Lesly, Kenia, Pablo, Dilcia y Dagoberto han estudiado este último curso en la UMA gracias a un convenio de colaboración en el que también participa la Diputación. Fran Acevedo

Lección de vida de cinco universitarios de Honduras a los estudiantes malagueños

Han estudiado durante este curso en la UMA. Critican el poco valor que los jóvenes españoles dan a la educación

Amanda Salazar

Málaga

Lunes, 2 de julio 2018, 12:14

El centro de innovación social La Noria de la Diputación de Málaga ha tenido los últimos meses unos inquilinos especiales. Cinco estudiantes universitarios hondureños han residido durante el curso en sus instalaciones como parte del primer convenio de colaboración de la Diputación Provincial, ... la Universidad de Málaga y la ONG Asociación Colaboración y Esfuerzo (ACOES). A punto de finalizar su estancia en Málaga -donde han estado estudiando en la UMA y visitando colegios e institutos de la provincia para dar a conocer la realidad del país centroamericano-, Lesly Medina , Kenia Andino, Dilcia López, Pablo López y Dagoberto García hablan de su experiencia en España y de todo lo que aprendido gracias a una oportunidad con la que nunca habían soñado ya que en su país apenas el 1% de la población llega a cursar estudios universitarios. Pero también hablan del choque cultural que ha supuesto para ellos y de las diferencias que han observado entre los jóvenes hondureños y los españoles.

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Destacan, por un lado, que los jóvenes malagueños no aprecian lo afortunados que son al poder estudiar. «En Honduras tenemos escuelas públicas y la enseñanza es obligatoria hasta 9º grado, pero estudiar conlleva una serie de gastos obligatorios como uniforme o material que muchas familias no pueden asumir; a menudo tienen que elegir a qué hijos van a destinar esos recursos para darles estudios y otros, sobre todo en las zonas rurales, tienen que ponerse a trabajar», explica Lesly (25 años, Tegucigalpa), que estudia Psicología. Lesly explica que en su casa entraba el sueldo del padre, unos 300 euros al cambio para sufragar todos los gastos de una familia de cinco miembros. «Yo pude estudiar, pero mis padres no podían comprarme todos los libros que necesitaba a principios de curso, tenían que comprármelo poco a poco», señala.

Además del coste económico, en las zonas rurales tienen muy complicado el acceso a la enseñanza, como explica Dilcia (25 años, Morasán Yoro), estudiante de Pedagogía. «Desde muy jóvenes, sobre los 7 años, teníamos que ayudar a la economía familiar recolectando café; íbamos a la escuela, pero nunca hemos tenido vacaciones porque los meses que no había clase íbamos a trabajar», explica Dilcia, que es la única de su familia que ha llegado a la universidad. Al pasar a Bachillerato, la cosa se complicaba. «Pocos jóvenes siguen los estudios secundarios; en la zona rural la distancia al centro de estudios aumentaba y para llegar había que caminar kilómetros por zonas sin asfaltar o ir en transporte público por carreteras en mal estado; con las lluvias, nos quedábamos incomunicados y había que cruzar el río por puentes de cuerdas y cañas», recuerda. Pero ella nunca tuvo dudas de que merecía la pena. La situación, señala, era más compleja para las chicas porque los roles en Honduras están aún muy marcados. «Muchas jóvenes de mi edad dejaron los estudios para casarse y ya tienen varios hijos», dice. «Yo sabía que no quería eso para mí», indica.

Escasos recursos

«Las familias no compran leche porque es demasiado cara, así que si no pueden adquirir lo más básico, pagar la educación resulta imposible«, dice Kenia (32 años, Tegucigalpa,) que ha estudiado Económicas y que está haciendo un Máster en Cooperación. Los cinco jóvenes hondureños continuaron sus estudios gracias al apoyo del proyecto de ACOES, que sufragó parte de los gastos. En el caso de Kenia y Pablo, dos familias de Canarias y Barcelona apadrinaron su formación académica. Y todos han tenido que compaginar sus estudios con el trabajo. »Aquí los jóvenes solo estudian, allí tenemos que trabajar en cadenas de comida rápida para poder permitírnoslo«, dice. Por eso, señalan, no comprenden que aquí muchos jóvenes no valoren las oportunidades que se les ofrece y las desaprovechen. »Hemos ido a muchas escuelas en estos meses para contarles que en otros lugares la educación es un privilegio, y deben saber que esa educación es indispensable para formarse como personas«, explica Kenia.

Para continuar su formación, estos jóvenes han hecho del esfuerzo su forma de vida, compaginando estudios y trabajo, acudiendo a programas de apadrinamiento o poniendo en peligro sus vidas para llegar a la escuela desde zonas incomunicadas

Debido a su origen humilde, estos jóvenes aprendieron muy pronto a ser responsables, autónomos, a que debían esforzarse y rendir cuentas. «Yo vivía con mis seis hermanos y mis padres en una misma habitación y el salario de mi padre como manitas no llegaba a los 150 euros; por eso, cuando me brindaron la oportunidad de estudiar sentía que no podía fallarles; además, la entidad te exige un certificado de estudios para seguir en el programa y para enviarlo a las familias apadrinadoras», afirma Pablo (28 años, Tegucigalpa), que ha estudiado Administración de Empresas.

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Otro aspecto que les ha sorprendido de los jóvenes españoles es la falta de madurez. «Se ahogan en un vaso de agua, no tienen paciencia, no respetan a sus mayores, responden a sus padres...; es algo incomprensible para nosotros cuando hemos dormido tres en una misma cama y para comer solo teníamos frijoles y arroz», dice Dilcia. En este sentido, les ha impactado el materialismo y el consumismo extendido entre los españoles. «Aquí cambian de armario con la temporada y allí llevamos la ropa hasta que tiene agujeros, es una forma de vida totalmente distinta», asegura Dilcia.

Aunque también se llevan cosas muy positivas. «Nos han acogido muy bien. Es cierto que es un cambio de mentalidad muy grande porque allí pensamos en subsistir, en el día a día, cuando aquí se da por hecho que, salvo excepciones, todos los jóvenes van a llegar a la universidad», opina Dagoberto (22 años, de Texiguat), que cursa Administración y Gestión de la Educación en su país. «Es sorprendente la seguridad que disfrutan aquí, el hecho de ir por la calle con un móvil en la mano es algo impensable en Honduras«, comenta. También la cercanía de los profesores. Allí es una figura de autoridad y no se puede entablar una conversación con un docente; aquí sin embargo esa proximidad posibilita un mayor diálogo», dice. Los universitarios malagueños que estuvieron en Honduras se han convertido aquí en anfitriones de estos jóvenes y les han ayudado en todo, afirma. Y el papel de la mujer es muy diferente. «Aquí tienen mucha más libertad, eso me ha gustado mucho', afirma Lesly.

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Todos se llevan lo mejor de aquí y una formación en la UMA que enriquecerá sus currículos a la hora de buscar oportunidades de empleo. Lo que tienen claro es que nunca van a olvidar Málaga. Una oportunidad que el próximo curso tendrán otros alumnos hondureños puesto que ya se está cerrando la ampliación del convenio de colaboración. Y para cerrar esta estancia, los malagueños Dry Martina y el poeta César Brandon actuarán en un festival benéfico el próximo 17 de julio en los Baños del Carmen. La recaudación del certamen organizado por la Fundación General de la UMA (FGUMA) dentro de la programación de los Cursos de Verano de la UMA será para ACOES y para Cudeca.

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