. El espacio que ambos ofrecen ahora, desconocido para el gran público, no figura en el listado de las instituciones museísticas de la ciudad, pero se revela ante al visitante como una joya de gran valor didáctico. Se divide en tres periodos que ilustran con sus correspondientes trajes y objetos militares el devenir de este país. Los años de 1989 a 1931 comprenden uniformes de ultramar y África, con sus correspondientes cambios de reglamento durante el reinado de Alfonso XIII. De 1931 a 1939 hay objetos y trajes de la Segunda República y se puede observar la transformación de los uniformes alfonsinos. Los años de 1936 a 1948 ilustran el levantamiento militar en África, la Guerra Civil, la inmediata postguerra y la participación de la División Azul en la Segunda Guerra Mundial.
Chaos sabe que entre sus posesiones se encuentran auténticas rarezas. Algunas le podrían granjear un buen dinero y podría venderlas de un día para otro a cualquier coleccionista. «Los parches de la División Azul, por ejemplo, valen más que el propio traje», apunta. Entre trajes y explicaciones se le dibuja una sonrisa de satisfacción cuando cuenta la anécdota de cómo se hizo con una edición de la Constitución Española de 1931, que luce la bandera tricolor. «Alguien había decidido tirarla a la basura por medio de la persona que la encontró llegó a mí», recuerda. Los trajes y todo lo que se puede contemplar, precisa, son originales. Aquí no hay lugar ni sitio para réplicas.
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