De su puño y letra está escrita la historia de este país, pero no la que cuentan los manuales de estudio, sino esa otra que consta en importantes archivos notariales. Aunque amarillentos y quebradizos, su tinta resiste el paso de los años y dan fe ... de otro tiempo, de otras costumbres sociales y de unos miedos y unas esperanzas personales que no difieren tanto de las actuales.
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Testamentos, actas notariales, letras de cambio, certificados o contratos nupciales de siglos atrás pueden verse en versión original y facsímil desde ayer y hasta el próximo 21 de mayo en el Rectorado de la Universidad de Málaga. Entre ellos, el Registro de Pere Portell de 1299, que es el primer registro notarial completo del Archivo de Barcelona; el testamento de Lope de Vega; el acta del depósito del cuerpo de Cristóbal Colón en Sevilla; el poder notarial de Miguel de Cervantes para proteger sus derechos de autor sobre El Quijote, y dos documentos inéditos: un contrato nupcial en hebreo, descubierto por sorpresa en las guardas (papel de relleno) de unas capitulaciones de 1404, y un acta electoral de Joaquín Costa, «un auténtico bombazo», según describe el comisario de la muestra y notario de Alcalá de Henares, Plácido Barrios.
Organizada por el Consejo General del Notariado bajo el título 'El documento notarial: del siglo XII a la Inteligencia Artificial', la exposición es el preámbulo al duodécimo Congreso Notarial Español, que se celebrará en Málaga el 19 y 20 de mayo. Son 28 documentos, procedentes en su mayor parte de archivos provinciales y algunos de enorme trascendencia histórica, como el testamento que Isabel la Católica hizo en 1504 en Medina Sidonia, solo 45 días antes de fallecer. «Aunque Juana la Loca era su hija mayor, la reina deja constancia en su legado de las dotes que dejaba a sus otras dos hijas (María, casada con el rey de Portugal, y Catalina, con el Príncipe de Gales) para justificar que la legítima ya la había pagado en vida», explica Barrios.
En este documento, la reina de Castilla deja establecido que todas sus deudas fueran abonadas tras su fallecimiento y que sus herederos pagaran 20.000 misas por su alma. «El récord lo tiene Felipe IV, que tras confesarse en su testamento como el mayor de los pecadores, pide que se le procuren 100.000 misas al morir», indica el notario. «El testamento de Isabel la Católica es una joya a todos los niveles . Lamentablemente, estuvo un tiempo desaparecido, porque se lo llevaron las tropas francesas como motín, aunque luego fue recuperado y hoy se conserva en el Archivo de Simancas», indica.
La importancia de las invocaciones religiosas tiempos atrás queda también reflejada en un documento realizado en Málaga, en el siglo XVII, por el escribano (hoy notario) Blas Pizarro que dejó ordenadas 4.000 misas rezadas, que valían entre un real y real y medio. La negativa de su hijo a procurárselas, originó que su nombre permaneciese expuesto en las tablillas de la Iglesia de los Santos Mártires cómo réprobo hasta que presentara las cartas de pago del cumplimiento de las misas impuestas por su progenitor.
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De Málaga, pueden verse en esta muestra tres importantes documentos: una carta de libertad que el teniente alferez mayor de la ciudad de Málaga, Luis Velázquez y Angulo, da a su esclavo Ali Bucaha, de 40 años, «por los buenos servicios me ha hecho», tal y como da fe el escribano Pedro de Ballesteros en 1678; un certificado expedido en Málaga en el año 1800 al capitán de barco marroquí, Adrajaman Squechigue, para que pudiera salir de puerto con la certificación de que esta ciudad estaba libre de peste y así poder entrar en el de destino sin trabas. «Era habitual que el escribano acompañara al médico cuando llegaba algún barco para comprobar la patente de sanidad y así dar fe de que no había riesgo de propagación de una epidemia», explica.
Por último, la exposición recoge un acta de la visita que realiza Nicolás Prados Salmerón, delegado del Colegio Notarial de Granada, a Colmenar en febrero de 1937 para dar cuenta de la destrucción de todos los protocolos notariales (a excepción de cuatro), «al parecer por incendio por los marxistas, que allanaron el domicilio del notario de este pueblo con ánimo de asesinarle, cosa que no lograron por encontrarse ausente», cita textual el documento expuesto en el Rectorado.
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A través de esta exposición, los notarios quieren compartir que más allá de los avances tecnológicos en la profesión, «la esencia de nuestra vinculación con la sociedad sigue siendo la misma que hace siglos», subraya Barrios. Recuerda que en la actualidad, la gente «nos sigue contando sus cuitas, sus angustias y miedos de la misma forma que se los contaban a los escribanos de entonces».
En este sentido, hay una carta de parto, de 1490, en la que Isabel de la Caballería, miembro de una importante familia zaragozana, enviudó estando embarazada. «Una circunstancia que podía dar lugar a malos entendidos y por eso solicita la presencia de un escribano en el parto que, levantando incluso la camisa a la parturienta, da fe del alumbramiento: 'Sale una criatura, todo moxada, con sus atributos masculinos: pixa y cojones'». «Y es que tener descendencia le aseguraba el futuro y si alguien decía que no era suyo, le complicaba la vida; había muchos intereses en juego», recuerda el comisario.
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